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Unión Europea: los pasos de “la yenka” y una apuesta por la paz

Miguel López

Los que peinan canas, o quienes no nos queda ya nada que peinar, recordamos los pasos de aquel baile de éxito de mediados de los años sesenta: izquierda, derecha, adelante, hacia atrás... Eso es lo que bailan en Bruselas desde hace un tiempo. Pero, seamos justos, pasitos adelante, alguno ha habido, sin duda.

Hace meses, en plena escalada diplomática previa a la invasión rusa en Ucrania, la UE habló con una sola voz ante el intento del ministro ruso de exteriores, Sergey Lavrov, de recabar por separado la posición sobre la crisis en Ucrania de cada uno de los Estados miembros de la OTAN y de la OSCE, entre los que se encuentran los 27 de la UE. Se trataba de un intento velado por ningunear a la Unión Europea, pero seguramente Lavrov no contaba con una respuesta rápida y unitaria por parte de su representante diplomático, el Alto Representante, Josep Borrell. Hay que decir que, dados los antecedentes, pocos contaban también con una respuesta unánime de los Estados miembros del club europeo.

Otro pequeño pero significativo avance en la UE es la reciente presentación de la Comisión Europea de un plan para que los Estados miembros puedan comprar armas conjuntamente. Aunque el plan está motivado por la necesidad de reponer armamento que se ha estado enviando a Ucrania, según apuntó el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, se trata de una previsión de la PESCO (Cooperación Estructurada Permanente, para refrescar memorias), ahora bastante olvidada, al menos mediáticamente, habida cuenta del “renacimiento” de la OTAN. Queda por ver si ese plan de adquisiciones conjunto servirá para “impulsar la base industrial europea”, según aseguró el comisario Breton, o por el contrario se van a seguir comprando sistemas de armas USA.

Cuestión aparte sería la de considerar si es eficaz o no para detener esta guerra sangrienta seguir enviando armamento a Ucrania, pero ese no es el objeto de esta entrada.

El bumerán de las sanciones

Estamos viendo —y sufriendo— las consecuencias para nuestras economías, y lo que es más importante, para el bolsillo de los ciudadanos europeos, de las sanciones adoptadas a toda prisa contra Rusia, sus bancos, su industria y determinados dirigentes. El resultado inmediato ya nos ha impactado: una inflación galopante que fluctúa entre el 10 y 20% en función de los países. Combustibles por las nubes, la cesta de la compra restringida ya en muchos hogares, los transportes, etc.

No cabe duda de que las sanciones aplicadas le escuecen a Rusia pero no paralizan su economía, respaldada por la gran masa de liquidez con que cuenta sus bancos y con la subida de los precios de las materias primas: venden menos pero más caro y el resultado es un impacto atenuado en los ingresos del Estado. En lo que respecta al petróleo y el gas, Rusia ha hecho incluso más caja vendiendo menos debido al aumento espectacular de los precios, sobre todo en el caso del gas.

Las reservas europeas de gas, aunque puedan sobrevivir este invierno, no lograrán reponerse al nivel mínimo aceptable para el siguiente 2023-2024.

Socios comerciales de Rusia, como India, China y diversos países africanos y latinoamericanos, equidistantes en distintos grados respecto a la invasión de Ucrania, pueden verse beneficiados por las restricciones europeas a la compra de petróleo ruso, previsto para finales de este año o principios de 2023, pues nada les impide revendernos parte del crudo que importen de Rusia.

La reciente interrupción del suministro de gas a través del gaseoducto Nord Stream I que, según fuentes rusas, se debe al mantenimiento y a la reparación de una turbina, es poco creíble, pues Putin ha encontrado en las materias primas un arma arrojadiza perfecta para jugar con las economías europeas que más dependen de su gas. Curiosamente, las turbinas supuestamente defectuosas se reparan en Montreal y, mira por dónde, Canadá es uno de los países que han redoblado las sanciones a Rusia, pero... Pero Alemania ha tenido que intervenir y ha pedido a Canadá que, por favor, venga, que hagan la vista gorda con la reparación de la turbina y la envíen reparada cuanto antes, no sea que alguna fábrica alemana tenga que parar incluso antes de que termine el verano.

