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Palestina: Réquiem por la humanidad

Miguel López (FMD)

Los océanos, caldeados por miles de toneladas de más de gases nocivos lanzados a la atmósfera, no reciclables, indigeribles, nos vomitan encima huracanes y tormentas tropicales consecutivos en lugares y períodos inusuales, cada vez más violentas e impredecibles, causando estragos en nuestras ciudades, campos y bosques y, oh!, nos llevamos las manos a la cabeza porque no sabemos —o no queremos saber— qué o quién lo está causando, porque, vete tú a saber, en la tele dicen que si esto, que si lo otro...

Temperaturas veraniegas nunca vistas desde que existen las mediciones en latitudes inapropiadas. Canadá arde, Australia arde, una tormenta tropical gigantesca convierte en lago el norte de Grecia, otra arrasa el norte de Libia. Muertos por decenas de miles, catástrofes, desolación. La biosfera, nuestra aldea global, nuestro habitat, está señalando a gritos la proximidad de unos límites, seguramente irreversibles, para la especie humana en particular, que seguimos sin querer ver.

Migraciones masivas, desesperación, explotación, vejaciones, violaciones, detenciones arbitrarias, naufragios (Mare Nostrum, Coemeterium Suum), devoluciones en caliente, deportaciones, deshumanización en suma. Son moros, son negros, en cualquier caso, musulmanes y, como tal, otra civilización —se dice—, menos avanzada y mejor que se queden en su casa, no sea que, a fuer de instalarse en nuestras ciudades, en nuestros barrios, acabemos todos en unos pocos años mirando a La Meca, haciendo abluciones y nuestras mujeres portando el hiyab. Eso sí, sus recursos naturales y ricos minerales no pueden ser explotados por incompetentes nativos y sólo nuestra tecnología puede convertirlos en bienes de consumo masivo de los que, si se portan bien, les llegarán de vuelta los modelos que ya nadie quiere.

Invasión de los EEUU en Afganistán (2001), con posterior despliegue de la OTAN, en represalia por los atentados del 11-S y para desmantelar la red terrorista de Al-Qaeda. Tras derrocar a los talibanes temporalmente, dejan un país, veinte años más tarde, con decenas de miles de muertos, desarticulado y de nuevo en manos de los talibanes.

Invasión, otra vez estadounidense, en Irak en 2003 por la afirmación del presidente Bush jr. (y sus mariachis de la foto de las Azores) de que que el régimen de Sadam Hussein poseía y estaba desarrollando armas de destrucción masiva, afirmación que luego se verificaría como falsa. El resultado fue el inicio de una guerra civil entre sunitas y chiitas, el fortalecimiento de Al-Qaeda, la aparición del ISIS y un millón de muertos en 8 años.

Nos acercamos en el tiempo con la revolución ucraniana del Euromaidán (2013), progenitora del conflicto del Donbás (2014-2022), que provocó unas aguas turbulentas en las que Putin supo echar la caña en vistas de una buena pesca. Aguas que acabaron por anegar todo el país cuando Putin ordenó invadir Ucrania, en una “operación militar especial” para desnazificar (sic) el país.

Gaza, 7 de octubre, ataque relámpago de milicianos de Hamás en Israel con cientos de víctimas entre muertos, heridos y rehenes. Movimiento de Resistencia Islámica y organización política que ganó las últimas elecciones en la Franja de Gaza, Hamás ha cometido numerosos atentados suicidas en los últimos años y ha sido acusado en muchas ocasiones por abusos a los derechos humanos por las principales ONG.

El gobierno de Israel, encabezado por el corrupto Netanyahu con el apoyo de la extrema derecha sionista, fue sorprendido por la eficacia y la magnitud del ataque terrorista, reaccionando con tal brutalidad y desproporción con consecuencias por el momento indescifrables. Nada más que añadir a lo que con angustia y preocupación estamos asistiendo día tras día.

El contexto

Hasta ahora he resumido algunos hechos relevantes de los problemas medioambientales y los conflictos más relevantes de este siglo. Permítanme que, a continuación del texto, vaya al contexto.

Porque el contexto importa, las cosas no suceden por arte de magia, por sí solas. Todas tienen una génesis y un desarrollo que arroja un resultado.

El calentamiento de los mares tiene su explicación en las décadas de emisión desbocada de gases de efecto invernadero sin que las numerosas cumbres del Clima (más bien las grandes potencias consumidoras) hayan sido capaces, no solo de contener esas emisiones, sino de evitar que sigan aumentando. Las grandes olas de calor durante el verano y las altas temperaturas inusuales en primavera y otoño también tienen su explicación por ese mismo calentamiento global antropogénico y la ausencia de políticas preventivas de los gobiernos.

Las migraciones masivas de las últimas décadas son debidas a múltiples factores, entre los que se encuentran las guerras civiles de los países de origen, desastres naturales, dictaduras, falta de futuro, esperanza de encontrar una vida mejor...

