El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
Gracias por contarlo, Egeria
Durante 45 días caminé 900 kilómetros, sola, con una mochila de 15 kilos a la espalda desde Somport, frontera en Pirineos con Francia, hasta Santiago y extendiendo el peregrinaje hasta Finisterre. Era uno de los propósitos que apunté en el cuaderno que cada año estreno en enero en la primera página: “Hacer el Camino francés hasta Santiago de Compostela, sola”. Objetivo cumplido. Ya puedo tacharlo de la lista. La primera etapa la hice el 11 de septiembre y llegué al faro de Finisterre, al kilómetro 0, el 28 de octubre de 2024. Llevé conmigo un diario en el que indicaba lugares por los que pasaba, historias que me sucedían, pensamientos, sentimientos, aventuras, anécdotas.
Ha sido, sin duda, una experiencia vital única en términos físicos y de resistencia mental. Y muy espiritual. Caminaba hablando con la mujer que llevo dentro, o en silencio en mi propia compañía, viviendo el presente. Conocí a personas de muchos lugares del planeta, de todas las edades y sentí cómo todo aquello me enriquecía. Los paisajes, la gastronomía de cada lugar, los animales que encontraba y las conversaciones con la gente se quedaban dentro de mí convirtiéndose en recuerdos para toda la vida. Tanto bien me hizo esta andadura que, una vez en casa, decidí compartirla con mis seguidores de Facebook para que disfrutasen y para que se animaran, incluso, a hacerlo alguna vez.
Y en ello está Teresa Franco, subiendo las etapas con texto y fotos a las redes sociales, compartiendo mi experiencia tan feliz cuando, casualidades de la vida, preciosas y mágicas, el diario de una mujer de mi edad que también hizo una peregrinación cae en mis manos, cerrando el año de una forma que no hubiera podido imaginar: henchida de admiración y humildad. He caído rendida a sus pies. Es el “Viaje de Egeria”, no el mío, el que merece ser conocido por todos y todas.
En el siglo IV, cuando el Imperio Romano estaba a punto de derrumbarse, una hispana de mediana edad, en el año 381, emprendió viaje hacia Jerusalén. Les dijo a sus amigas que escribiría cartas para contarles todo lo que fuera viendo, y que la esperaran. Y emprendió viaje. Esas cartas son las que nos han llegado de su apasionante viaje desde Galicia a Tierra Santa 1640 años después. Creedme cuando digo que al leer a Egeria pareciera que eres una de sus amigas, que su frescura a la hora de describir sus andanzas es tan actual como alguien que en 2025 cuenta las suyas en Facebook.
Estas cartas fueron descubiertas en 1884. Un erudito, ordenando documentos, encontró estas notas en una biblioteca italiana. Durante mucho tiempo se creyó que Egeria era monja y que escribía a sus hermanas religiosas, pero no fue así. Era una dama importante, religiosa, pero no era monja y a quien escribía era a sus amigas del alma. Tenía dinero y tiempo para viajar, eso sí, y en el camino la recibían como una diplomática y militar.
La hispana Egeria fue la primera escritora española conocida cuya obra ha llegado a nuestras manos. Su relato está catalogado como el primer libro español de viajes. Ella no fue la primera mujer que peregrinó a Tierra Santa, pero sí la primera que plasmó su experiencia por escrito. Este “Viaje de Egeria”, se ha recogido en la obra de Luis Lavur, “Historia mundial del turismo” como uno de los desplazamientos frívolos de la aristocracia imperial y una forma de viajar en la posterior Edad Media: la peregrinatio cristiana.
