El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
Vidas que se cruzan
La primera vez que oí hablar de la Novena compañía de la Segunda División Blindada del general Leclerc, conocida como La Nueve, fue conversando con un pediatra. Su padre, progresista y guardia civil, le había hablado de ella. Me recomendó encarecidamente conocer la historia de esta compañía integrada casi en su totalidad por republicanos españoles. En 1936 apenas tenían veinte años cuando tuvieron que coger las armas para defender la República española. No sabían que los supervivientes no podrían abandonarlas hasta nueve años después, y que la noche del 24 de agosto de 1944 serían los primeros en liberar París tras haber luchado contra los ejércitos de cuatro dictadores: Franco, Hitler, Mussolini y Salazar.
Cuando el libro sobre La Nueve, de Evelyn Mesquida, cayó en mis manos, lo leí con la avidez que atrapa a quienes respetan la democracia y adoran conocer la Historia. Entonces yo era militar en activo e intuía que su lectura me engancharía por entender bien la jerga, los empleos, las estrategias militares, la intrahistoria de los personajes. No me equivocaba. Superó mis expectativas. A La Nueve la conocen muy bien fuera de nuestras fronteras y, sin embargo, en España apenas ha calado. No es justo, porque la mayoría de los protagonistas eran españoles. Les han reconocido fuera. Deberíamos hacerlo dentro, henchidas de orgullo.
Evelyn dedicó muchos años a investigar la historia de La Nueve y pudo entrevistar personalmente a los supervivientes. Fue quizá la compañía mejor preparada para el combate del ejército francés que luchaba contra el fascismo en Europa. Aquellos españoles venían entrenados de la Guerra Civil, eran los más fieros, la avanzadilla de las tropas, la vanguardia, la que está más cerca del enemigo. Les daba fuerza la idea de volver a España para liberarla del franquismo, su compromiso con la democracia. Eran disciplinados, pero cuando las órdenes les parecían correctas. Respetaban a sus mandos porque estos les respetaban a ellos, los admiraban y valoraban como líderes. El general y mandos intermedios que tenían no eran racistas. Eran personas que escuchaban. Les permitían hablar español, nombrar a sus carros de combate como quisieran. Daniel Hernández, por ejemplo, integrante de La Nueve, entró en París para liberarla en la tanqueta “Guadalajara”, pero también estaban “Teruel”, “Madrid”, “Belchite”, “Ebro”, “Jarama” o “Guernica”.
No tuve ninguna piedad con los SS en el combate, pero cuando se rendían, a sangre fría ya no podía hacerles nada, salvo quitarles el reloj y las armas
“La Nueve tenía algo especial que no encontrabas en las otras compañías y creo que era la mezcla de hombres más jóvenes y más viejos, todos con una fuerza y un ardor de vencer que no tenían los franceses. Los españoles mayores, que tenían más experiencia, nos ayudaban y nos aconsejaban, ten cuidado, no te atrevas a esto, no corras tanto, despacio… Siempre estaban atentos y creo que salvaron muchas vidas”, cuenta Daniel Hernández. Y también: “Yo no maté nunca a un alemán que no estuviera armado. En cuanto levantaban los brazos ya no podía hacerles nada. No tuve ninguna piedad con los SS en el combate, pero cuando se rendían, a sangre fría ya no podía hacerles nada, salvo quitarles el reloj y las armas”. “El 26 de agosto, el día del desfile de los Campos Elíseos, fui con el Guadalajara en la escolta del general De Gaulle. Fue La Nueve la que formó el servicio de protección (…). Un enorme grupo de españoles había desplegado una inmensa bandera republicana de más de veinte metros de largo. La habían cosido mujeres españolas (…). La bandera desfiló durante una media hora. Los franceses mandaron quitarla durante el trayecto (…). Después nos hicieron retirar también las banderas republicanas de nuestras tanquetas”.
Cada combatiente entrevistado cuenta su experiencia y reflexiones. Pero quiero destacar que el poso que ha dejado en mí esta lectura va más allá de su propia historia. Vidas que se cruzan.
Es el caso de Victoria Kent. Ella fue a recibir a La Nueve cuando liberaron París. Victoria se había exiliado y vivió escondida cerca del Bois de Boulogne parisino. Perseguida por la policía franquista y la Gestapo que la buscaba, tuvo que esconderse. Vivió una pesadilla hasta la liberación, el día más feliz que recuerda. Durante su vida escondida escribió “Cuatro años en París”.
Victoria Kent luchó por la República como política. La Historia con mayúscula la recuerda como la parlamentaria que se posicionó en contra del voto para las mujeres en España, pero es de justicia que se la recuerde como una diputada feminista en las Cortes. Clara Campoamor, a la que siempre admiraré por su valentía en la defensa de este derecho que ahora disfrutamos todas, ya decía a Victoria que imaginaba lo duro que tenía que estar siendo para ella votar en contra de sus principios. Victoria quería el voto para las mujeres, pero creía que había que posponerlo porque se necesitaba primero una revolución social. Me alegra que Clara Campoamor apostara por el derecho de las mujeres a votar sin espera alguna, que lo defendiera con uñas y dientes. Y me gustaría saber qué pensaba Victoria Kent sobre todo esto años después. Pero vuelvo a Victoria. Fue la primera mujer del mundo que ejerció como abogada en un tribunal militar. Asumió la defensa de Álvaro de Albornoz ante el TS de Guerra que le juzgó en 1930 por firmar un manifiesto republicano, y ganó el caso. Fue también la Directora General de Prisiones en España de 1931 a 1934. Eliminó los grilletes y cadenas de los presos y mejoró su régimen de vida. Mandó hacer un busto de Concepción Arenal, reformadora anterior, con los metales que ataban a los presos. Y sobre ella, el diario norteamericano “Ángeles Times” publicó: “Las mujeres honradas por España. Una mujer abogada de 35 años, Victoria Kent (…) Se prepara para introducir en el sistema de prisiones, casi medieval español, los más modernos conceptos sobre las cárceles”. Sin embargo, la cesaron al poco tiempo. El Presidente del Gobierno, Manuel Azaña, llegó a decir: “El consejo de ministros ha logrado, por fin, ejecutar a Victoria Kent. En su cargo de Directora General ha fracasado. Demasiado humanitaria, no ha tenido, por compensación, dotes de mando”.
¡Cuánto machismo rezumando antes y hoy! Lo sabemos las mujeres muy bien. Victoria siguió luchando por un mundo mejor para nosotras. Trabajó incansable para hacer realidad la Ley del Divorcio y, cuando empezó la guerra, fue la Directora de la recién creada “Junta Nacional de protección de huérfanos de los combatientes muertos durante la Guerra Civil”. Fue entonces cuando marchó a París, a la embajada española, para poco después tener que esconderse.
La historia de La Nueve (y paralela la de Victoria Kent) está llena de batallas ganadas y guerras perdidas. Con sus errores y sus aciertos, lo que importa es que lucharon para que tuviéramos un mundo mejor. Lo hicieron como supieron y les honró. Al menos, aquel día en París, sus vidas se cruzaron por unos momentos llenos de alegría y sabor a libertad y esperanza.