Afganistán fue invadida en el marco de la (global) War on terror lanzada por G.W. Bush. Osama bin Laden justificó los ataques por las agresiones continuadas de EEUU contra los musulmanes en todo el mundo, las sanciones a Irak y en especial por el apoyo americano a Israel. Para recordatorio, Bin Laden fue formado por la CIA para luchar contra la invasión soviética en Afganistán (1979-1989). El cachorro les salió respondón. Luego vendrían Guantánamo, Abu Ghraib, Bagram...Torturas e impunidad. Haciendo amigos. Aguas y lodos.

Irak, tras sufrir durante años los efectos de una exclusión aérea en el norte, bombardeos masivos en Bagdad y sanciones económicas durante 13 años, fue objeto de un plan americano de cambio de régimen para que un nuevo gobierno, obediente, usara “el petróleo para destruir el cártel de la OPEP a través de un aumento masivo de la producción por encima de las cuotas OPEP”. Como el plan falló, había que crear una coartada para hacerse con el petróleo, del que se beneficiaron principalmente los contratistas americanos en la reconstrucción de la destrucción previa.

La invasión rusa en Ucrania en febrero de 2022, además de la excusa de Putin sobre la limpieza de nazis en el país, es ciertamente ilegal e injustificable, aunque tiene sus explicaciones geoestratégicas. Entre ellas sin duda el incumplimiento de EEUU de la promesa de no acercar las fronteras de la OTAN a Rusia (“not one inch Eastward”) hecho a Gorbachev a cambio de una Alemania unificada dentro de la Alianza. Pero la realidad subyacente es que en territorio ucraniano se está librando una guerra delegada (proxy), un conflicto político, comercial, económico, energético y militar entre EEUU y Rusia.

Y entramos en la materia que avanza el título de este post: el conflicto en Oriente Próximo.

Lo que está ocurriendo en Gaza ha de inscribirse forzosamente en la situación que vive esa zona desde hace más de 70 años. Desde la irregular creación del Estado de Israel, con malas artes y muchas presiones, el sionismo no ha hecho más que arrinconar a los habitantes que ocupan Palestina con el objetivo final de expulsarles definitivamente y así dar por terminada la Nakba de 1948, en la que fueron expulsados más de 700.000 palestinos.

Hamás, movimiento de resistencia en la Franja de Gaza, cometió unos ataques atroces el 7 de octubre, cierto, ataques que pueden calificarse de terroristas, masacrando población civil y deteniendo a personas para llevárselas como rehenes. Cuando un recipiente hermético se somete a una presión creciente, no hay válvula de seguridad que evite el estallido en determinado momento. Ese recipiente es esa estrecha zona junto al mar en la que se hacinan más de dos millones de personas que sobreviven gracias a la ayuda internacional.

Eso es lo que ha ocurrido finalmente. Los palestinos que allí han nacido y crecido, sometidos a un permanente bloqueo y a humillaciones constantes por parte de las autoridades israelíes, ante la falta de futuro y de una perspectiva de desarrollo vital decente, propio y de su familia, sienten que cada vez tienen menos que perder y, ante el odio acumulado (ya son varias generaciones) están dispuestos a todo. De ahí que las milicias de Hamás sigan nutriéndose de jóvenes desesperados que, conforme vayan siendo detenidos o muertos en enfrentamientos o bombardeos, van a seguir siendo reemplazados inmediatamente por entusiasmados nuevos milicianos.

Y eso por no hablar de Cisjordania, ocupada paulatinamente mediante asentamientos ilegales de crecidos colonos que se sienten impunes por el respaldo del ejército israelí. Amenazan, agreden, asesinan y expulsan finalmente a los milenarios habitantes, quitándoles las casas y arrancándoles sus olivos, sus medios de vida, y con ellos el alma.

De la misma manera, los bandoleros de Sierra Morena (nuestro Curro Jiménez y compañía) y la mismísima Agustina de Aragón podrían haber sido tachados de terroristas

Israel ha participado activamente en la potenciación de Hamás, tratando con ello de debilitar a Al Fatah, partido que gobierna Cisjordania. Para ello no dudó en permitir que Hamás fuera financiado por Qatar, país que apoya la causa palestina.

Hamás está catalogado como grupo terrorista por EEUU y por la UE principalmente por la presión de Israel y fuerte influencia del lobby judío americano. Israel tiene derecho a defenderse de los recientes ataques, cierto. Igualmente, todo pueblo oprimido tiene derecho a defenderse de la opresión y a defender sus tierras que habita, al menos, desde la misma época que el primitivo pueblo judío.

Poco se habla de que, como bien señala el historiador Enzo Traverso, en los años previos al nacimiento de Israel como Estado, organizaciones judías (sionistas para ser más exactos) como Irgún (precedesor del actual Likud, partido de Netanyahu) o Stern, realizaban ataques terroristas y atentados contra las autoridades británicas y contra los árabes. La Haganá, precursora del actual Tsahal (fuerzas de defensa) fue igualmente un movimiento de resistencia, ilegal, frente a los árabes que más tarde pasaría a la ofensiva con numerosas acciones preventivas. Igualmente fueron tildados de terroristas movimientos de liberación nacional como el FLN en Argelia e incluso la OLP bajo el liderazgo de Yasir Arafat, por cierto galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1994.