Es decir, la atropellada decisión de aplicar sanciones al régimen de Putin sin pararse a pensar en las consecuencias, directas e indirectas, que los sancionadores podrían sufrir me recuerda la jocosa frase de “que se joda el sargento que no voy a comer rancho”. Los lectores que han hecho la mili saben de qué hablo.

Otro aspecto negativo de esta situación es la desesperada búsqueda por parte de los dirigentes europeos de otros mercados para suplir la falta de gas ruso. Además de la diligencia del onorevole Draghi para asegurar el suministro de gas argelino para Italia, hemos visto cómo ha comenzado el mercado de blanqueo de sátrapas, monarcas feudales y dictadores de todo pelo (Dubai, Qatar, Azerbaiyán, etc.) que ahora se les otorga la distinción de socio estratégico con tal de que nos vendan gas, y al precio que ellos decidan, faltaría más. Los valores democráticos y la defensa de los derechos humanos propios de la Unión Europea se van por el sumidero cuando la situación aprieta y florecen los intereses (siempre subyacentes), tanto de las instituciones comunitarias como sobre todo de los Estados miembros. Recuerdo muy bien la que le cayó a la politóloga Arantxa Tirado en un programa de radio cuando dijo que la geopolítica no se basa en valores sino sólo en intereses. Dos co-tertulianos se le echaron a la yugular llegando incluso al insulto.

La guerra propagandística rusa

La maquinaria de (des)información rusa está ganando batalla tras batalla al conjunto de Occidente, usando la manipulación, las medias verdades y las mentiras enteras por mucho que se haya restringido o prohibido en la UE medios de comunicación estatales como RT y Sputnik.

Los medios occidentales, salvo un puñado de excepciones, barren igualmente para casa manipulando datos, silenciándolos o simplemente proclamando la voz de su amo. Son generalmente grandes conglomerados mediáticos en cuyos consejos de administración se sientan representantes de las grandes empresas y operadores de finanzas y fondos de inversión, es decir, lo más granado del capitalismo salvaje y del neoliberalismo. Pero la influencia mediática rusa consigue tener millones de oyentes en el resto del mundo a través de sus ejércitos de analistas, hackers, todo tipo de herramientas encubiertas y un nutrido y eficaz cuerpo diplomático. RT, por ejemplo, ha cambiado sus tácticas y está creando nuevos portales en diferentes idiomas para eludir la prohibición que pesa sobre ella o sigue influyendo de forma notable en América Latina a través de RT en español y en los países francófonos de África por medio de RT France.

 Del otro lado, haciendo frente a tan descomunal invasión de redes sociales, apenas un puñado de funcionarios europeos trabajan desde Bruselas con escasos medios e ineficaces instrucciones. Un comunicado de prensa se desvanece en la malla informativa desplegada por el Krenlim por todos los continentes. Eso lo saben bien en la unidad oficial europea de desinformación del Kremlin, conocida como East Stratcom, dependiente del Servicio Diplomático de la UE, que cuenta con un presupuesto ridículo en comparación con sus “enemigos” de los medios estatales rusos.

En busca de la soñada autonomía estratégica

La perseguida autonomía estratégica de la UE ni está ni se la espera tras la última cumbre de la OTAN. Ha quedado aparcada en un sótano polvoriento y sin luz y no sabremos por cuánto tiempo. El innegable éxito de la cumbre atlántica en Madrid, liderada por el presidente Sánchez, le ha llenado de medallas entre sus homólogos por su organización y sus habilidades en el trato personal y cercano con otros líderes. Pero, al mismo tiempo que Sánchez abrazaba a la OTAN, clavaba un puñal en la espalda de la UE (y sus colegas europeos viéndolo y asintiendo), en particular a su proyecto común de mayor autonomía frente al hegemón aliado. La invasión rusa en Ucrania debería de haber servido de estímulo para que la Unión avanzara por ese camino y aprovechar para dotarse de mayores capacidades militares, estructuras de mando propias, inteligencia compartida, etc. Ya hemos demostrado que es posible llegar a una cooperación estructurada real con organizaciones europeas como el European Air Transport Command (EATC) y el European Satellite Centre (EUSC) que, aunque de alcance limitado, han puesto en práctica el “pooling and sharing” y la interoperabilidad de fuerzas, doctrinas y recursos.

