Semiosfera Digital quiere ser un blog que, con una mirada crítica, se interrogue acerca de los fenómenos relativos a los espacios digitales. En este sentido, se abordarán aquí cuestiones como la circulación del sentido en los nuevos medios; la relación entre estos y los medios de comunicación de masas tradicionales; la tipología de los públicos y la configuración de la opinión pública en un mundo cada vez más hipermediatizado; o cómo estos espacios propician la viralización de rumores y bulos.
¿Es eficaz la censura?
En el plano de la política internacional y mediática, los últimos días y semanas han estado marcados por tristísimas y preocupantes escaladas. Escaladas armamentísticas, escalada de los discursos de odio, escalada del número de personas civiles muertas. Y también estamos presenciando una absurda e ineficaz escalada de la censura.
Así, a principios de mes, la Comisión Europea (CE) vetaba la emisión de los dos principales medios estatales rusos, Russian Today y Sputnik, en el territorio de la Unión, argumentando que no se está socavando ningún derecho, pues estos no son medios de comunicación sino de propaganda y “son parte de la maquinaria de guerra de Rusia".
Sin entrar en cuestiones propias de las disciplinas del derecho o de la política internacional, desde el punto de vista de la comunicación, esta decisión parece ser claramente contraproducente e ineficaz. Pues —más allá de lo naíf que resulta pensar que censurar a estos dos medios puede ser una medida efectiva para frenar la propaganda y desinformación rusas—, en estos tiempos que vivimos, donde aumentan el descrédito hacia las instituciones y las teorías conspiranoicas (véase, por ejemplo, el movimiento antivacunas), esta decisión puede producir una suerte de efecto boomerang. Es decir, la CE, al llevar a cabo esta medida de gran impacto, que consiste en vetar a unos medios que ya de por sí gozan de escasa influencia entre la mayoría de los ciudadanos de los países donde se están vetando, refuerza las ideas previas y aumenta la duda entre aquellos ciudadanos que desconfían de tal organismo institucional. El resultado, en términos comunicativos, podría acarrear un mayor descrédito a la Unión Europea que a aquellos medios propagandísticos censurados, que ya tienen poca credibilidad.
A esta decisión de veto pronto se unieron muchas de las grandes tecnológicas, como Google, Twitter o Meta. Esta última, propiedad de Mark Zuckerberg, además realizó un cambio temporal en su política de incitación al odio, permitiendo que sus usuarios hagan llamamientos a la violencia contra Putin y los soldados rusos. Esto ha conllevado que al bloqueo que el Kremlin ya había impuesto a Facebook y Twitter a modo de represalia, ahora se sume Instagram. Por tanto, esta censura que empresas privadas acometen contra medios estatales rusos se traduce en la prohibición de esas mismas redes sociales en Rusia. O lo que es lo mismo, legitiman, al menos ante la Fiscalía de Rusia, el bloqueo al acceso a las principales formas de información y de expresión de la población rusa.
Esta censura por parte de las potentes empresas tecnológicas ya la vimos con políticos y partidos políticos; por ejemplo, cuando Twitter decidió suspender permanentemente la cuenta de Donald Trump tras el asalto al Capitolio. O cuando suspendió temporalmente la cuenta de Vox por incitación al odio contra los musulmanes durante la precampaña de las elecciones catalanas de 2021, decisión que avaló el Tribunal Supremo en la sentencia del pasado ocho de marzo. Y también vimos que logran el efecto contrario al deseado, aumentando la popularidad e incluso la credibilidad de los censurados, víctimas de los potentes manipuladores mediáticos, de la dictadura progre, de Silicon Valley o de lo que más convenga.
En definitiva, como ya se intentó apuntar en el anterior artículo de este blog, estamos inmersos en un sistema hipermediatizado donde se multiplican el número y la viralidad de las fake news, que, como publica un reciente estudio del MIT, circulan hasta un 70% más rápido que las noticias veraces; donde los deepfakes, según un estudio publicado en la PANS el mes pasado, no son solo prácticamente indistinguibles de los rostros y personas reales, sino que resultan transmitir una mayor confianza; y donde la desinformación y las manipulaciones promovidas por las empresas de astroturfing, los bots y los trolls nos intoxican cada vez más, así lo relata un exempleado arrepentido que se ha pasado una década trabajando para estas agencias.
A estas alturas, y frente a la propaganda y la desinformación emitidas por RT y Sputnik, la medida de la censura podría compararse con intentar apagar un gran incendio con una botella de agua o, para ser más realistas, con una botella de gasolina
A estas alturas, frente a todo esto y frente a la propaganda y la desinformación emitidas por RT y Sputnik, la medida de la censura podría compararse con intentar apagar un gran incendio con una botella de agua o, para ser más realistas, con una botella de gasolina. En su lugar proponemos, como ya hiciera Paolo Fabbri hace más de veinte años, una alfabetización visual de los ciudadanos. Ya no vivimos únicamente sumergidos en una cultura de imágenes, que es como se manifiesta, en gran medida, lo digital; sino que somos co-productores y prosumidores de las mismas y, por tanto, tenemos también un mayor grado de responsabilidad. Debemos armarnos de conocimientos y crítica que nos permitan ser menos manipulables y en consecuencia menos partícipes en la viralización de las fakes, así como de herramientas que nos ayuden a distinguir los bulos de las noticias veraces. Fabbri sugería explicitar y estudiar la gramática de las imágenes, en tanto que composiciones textuales, para así entender cómo se configura y percibe visualmente lo “real”.
Algunas lecturas sugeridas:
· Bot Ruso (2022): Confesiones de un bot ruso, Madrid, Debate.
· Fabbri, P. (2009) [1998]: El giro semiótico, Barcelona, Gedisa.
· Nightingale, S. y Farid, H. (2022): AI-synthesized faces are indistinguishable from real faces and more trustworthy, en Proceedings of the National Academy of Sciences: https://doi.org/10.1073/pnas.2120481119
En el plano de la política internacional y mediática, los últimos días y semanas han estado marcados por tristísimas y preocupantes escaladas. Escaladas armamentísticas, escalada de los discursos de odio, escalada del número de personas civiles muertas. Y también estamos presenciando una absurda e ineficaz escalada de la censura.
Así, a principios de mes, la Comisión Europea (CE) vetaba la emisión de los dos principales medios estatales rusos, Russian Today y Sputnik, en el territorio de la Unión, argumentando que no se está socavando ningún derecho, pues estos no son medios de comunicación sino de propaganda y “son parte de la maquinaria de guerra de Rusia".