Más terremotos celestiales y menos terrenales

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Cumplimos el mes y aquí seguimos. Asumiendo que, en esto, si no estamos juntos, si no nos apoyamos en los de alrededor, nada funcionará. Parecen muy lejanos ahora aquellos primeros días de confinamiento, en los que nos inventábamos mil actividades y en los que quedarse en casa era casi casi un reto comunitario por ver quién lo llevaba mejor. Ahora pesan los días y sabemos que todavía, como mínimo, quedan 15 días más. Hace unos días publicaba una carta a todos los que estabais en casa básicamente para deciros que se os echa mucho de menos. Que la sensación de soledad estos días ha sido extrema, que salir a la calle no lo sentía ni mucho menos como un privilegio y que esta ciudad, Madrid, que ya es parte de mi vida, que la siento como mía, que me siento de ella, es inmensamente triste sin vosotros. Paradas de autobús desiertas, calles tomadas por las palomas que parecen molestarse cuando intuyen llegar mi coche, semáforos en los que no hay nadie cruzando...Sí, esta ciudad sin vosotros no es lo mismo.

Lo que más impresiona estos días es precisamente eso, el silencio. Sólo lo rompen los sonidos de los pájaros, que se han hecho más intensos estos días, sobre todo cuando no llovía. La ciudad nos ha descubierto sus propios sonidos y el cielo también. En las redes seguro que os han llegado vídeos de sonidos extraños que se han podido escuchar estos días en varias ciudades de España. Son sonidos parecidos a los de las trompetas, o sonidos de ruido de lluvia en días claros, en los que no hay ni una sola nube. Sonidos extraños que, cómo no, han dado para mil teorías de la conspiración. Pero es mucho más sencillo que todo eso. Con el silencio hemos descubierto que en el cielo también hay terremotos y que ocurren a menudo, pero que pocas veces los escuchamos porque nuestro trajín diario, los coches, los ruidos, los aviones, la música, nuestro ir y venir, lo tapan. Se llaman cielomotos y la NASA ha explicado por qué se generan: es el choque entre masas de aire frío y caliente. Ese choque es el que genera esos sonidos tan extraños que muchos han identificado como trompetas o como ruido de lluvia.

Es una cosa más que nos deja este confinamiento. Saber escuchar un poco más lo que tenemos alrededor y que, en circunstancias normales, ni percibimos. Los terremotos del cielo.

Viendo lo que se avecina, preferiría seguir escuchando esos encontronazos entre las masas de aire frío y caliente de la atmósfera y no escuchar los terremotos políticos que se intuyen van a ser lo único que escuchemos en los próximos días. Nos esperan semanas de tirarse los trastos entre unos y otros. Trump ha elegido a la OMS ante la falta de una oposición a la que culpar de todo. Aquí, el pimpampum es mucho más previsible y ni siquiera ahora, con la que está cayendo, con miles de muertos, con el país paralizado, con los sanitarios desfondados, con una pandemia que nos está desafiando a todos, con las residencias de mayores intentando contener el virus a raya, ni siquiera así son capaces de dejar de lado las diferencias ideológicas y remangarse para reconstruir juntos lo que quede de todo esto. Seguiremos contando los días que nos quedan para salir de esto. Seguiremos esa cuenta atrás. Intentando escuchar lo que antes ni siquiera percibíamos, intentando aportar en lo que podamos nuestro granito de arena. Escuchando el silencio, redescubriendo nuestra ciudad y a nuestros vecinos y grabándonos todo esto en la memoria para que cuando esto acabe, que acabará, no pasemos página demasiado rápido y recordemos todo lo que hemos escuchado estos días. Tengamos memoria de todo lo que está pasando, aquí y fuera de España. Para que el ruido no lo distorsione todo. Ánimo. Queda un día menos.

Cumplimos el mes y aquí seguimos. Asumiendo que, en esto, si no estamos juntos, si no nos apoyamos en los de alrededor, nada funcionará. Parecen muy lejanos ahora aquellos primeros días de confinamiento, en los que nos inventábamos mil actividades y en los que quedarse en casa era casi casi un reto comunitario por ver quién lo llevaba mejor. Ahora pesan los días y sabemos que todavía, como mínimo, quedan 15 días más. Hace unos días publicaba una carta a todos los que estabais en casa básicamente para deciros que se os echa mucho de menos. Que la sensación de soledad estos días ha sido extrema, que salir a la calle no lo sentía ni mucho menos como un privilegio y que esta ciudad, Madrid, que ya es parte de mi vida, que la siento como mía, que me siento de ella, es inmensamente triste sin vosotros. Paradas de autobús desiertas, calles tomadas por las palomas que parecen molestarse cuando intuyen llegar mi coche, semáforos en los que no hay nadie cruzando...Sí, esta ciudad sin vosotros no es lo mismo.

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