El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
Cultura de defensa, asignatura pendiente
La guerra en Ucrania ha puesto en alerta a aquellos que siempre se han inclinado, por convencimiento o por motivación ideológica, por un posicionamiento pacífico basado en que deben prevalecer el entendimiento y la negociación, pero siempre con falta de perspectiva por la lejanía de las guerras. Nadie quiere la guerra, y existe un deseo, que no una utopía, desde posiciones pacifistas o no militaristas, de que desaparezcan los ejércitos, porque hemos alcanzado un nivel de civilización que así lo exige o porque su mera existencia incita o facilita el conflicto armado. Pero una mirada al mundo nos muestra las grandes desigualdades existentes en la seguridad de los Estados debido a los conflictos en los que muchos de ellos se hallan inmersos, y solo cuando nos son cercanos, porque tienen repercusiones en nuestro bienestar, podemos pensar en cómo se garantiza nuestro actual estatus, si son necesarios los ejércitos y, en nuestro caso, si tenemos unas Fuerzas Armadas capaces y suficientes.
La cercanía de la guerra en Ucrania y los efectos que está produciendo en la población europea, más allá de los económicos y sociales, los que se derivan directamente de la seguridad (o inseguridad), están haciendo cambiar la postura de muchos ciudadanos (y de los responsables políticos) sobre las necesidades de la defensa militar de los países; y España es uno de ellos. El presidente del Gobierno ya ha planteado la necesidad del aumento del gasto en Defensa en los términos de los porcentajes ya propuestos desde la OTAN.
La última semana de marzo se ha debatido en el pleno del Congreso de los Diputados una proposición de ley que conllevaba además de un cambio en el régimen de personal de las Fuerzas Armadas el posible aumento del presupuesto de Defensa. No habiendo salido adelante dicho proyecto, sí ha resultado interesante el posicionamiento de las distintas fuerzas políticas respecto al aumento del gasto y, al mismo tiempo, rehuyendo el debate sobre política y gestión del personal de las Fuerzas Armadas. Las diferencias se podían anticipar: son pocos grupos los que se han opuesto a un aumento del gasto (grupos pequeños), siendo la mayoría proclives al mismo o, al menos, a debatir su necesidad.
Es sorprendente que, dándose la situación de poder debatir sobre el “estado” de la Defensa y sus necesidades, dado que desde el Gobierno se ve la necesidad de duplicar prácticamente el presupuesto de Defensa y en el Parlamento se presenta una proposición de ley al respecto, y sobre el modelo de Fuerzas Armadas, sin embargo, se pase de puntillas sobre el tema. Resulta inaudito comprobar que la cacareada cultura de defensa necesaria en la sociedad resulta imprescindible en la clase política actual.
La ciudadanía en general desconoce el funcionamiento, su organización, sus responsabilidades y, sobre todo, su razón de ser más allá de los conceptos generales de seguridad y defensa
Tenemos unas Fuerzas Armadas que continúan alejadas del espacio social al que pertenecen. La ciudadanía en general, salvo vistosos actos protocolarios y actuaciones en emergencias, desconoce el funcionamiento, su organización, sus responsabilidades y, sobre todo, su razón de ser más allá de los conceptos generales de seguridad y defensa. La falta de cultura de defensa nos deja ignorantes sobre elementos importantes que conciernen a las Fuerzas Armadas y por tanto con poca capacidad de decisión, situación que es perfectamente trasladable al Parlamento, donde los grupos políticos adolecen de desconocimiento en la materia, salvo excepciones muy particulares.
No solo es necesario el conocimiento de lo que tenemos sino también, y sobre todo, debate sobre la necesidad de su existencia y su empleo.
¿Por qué es necesario que tengamos unas Fuerzas Armadas? ¿Las Fuerzas Armadas son realmente operativas? ¿Cuentan con suficiente armamento moderno para afrontar las misiones que se le encomiendan? ¿Está su personal perfectamente preparado? ¿Tienen suficiente personal? Son preguntas que deberían ser planteadas no solo por la ciudadanía sino, y sobre todo, por los miembros de los grupos parlamentarios.
