Su entorno llevaba días preparando la posible vuelta del Rey. Algún íntimo suyo había concedido una entrevista en televisión hablando de lo mucho que deseaba volverlo a ver en las competiciones de vela que tanto le gustan al Emérito. En algunos medios se citaba incluso la fecha de su posible vuelta tras dos años en Emiratos: después de Semana Santa volveríamos a verlo por aquí. Y en medio de tanto preparativo llegó la noticia: la justicia británica le ha denegado la inmunidad, es decir, puede ser juzgado, y pueden citarlo a declarar como imputado en la causa abierta allí por su ex amante, Corinna Larsen.
La justicia británica entiende que, si ya no es Rey, el cargo de Emérito no le protege de ser juzgado como cualquier otro ciudadano de a pie. Y sin la inmunidad legal que le otorgaba ser jefe de Estado y miembro de la monarquía, el rey Don Juan Carlos podría acabar sentado en el banquillo. Corinna interpuso una demanda contra él en aquel país por acoso, seguimiento ilegal y difamación. Los abogados de Don Juan Carlos intentaron por todos los medios demostrar ante la justicia británica que su título de Rey Emérito era a todas luces, y a las de la justicia también, mucho más que un título honorífico, que Don Juan Carlos seguía manteniendo su condición de soberano y de miembro de la Familia Real.
La acusación de la que fue su pareja detalla entrevistas en Londres de personas enviadas supuestamente por el Rey para intimidarla. Corinna dice que a partir de 2012 sufrió vigilancia en sus movimientos por Londres y Mónaco: entonces ya había pasado lo de Botsuana, ya se había destapado su relación y aquello empezaba a hacer aguas. Corinna asegura que la gente que hizo aquellos seguimientos eran personas enviadas por el CNI.
Habrá que ver qué pasa con la demanda judicial: Corinna pide una indemnización, el dinero –ya saben– lo cura todo, también los agravios, los acosos, los desplantes
Todo esto es un enorme bache en esa vuelta suave y por etapas que quería hacer el Rey a España tras dos años fuera. Hace unas semanas envió una carta a su hijo anunciándole su intención de regresar a su país, sin fijar de momento su residencia aquí, ni tampoco en Zarzuela. Pero anunciaba que iba a volver, algo que según su entorno añora desde el primer día que se fue.
La noticia este jueves trastocó aparentemente esos planes. Habrá que ver qué pasa con la demanda judicial: Corinna pide una indemnización, el dinero –ya saben– lo cura todo, también los agravios, los acosos, los desplantes. No quiere meter al Rey en más líos de los necesarios. Sólo quiere seguir manteniendo ese nivel de vida que le daba estar al lado del Emérito y que perdió cuando todo saltó por los aires.
Habrá que ver ahora cuáles son los siguientes pasos de la justicia: sus tiempos no son los mismos, todo se dilata de forma desesperante. Y aquí el calendario va a ser clave: si finalmente el juez decide admitir a trámite la demanda de Corinna, cuándo fijará la fecha del juicio, las citaciones, dónde le pilla todo esto al Rey… Esa última etapa de su vida que él anhelaba vivir con cierta tranquilidad se está volviendo en una tormentosa sucesión de episodios que traen muchas nubes negras. Y lo peor es que su imagen, su legado, se deteriora conforme suma esos episodios. El escrito del juez británico es demoledor.
Su entorno llevaba días preparando la posible vuelta del Rey. Algún íntimo suyo había concedido una entrevista en televisión hablando de lo mucho que deseaba volverlo a ver en las competiciones de vela que tanto le gustan al Emérito. En algunos medios se citaba incluso la fecha de su posible vuelta tras dos años en Emiratos: después de Semana Santa volveríamos a verlo por aquí. Y en medio de tanto preparativo llegó la noticia: la justicia británica le ha denegado la inmunidad, es decir, puede ser juzgado, y pueden citarlo a declarar como imputado en la causa abierta allí por su ex amante, Corinna Larsen.