Monedero y el descrédito de la incoherencia Cristina García Casado
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En política, cada vez más, todo lo que se afirma categóricamente o se niega con vehemencia es susceptible de que se te vuelva en contra. Y no tanto por la hemeroteca, que también, sino porque en cuestión de horas –lo hemos visto esta semana– se puede cambiar de opinión y acabar haciendo justo lo contrario de lo que dijiste que no harías.
Pasó primero con el Gobierno. Después de repetirnos durante días que el decreto ómnibus no podía “trocearse”, que se volvería a presentar tal cual ante el Congreso, el martes, el propio Pedro Sánchez salió en rueda de prensa para contarnos que el decreto había sufrido un recorte, se quedaba en 29 medidas y que, después de negarlo y negarlo, de decir que con ellos no contaran porque el Gobierno hacía trilerismo y trampas por meter en el mismo decreto medidas dispares, Junts había dicho que sí. Segundos que se desdicen en una semana. Los de Puigdemont.
En esa comparecencia Sánchez ponía en valor la capacidad de negociación del Gobierno, de “sudar la camiseta”, decía. Y eso es innegable. Se han vuelto especialistas en lograr salvar cada medida en el tiempo de descuento. Para muchos eso es un síntoma de debilidad, de un gobierno inestable. Y realmente lo es, pero no porque tenga que negociar, eso no es debilidad, al revés, eso es la realidad en la política. La realidad a la que tendríamos que estar mucho más acostumbrados y que será norma en los próximos años. Hace mucho tiempo que se acabaron las mayorías absolutas. La debilidad de Sánchez se llama Puigdemont. Él, guste más o guste menos, será el que decidirá cuándo dejará caer a este gobierno. Sólo él.
Pero vayamos con los “donde dije digo, digo Diego”. El tercero en hacerlo esta semana ha sido el PP. Durante días dijeron que lo del decreto ómnibus era un chantaje de Sánchez. Les pedía apoyarlo, o al menos abstenerse en la votación, metiendo otras medidas, algunas se las llegaron a inventar, como lo de la subida del IVA de los alimentos. Y cuando el Gobierno logra el apoyo de Junts, cambiaron el discurso para tirar otra vez de hipérboles: hablaron de humillación, de un Sánchez arrodillado ante Puigdemont… Un discurso que mantuvieron hasta minutos antes de que, a través de un tuit –¡un tuit!– anunciaran que votarían que sí a ese decreto.
Hace mucho tiempo que se acabaron las mayorías absolutas. La debilidad de Sánchez se llama Puigdemont. Él, guste más o guste menos, será el que decidirá cuándo dejará caer a este gobierno. Sólo él
Al día siguiente tiraron de chascarrillo para justificar su volantazo: “han pasado del ómnibus al minibús”. Ni siquiera en esto fueron originales porque ése fue el rótulo que muchas teles utilizaron para titular el acuerdo con Junts. Pero ahí estaban los del PP, intentando justificar su cambio de postura después de todo lo que habían dicho durante horas.
En ocasiones creo que hay que ser de otra pasta para salir ante las cámaras y defender con convicción algo que, en cuestión de horas, vas a tener que rectificar. Y hacerlo sin ni siquiera titubear. Pero en esto se ha convertido la política hace ya mucho tiempo. Y lo que nos queda.
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