Las santas, madres y reinas de la Navidad Cristina García Casado
AQUÍ ME CIERRO OTRA PUERTA
Defenderse de las noticias
Esta semana mi hijo de siete años me preguntó si iba a haber una tercera guerra mundial y mi madre me dijo que le dio por pensar que no fuera a llegar la guerra a España y me llamaran a mí. Al margen de que mi madre tiene la capacidad de imaginar el peor escenario posible de todo, incluso no enterándose de mucho (una herencia que me ha dejado; no me podía haber legado un palacete, no) y de que me gustaría echarme a la cara al padre o madre del niño que le dijo semejante cosa al mío en el colegio, lo cierto es que estos tsunamis de información trágica en los que nos llevamos viendo cíclicamente envueltos desde hace demasiado tiempo ya requieren de cierta autodefensa. Si hay que matar algo estos días, son las noticias.
He intentado estar todo lo fuera posible de las noticias de la invasión de Ucrania. Al menos, de las humanas. Un día casi sin querer vi a una profesora llorando porque tenía que empuñar un arma y no pude evitar pasarme horas dándole vueltas a esa sensación, la de dejar de ser lo que eres para ser un soldado. La de que "matar" entre en tu diccionario. La de que dejes de ser lo que eres, apartarte de todo, para ser lo que nunca quisiste: un soldado.
Otro día, también sin pretenderlo, desayunando en un bar, la tele mostraba riadas de gente saliendo de Ucrania rumbo a cualquier sitio que no fuera su casa, porque de repente su espacio seguro era un riesgo mortal. Y claro, con mi hijo pequeño al lado, no pude dejar de fantasear con cómo sería cargarlo y salir de casa, qué le contaría, cómo le mentiría para no explicarle lo que estaba sucediendo.
Y ya sé que cada día, en muchos lugares del mundo, se viven tragedias como estas o peores, que la guerra nunca para porque siempre hay interesados en explotar el sufrimiento, que esto que me ha pasado estos días, incluso huyendo de las noticias, podría ocurrirme cada día si los medios fueran justos enseñándonos el mundo o yo fuera justo preocupándome por el mundo. Pero no pasa. Ocurre estos días solo, quién sabe hasta cuándo, quizá hasta que otra noticia interese más y ocupe su espacio.
Así que no puedo evitar pensar que mi estado de ánimo más profundo y grandes parcelas de mi sufrimiento están a merced de lo que los medios decidan enseñarme y de cómo lo hagan. Y que, por tanto, para mantener un equilibrio justo entre comprender lo que pasa y evitarme sufrir tengo que defenderme de la información, y para alguien que estudió Periodismo no te creas que no es paradójico.
No es una sociedad sana, no es un mundo sano, aquel en el que tenemos que huir de saber lo que pasa para poder llevar una vida mentalmente digna
Pero es que lo he hecho, he evitado mirar, he apartado deliberadamente la mirada de Ucrania y aun así mi hijo me dijo que si iba a haber una guerra mundial, y mi madre que si iba a acabar yo teniendo que ir al frente. Y yo no quiero que piensen eso, igual que no quiero imaginar lo horrible que tiene que ser empuñar un arma o escapar de tu hogar.
No es una sociedad sana, no es un mundo sano, aquel en el que tenemos que huir de saber lo que pasa para poder llevar una vida mentalmente digna. Y sí, ocurren muchas cosas, esta tercera temporada de 2020 sigue perfeccionando el guion, pero seguro que la manera de contarlo y la intensidad con la que se informa no están bien. Ya que ni defendiéndonos de las noticias nos evitamos el sufrimiento, igual los que las cuentan se deberían plantear cómo lo hacen.
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