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La máquina de querellas de González Amador, el "ciudadano anónimo" que dispara contra Gobierno y prensa

Dos veranos. Es lo que nos queda para que el Ártico acabe por desaparecer completamente durante la época de verano. Es el cálculo que han hecho varios científicos: vaticinan que en 2027 podría desaparecer todo el hielo del Polo Norte, al menos, durante un mes. Esto tumbaría los peores pronósticos sobre el calentamiento del planeta. Las previsiones nos daban más tiempo, pero nosotros, empeñados en desoír cualquier advertencia, en negar lo que es evidente, lo hemos acelerado. Cada año, cada verano, el Ártico iba perdiendo cada vez más superficie helada. Los cálculos hablaban de que cada década esa masa ártica iba descendiendo un 12%. Parece que hemos logrado finiquitarlo mucho más rápido.

Que no haya hielo durante unos días o semanas en esa parte del globo terráqueo es mucho más grave de lo que creemos. Ese casquete nos protegía a todos de los rayos de sol y, en consecuencia, protegía a la tierra de temperaturas más elevadas. Sin él, sin ese paraguas, todo va a cambiar. La temperatura del agua subirá, los rayos de luz incidirán más directamente sobre aguas más profundas en esa parte del Ártico. Y los fenómenos extremos, serán más probables. Los científicos aseguran que sin hielo se cambiarán, se alterarán los ciclos de tormentas, los ciclos de los vientos y eso nos dejará mucho más expuestos.

Las consecuencias de todo esto las hemos comprobado con la dana. Con cada una de las personas que perdieron la vida aquel día, 222. Doscientas veintidós historias de gente que no tuvo ninguna oportunidad de sobrevivir por la ineptitud política, pero también por la negación de muchos de lo que tenemos ya encima.

La última conferencia sobre el clima terminó sin demasiados compromisos y con muchas ausencias, las de los países que más contaminan, la de los que pueden y deben hacer algo. La tierra no nos va a esperar

Muchas veces nos acusan de alarmistas cuando hablamos sobre estas noticias. Nos dicen que buscamos titulares muy impactantes que no se ajustan a la verdad. Pues la verdad, les guste o no a todos los que se empeñan en ignorar las alarmas, es ésta. La ciencia, los científicos, han puesto fecha a lo que va a pasar en dos años.

La última conferencia sobre el clima terminó sin demasiados compromisos y con muchas ausencias, las de los países que más contaminan, las de los que pueden y deben hacer algo. La tierra no nos va a esperar. No puede esperarnos. Le hemos demostrado demasiadas veces que la hemos fallado. Y vamos camino de hacerlo una vez más. Lo que pueda pasar en dos veranos cambiará muchas cosas, cambiará muchas vidas.

Muchos de los vecinos afectados por la dana de Valencia se han planteado marcharse. Creen que ya no podrán vivir allí, no porque no puedan reconstruir sus casas o sus negocios o sus vidas, sino porque saben que lo que pasó aquel 29 de octubre puede repetirse de nuevo. Y no están dispuestos a pasar por lo mismo.

En ese informe sobre el Ártico había un rayo de esperanza: si redujésemos de forma drástica las emisiones de efecto invernadero, le podríamos dar unos años más de tregua al Polo Norte. Pero para eso hace falta voluntad política y no la veo por ninguna parte. Hay países que están deseando que una nueva ruta marítima se abra en esa parte de la Tierra. Sin hielo, los barcos podrán acortar sus travesías, podrán aumentarse las frecuencias en el sector del transporte marítimo. Todo ventajas, claro, si no fuera porque esos barcos contaminarán aún más.

Dos veranos. Eso es muy poco tiempo. 

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