En aquella época, año 381, estaba de moda peregrinar a Jerusalén porque la madre del emperador Constantino quiso recuperar los Santos Lugares. Otras mujeres antes que Egeria lo habían hecho como, por ejemplo, María de Amida, la noble Melania o la diaconisa Marthana. Pero, indudablemente, eran caminos de hombres, religiosos y no religiosos, trotamundos. Y eran caminos con lugares peligrosos. San Gregorio de Nisa criticaba a las mujeres peregrinas diciendo: “Puesto que en aquellos lugares de Oriente las posadas, las hospederías y las ciudades tienen mucho de licencioso y de indiferente hacia el mal ¿cómo puede conseguir que a quien anda entre humos no se le irriten los ojos?”.
Egeria empezó su viaje en alguna parte de la provincia Gallaecia. Atravesó la región francesa de Aquitania y cruzó el Ródano. Llegó a Constantinopla por mar y, siguiendo la vía militar que pasaba por Bitinia, Galacia y Capadocia, en la actual Turquía, llegó a Jerusalén. Se quedó allí tres años, pero haciendo excursiones, en rutas de meses, a Egipto y a Samaria y Galilea. Hizo su travesía unas veces a caballo, otras en barco, otras a pie. Y por carta contaba a sus amigas lo que estaba viendo. En el libro editado por Carlos Pascual, descubrimos que estamos ante una mujer viajera de raza, adelantada a su tiempo, que se detiene en detalles que los demás no reparan. Pasaba fatigas y penalidades, pero buscaba disfrutar de su viaje, enriquecerse, crecer. Fue valiente. Se lanzó a conocer el mundo que existía. Era culta, pero no alardeaba de ello. Eso la hacía cercana, coloquial, directa. Tenía sentido crítico y su curiosidad y apertura a todo la convierten en una mujer admirable.
Han pasado más de 1.600 años y poco parece haber cambiado en lo esencial. Los caminos siguen siendo más peligrosos para las mujeres
Leyéndola, la acompañas y te sientes su amiga. Te das cuenta de lo buena persona que era cuando visitaba a monjes ancianos y enfermos que no podían subir con ella a montañas elevadas, o a lugares santos muy lejanos para ellos. Y cuenta cómo la recibían, con hospitalidad, dejándole a veces hasta alguna manta, y la despedían con presentes y frutos de los huertos de los monjes. Como dice el editor, “puede que el mundo haya cambiado mucho desde entonces. Las manías de los hombres, no tanto”.
Estaba fuerte, era fuerte. Pero por lugares peligrosos fue escoltada por militares romanos desplegados en la zona. Luego, en las vías romanas, seguía camino con su comitiva. No sabemos si logró volver a Hispania, no lo sabremos nunca. Yo quiero creer que sí, y que se fundió en un abrazo con sus queridas amigas.
El viaje de Egeria deja plantada la semilla de trotamundos para seguir sus pasos. La imagino por el desierto a lomos de los camellos que tanto le sorprendían cuando se orientaban perfectamente por la noche, viendo paisajes preciosos, junto al calor de un fuego o bañándose en algún río. Imagino la dureza de sus días y las fatigas que pasó. La imagino con el corazón agitado, viva. Todo aquello pudo hacerlo por la red de calzadas que había en el Imperio, unos 80.000km, que seguían las legiones, las postas y comerciantes, y por la pax romana.
Han pasado más de 1.600 años y poco parece haber cambiado en lo esencial. Los caminos siguen siendo más peligrosos para las mujeres, sin paz no se puede disfrutar de la libertad de movimiento ni de nada. Seguimos contando nuestros viajes en otros formatos y la hospitalidad al peregrino y peregrina permanece, sobre todo si económicamente te lo puedes permitir. Tenemos militares desplegados en aquellas tierras, muy lejos de casa, y mujeres que, como Egeria, son pioneras en muchos ámbitos. Ojalá pudiera cartearme con ella, pero no se puede viajar al pasado, ese viaje solo tiene una dirección. Una pena, pero me alegra haber encontrado en mi camino a Egeria.
Gracias. A mis 900 kilómetros no les quito mérito, pero no son nada comparados con tu proeza, amiga. Gracias mil.