En el intercambio en material y servicios de defensa, Europa exporta a EEUU algo más de 7.000 millones de dólares frente a una importación de más de 60.000 millones. La inesperada escalada bélica en nuestras puertas asegurará que ese desequilibrio no se compense fácilmente y que la dependencia europea de los EEUU continue al menos un par de décadas más.

Una apuesta por la paz

Tanto la UE como los aliados atlánticos han apostado mayoritariamente por suministrar armas a Ucrania para compensar algo el gran desequilibrio de fuerzas y medios entre ellos y el agresor ruso. Como consecuencia, Rusia no ha logrado ocupar Kiev, derrocar a su gobierno haciendo de Ucrania un país satélite (como Bielorusia) y ha sufrido importantes pérdidas de material y personal con las que no contaba. Ucrania, por su parte, ha conocido un éxodo de varios millones de personas, muchas de sus ciudades están arrasadas, las víctimas civiles se cuentan por miles y han visto paralizadas sus principales exportaciones.

Ante tamaño desastre humanitario, social y económico, la Unión Europea, espoleada por los EEUU, ha optado por un doble frente: las sanciones económicas y el envío de armamento. No quieren (no queremos) ver que Putin no se va a doblegar con esas presiones -por mucho que su economía se resienta- y que su régimen puede durar más que la capacidad de resistencia del sufrido pueblo ucraniano y que la única, o al menos la más razonable, vía para terminar cuanto antes esta guerra es apostar fuerte por la paz. No se han hecho todos los esfuerzos necesarios para indagar las vías diplomáticas y parece ser que el Sr. Borrell, Alto Representante de la UE, ha tirado la toalla de la diplomacia, núcleo de su “job description”, pasando a utilizar un lenguaje mayormente belicista.

Es perentorio pues sentar a la mesa a un puñado de líderes representando a las partes en conflicto, Rusia, Ucrania y la Unión Europea y, por supuesto, a la ONU. Sí, digo la UE y no la OTAN, por mucho que parte del conflicto tenga su origen en la expansión y presiones de la organización atlántica.

Es necesario y urgente convocar una Conferencia de Paz cuatripartita que ponga sobre la mesa todas las posibilidades para alcanzar un alto el fuego inmediato y la retirada de las fuerzas rusas del territorio ucraniano. Entre esas posibilidades (tácheseme de idealista si se quiere), yo apunto una: preparar un referéndum, controlado y supervisado por organismos internacionales como la OSCE, para que los habitantes de Lugansk, Donetsk y Crimea decidan legítimamente sobre su destino como repúblicas independientes, o integrándose en Ucrania o en la Federación Rusa.

Sólo así podremos escapar de la barbarie y volver a creer en la humanidad.

Los que peinan canas, o quienes no nos queda ya nada que peinar, recordamos los pasos de aquel baile de éxito de mediados de los años sesenta: izquierda, derecha, adelante, hacia atrás... Eso es lo que bailan en Bruselas desde hace un tiempo. Pero, seamos justos, pasitos adelante, alguno ha habido, sin duda.

Hace meses, en plena escalada diplomática previa a la invasión rusa en Ucrania, la UE habló con una sola voz ante el intento del ministro ruso de exteriores, Sergey Lavrov, de recabar por separado la posición sobre la crisis en Ucrania de cada uno de los Estados miembros de la OTAN y de la OSCE, entre los que se encuentran los 27 de la UE. Se trataba de un intento velado por ningunear a la Unión Europea, pero seguramente Lavrov no contaba con una respuesta rápida y unitaria por parte de su representante diplomático, el Alto Representante, Josep Borrell. Hay que decir que, dados los antecedentes, pocos contaban también con una respuesta unánime de los Estados miembros del club europeo.

Publicado el
2 de agosto de 2022 - 21:30 h
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