Se conocen las reivindicaciones que desde el alto mando militar se realizan respecto a las necesidades de renovación y ampliación de material y, en menor medida, sobre la falta de personal. Que la necesidad de la operatividad, de la disuasión, de la capacidad de respuesta ante una amenaza, exigen de un material moderno es una obviedad, como también lo es la necesidad de un personal suficiente y perfectamente preparado, adiestrado y atendido, pero no parece que el Ministerio de Defensa termine de cobrar conciencia sobre dichas carencias.
Existen programas ya en marcha y el diseño de otros futuros sobre el material (aviones, buques, material terrestre, etc.) solo pendientes de los presupuestos generales o de aprobaciones de partidas especiales, para su implementación y para su alcance (extensión, cantidad, prioridad, etc.). Pero sobre el personal se pasa de puntillas y, como ocurre en términos generales en el mundo laboral, pasa a ser más un problema del empleado que del empleador. El número actual de personal en las Fuerzas Armadas, su escasez, no da para soportar el esfuerzo que se le exige; así es denunciado constantemente por parte de las asociaciones profesionales, con la permanente reivindicación de revisión del modelo y de la gestión de personal.
Nos hemos dado elementos normativos adaptables que diseñan de forma teórica un sistema que define los objetivos a alcanzar por las Fuerzas Armadas, como proteger al conjunto de la sociedad y contribuir a la preservación de la paz y seguridad internacionales, adoptando medidas preventivas y desarrollando la capacidad de prevención, disuasión y detección. Pero es necesaria una fiscalización de la aplicación de estos desarrollos de la Ley Orgánica de Defensa Nacional por parte del Parlamento para tener certezas y valorar si tenemos en el nivel adecuado el sistema de la Defensa, sus medios y, de forma muy principal, el componente humano, el personal. Y de forma paralela, es necesario introducir en la sociedad el debate sobre la defensa como inicio del despliegue real de la cultura de la defensa, asignatura pendiente que, hasta la fecha, ningún gobierno ni parlamento han sido capaces de promover de forma efectiva y realista.
La guerra a las puertas de la Unión Europea exige tomarnos en serio la Defensa y para ello convendría echar una mirada crítica a las Fuerzas Armadas.
La guerra en Ucrania ha puesto en alerta a aquellos que siempre se han inclinado, por convencimiento o por motivación ideológica, por un posicionamiento pacífico basado en que deben prevalecer el entendimiento y la negociación, pero siempre con falta de perspectiva por la lejanía de las guerras. Nadie quiere la guerra, y existe un deseo, que no una utopía, desde posiciones pacifistas o no militaristas, de que desaparezcan los ejércitos, porque hemos alcanzado un nivel de civilización que así lo exige o porque su mera existencia incita o facilita el conflicto armado. Pero una mirada al mundo nos muestra las grandes desigualdades existentes en la seguridad de los Estados debido a los conflictos en los que muchos de ellos se hallan inmersos, y solo cuando nos son cercanos, porque tienen repercusiones en nuestro bienestar, podemos pensar en cómo se garantiza nuestro actual estatus, si son necesarios los ejércitos y, en nuestro caso, si tenemos unas Fuerzas Armadas capaces y suficientes.
La cercanía de la guerra en Ucrania y los efectos que está produciendo en la población europea, más allá de los económicos y sociales, los que se derivan directamente de la seguridad (o inseguridad), están haciendo cambiar la postura de muchos ciudadanos (y de los responsables políticos) sobre las necesidades de la defensa militar de los países; y España es uno de ellos. El presidente del Gobierno ya ha planteado la necesidad del aumento del gasto en Defensa en los términos de los porcentajes ya propuestos desde la OTAN.