Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
La guerra no estaba en Ucrania sino en Génova
No era la invasión ni la guerra que todos esperábamos, no era Ucrania a donde teníamos que mirar, sino algo más cerca. Lo que ocurrió este jueves en el PP fue una voladura que hizo saltar por los aires todos los puentes que quedaban todavía en pie entre Génova y Sol, si es que quedaba alguno. La guerra se ha declarado y está claro que uno de los dos, Casado o Ayuso, la perderán, o quizás los dos. Aquí, como en Ucrania, también hay espías, informes, informaciones filtradas y movimiento de tropas: en las filas del PP empiezan a alinearse en los bandos, huelen la victoria o la derrota y empiezan a moverse. Ayuso decía ayer en la Asamblea de Madrid que “entre unos y otros intentan acabar conmigo, me están haciendo pagar haber sacado 65 escaños”. Seguramente en esto tenga razón y esta guerra se esté midiendo en cuántos escaños son capaces de sacar uno y otro. “Unos y otros…”, sin especificar quiénes son, si los de fuera, los dentro…Luego, en su comparecencia sacó toda la artillería e hizo una declaración de guerra en toda regla: midió cada palabra que quería decir, leyó de hecho el discurso más duro de su carrera política, el que la iba a poner inevitablemente y para siempre con un pie fuera de Génova o a punto de ocupar el despacho de la presidencia. Apuntó directamente a Pablo Casado, el hombre que la puso donde está, su compañero de juventudes. Le acusó de encargar dosieres contra ella, de haber ido contra su familia y llegó a pedir que se depuren responsabilidades dentro del partido. Pidió la cabeza de Casado.
Con una hora y media de diferencia salió el otro bando a contestar. Era evidente que las palabras de Ayuso se habían leído como lo que eran: una declaración de guerra. Y tomaron nota. Hablaron de deslealtad, de emprender acciones legales y dejaron claro que lo del contrato en cuestión, ése por el que supuestamente ayer se detonaron todas las bombas, se iba a investigar de arriba abajo. A esas alturas de la tarde, estaba claro que el PP había saltado por los aires y que, a partir de ahora, pase lo que pase, el partido será otro.
Guerras internas en los partidos las ha habido siempre, en todos, pero que un partido se espíe a sí mismo es para hacérselo mirar
No es casualidad que esta guerra haya estallado cuatro días después de las elecciones en Castilla y León y la operación fracasada que inició Casado para repetir con Mañueco lo que Feijóo y Ayuso habían logrado en sus respectivas comunidades. Casado planteó esas elecciones como una especie de plebiscito, quiso adelantar las generales en un territorio que creía ganado, pero a la mayoría absoluta que le prometían las encuestas cuando adelantó las elecciones, le faltaron 10 procuradores. Exactamente los mismos que le puede dar Vox para llegar al gobierno. No tiene muchas más posibilidades: o eso o aceptar la propuesta que le lanzó Sánchez el miércoles en el Congreso. Casado de momento calla y su silencio lo ha aprovechado Ayuso, o más bien Miguel Ángel Rodríguez, para hacer esta voladura controlada. En juego el liderazgo del PP. Nada más y nada menos. La guerra va sobre esto y es evidente, visto lo visto, que la paz que nos vendían de puertas para dentro no existía. La propia Ayuso confesaba ayer que estos meses ha hecho el paripé en mítines, actos y entrevistas… Luego nos pedirán que les creamos, en fin.
Guerras internas en los partidos las ha habido siempre, en todos, pero que un partido se espíe a sí mismo es para hacérselo mirar. Si de verdad creen que Ayuso cometió una irregularidad con uno de los contratos que adjudicó en plena pandemia, en lo peor de la primera ola, deberían de haber tomado medidas mucho antes: no se trataba de espiar sino de investigar, con luz y taquígrafos. Si Ayuso cree que las acusaciones contra su hermano son falsas, debería de haber presentado toda la documentación necesaria para despejar cualquier duda.
Supongo que dentro del PP habrá muchos que estén espantados con todo este escándalo, con esta guerra sucia entre Casado y Ayuso. No es ésta desde luego la imagen de un partido que aspira a gobernar. Ni son éstos los políticos que se necesitan precisamente ahora: hay otra forma de gobernar, de liderar, y hay gente, dentro del PP que ha demostrado que las estrategias de Casado y Ayuso no son necesariamente las que convencen en las urnas. En Vox se frotan las manos: toda esta guerra saben que les hace sumar votos. Esto no deberían de perderlo de vista en Génova. Y fuera de Génova tampoco.
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