De la misma manera, los bandoleros de Sierra Morena (nuestro Curro Jiménez y compañía) y la mismísima Agustina de Aragón podrían haber sido tachados de terroristas, al igual que cualquier otro patriota que hubiera matado a franceses, entonces potencia ocupante, como lo es hoy Israel en la mayor parte de los territorios palestinos que no le corresponden, haciendo caso omiso de múltiples resoluciones de la ONU.

Todo lo relatado hasta ahora, que no justifica lo acontecido pero sí lo explica, tiene un común denominador: la población civil como víctima. Lo que en las últimas semanas está llevando a cabo Israel en Gaza son crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad que probablemente serán considerados formalmente como genocidio. Más de tres semanas de continuos bombardeos que arrasan viviendas, hospitales y escuelas, llevándose por delante la vida de más de 10.000 personas inocentes. Porque, ¿cuántos milicianos de Hamás han detenido o matado? ¿O es que, una vez más, el fin justifica los medios? Israel no tiene enfrente a un ejército regular armado, sino a civiles desarmados, exhaustos y aterrorizados. ¿Se sentirán héroes los militares israelíes a sabiendas de que, con una sola pulsación del “joystick” de su avión van a segar en un segundo la vida de muchísimas personas, incluidos niños?

La masacre de Srebrenica (1995), en la que fueron asesinadas 8.000 personas de etnia bosnia musulmana a manos de los serbio-bosnios, incluyendo niños, adolescentes y ancianos, fue calificada de genocidio por sentencia del Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia (ICTY). Por analogía, algún día habrá de constituirse un tribunal que juzgue y condene también por genocidio a los responsables de esta matanza. 

Ante tamaña ignominia, los líderes políticos occidentales están mostrando una tibieza vergonzante, cuando no complicidad con los culpables por acción u omisión, empezando por el presidente Biden (único mandatario con capacidad para parar inmediatamente la masacre) y siguiendo por los responsables de la UE, con Ursula von der Leyen a la cabeza.

La historia nos ofrece ejemplos del resultado de las políticas de apaciguamiento, como la de las potencias europeas previas a la II Guerra Mundial respecto al III Reich, o las miradas distraídas de gran parte de los ciudadanos alemanes ante el crecimiento y la violencia del nazismo en los años 30.

El presidente Sánchez, actualmente bien considerado en el plano internacional, bien podría ser más proactivo en la defensa de los derechos humanos de los palestinos en general y los gazatíes en particular. Si bien España por sí sola no tiene capacidad para frenar el conflicto, al menos podría emprender acciones políticas valientes como la convocatoria de la embajadora israelí en España o llamar a consultas a nuestra embajadora en Tel Aviv, medidas contundentes previas a la ruptura de relaciones diplomáticas que a buen seguro serían observadas y tal vez imitadas por otros países miembros de la Unión.

A modo de resumen, dos consideraciones finales:

1. El movimiento de resistencia Hamás cometió graves ataques terroristas contra la población civil israelí. ¿Es Hamás un grupo terrorista? No.

2.  El Estado de Israel está cometiendo graves ataques continuados de terrorismo contra la población palestina de Gaza merecedores del calificativo de genocidio. ¿Es Israel un Estado terrorista? No.

Por todo lo anterior, a buen seguro generaré críticas y algún alejamiento o enemistad. Tal vez también algunas adhesiones o, al menos, comprensión. Vivimos tiempos revueltos en los que no tiene sentido la equidistancia ni la neutralidad ante hechos tan graves como los que he relatado. Me quedo con la conciencia tranquila y reconfortado con este texto, con él me significo y me implico porque, como decía Sartre, hay que comprometerse (il faut s’engager) para ser libre.

Los océanos, caldeados por miles de toneladas de más de gases nocivos lanzados a la atmósfera, no reciclables, indigeribles, nos vomitan encima huracanes y tormentas tropicales consecutivos en lugares y períodos inusuales, cada vez más violentas e impredecibles, causando estragos en nuestras ciudades, campos y bosques y, oh!, nos llevamos las manos a la cabeza porque no sabemos —o no queremos saber— qué o quién lo está causando, porque, vete tú a saber, en la tele dicen que si esto, que si lo otro...

Temperaturas veraniegas nunca vistas desde que existen las mediciones en latitudes inapropiadas. Canadá arde, Australia arde, una tormenta tropical gigantesca convierte en lago el norte de Grecia, otra arrasa el norte de Libia. Muertos por decenas de miles, catástrofes, desolación. La biosfera, nuestra aldea global, nuestro habitat, está señalando a gritos la proximidad de unos límites, seguramente irreversibles, para la especie humana en particular, que seguimos sin querer ver.

Publicado el
9 de noviembre de 2023 - 19:56 h
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