Peores que un arma

Lo peor de la historia de Antonio, el niño con parálisis cerebral agredido por varios compañeros de clase, es que él los considera sus amigos. Sí, él cree que esos chavales que le pegan sin piedad en la cabeza, que se ríen de él, que le llaman mierda, que le ponen una silla encima de la cabeza mientras le graban y se ríen, son sus amigos. Y que hay que perdonarlos.

Su madre contaba ayer que llevan días hablando con él, contándole, explicándole que además del perdón, lo que han hecho esos chicos, “sus amigos”, está mal y que tiene que tener consecuencias.

El problema es que Antonio no será capaz de entenderlo, porque esos chicos siguen en clase con él. Comparten el mismo aula, los ve todos los días. El protocolo sólo permite la expulsión del centro durante unos días y, después… Bueno después es lo que pasa ahora, que esos chavales han vuelto al centro y están ahí. Y supongo que más cabreados porque el vídeo se ha hecho viral, porque les han señalado, porque sus risas han dolido a todos. Porque el vídeo es extremadamente cruel, duele verlo. Sin conocer de nada a Antonio, sin conocer de nada a esa madre que, ayer confesaba, que lleva días entre el llanto, la rabia, y también la fuerza, la fuerza de no rendirse y de denunciar lo que ha pasado y lo que está pasando.

Ella pide justicia y pide medidas que sirvan. Una expulsión disciplinaria se queda muy corta, más aún cuando se obliga a ese chaval a volver a convivir durante muchas horas, todos los días, con sus agresores. Porque aunque padezca parálisis cerebral, vaya en silla de ruedas, se le ve en el vídeo pasarlo mal mientras ellos se ríen y le dicen que “se esfuerce un poco más”.

Esta semana escribía en otra columna sobre la serie Adolescencia, sobre cómo retrata el ambiente tóxico que se vive en los centros escolares. Esa secuencia en el instituto de los chicos da miedo, cómo se tratan, cómo los profesores se sienten desbordados o directamente ignoran los insultos, las burlas, los acosos…Decía el actor que interpreta al padre del asesino que le saltaron todas las alarmas cuando leyó, con días de diferencia, que dos chavales habían apuñalado a otro compañero de clase en dos puntos diferentes de Inglaterra, de cómo la violencia era la vía de escape en muchos casos para canalizar su rabia, su frustración…No entendemos por qué, pero la violencia, el ser agresivos, está de moda entre los jóvenes.

Ella pide justicia y pide medidas que sirvan. Una expulsión disciplinaria se queda muy corta, más aún cuando se obliga a ese chaval a volver a convivir durante muchas horas, todos los días, con sus agresores

Bueno. El ejemplo de Santander es preocupante. Mucho. Porque demuestra que había impunidad para hacer eso en una clase. Los acosadores no tienen miedo de que nadie les pille grabando.

Y volvemos al problema de siempre, al que lo acaba contaminando todo: los móviles, esos aparatos que entran en las escuelas y en las aulas y que parecen inofensivos. Y que, nos han demostrado demasiadas veces que son peor que un arma. Desde luego a Antonio, ese vídeo, con esa cámara grabándolo todo, ha sido como dispararle a su dignidad.

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