La dictadura de las hostias

Y de repente, se acabó la guerra. Nunca una muestra de violencia tan ínfima en comparación tuvo un efecto mediático tan opacante. No me imagino a los medios dejando de dar portada a la II Guerra Mundial en 1939 porque Cary Grant le hubiera enchufado una hostia a John Wayne, pero en estos días líquidos que los medios se encargan de alimentar pasa. Tuve la tentación de hacerme el guay y ser el único que no opinara sobre el asunto, pero la siguiente opción era volver a propasarse verbalmente con Grande-Marlaska y decidí evitarlo.

A estas alturas está todo dicho sobre lo que pasó entre Chris Rock y Jada Pinkett y entre Chris Rock y Will Smith, y reconozco que he leído tanto y tan valioso que tengo una opinión muy poliédrica de lo que ocurrió, de manera que sería bastante ponderada y nada impactante esta columna y, por lo tanto, voy a dejarlo. Hay que adaptarse a los tiempos.

No vale decir que vivimos en una dictadura progre en la que ya no se puede decir nada para afirmar a continuación que es comprensible que un señor le enchufe una hostia a otro delante de todo el planeta por un (horrible) chiste a su esposa

Así que voy a hablar de la manera de opinar que se ha tenido de este tema, en los medios y en las redes. Para sorpresa de nadie, ha sido de una visceralidad y agresividad muy desagradable, como por otro lado ocurre permanentemente en este país, ya se hable de Putin o de Chanel. Pareciera que la única manera de expresar opinión sea el enfado o el maximalismo, como si todo nos tocara de cerca, como si formáramos parte intrínseca de todo lo que pasa. Llama la atención la capacidad que tenemos de enfadarnos con las cosas, ejercer con vehemencia y violencia verbal nuestras opiniones, cuando la movilización cada vez es menor. O quizá una cosa sea consecuencia de la otra. Y, ya que estamos, me atrevo a predecir que el espectro político que sea capaz de imponerse en el terreno de la protesta "no virtual" será quien logre gobernar en 2023. Cualquiera que vea lo que está pasando en este país ya sabe quién tiene ventaja y lo peligroso que es que la izquierda criminalice la protesta obrera como hizo una parte no desdeñable de ella con el metal de Cádiz.

Dicho esto, voy a decir lo poco que puedo opinar de lo de Will Smith: no vale decir que vivimos en una dictadura progre y de lo políticamente correcto en la que ya no se puede decir nada para afirmar a continuación que es comprensible que un señor le enchufe una hostia a otro delante de todo el planeta por un (horrible) chiste a su esposa. O una cosa o la otra. Yo, que creo que no se puede hacer cualquier chiste (y, sinceramente, el de Chris Rock me parece que no hay que hacerlo, porque en esta circunstancia lleva una carga de violencia muy significativa), creo que ya deberíamos llegar al acuerdo de que no se puede decir cualquier cosa y que no hay una dictadura progre que te impide hacer chistes de maricones y gangosos. Es bastante fácil entender que un cómico no puede vivir perseguido o agredido por hacer chistes y, a la vez, que quien se molesta u ofende por algunos chistes no siempre es un censor, un dictador o un 'ofendidito'. Y, por cierto: las dictaduras triunfan con las palabras y se acaban imponiendo con las hostias. En este hecho hay de los dos.

Como persona que trabaja en los medios defiendo la libertad de expresión; como persona que la mayor parte de su tiempo no está trabajando defiendo la empatía a la hora de hacer comedia y de juzgarla. Pongámonos de acuerdo en que no todo se puede decir, discutamos qué cree cada uno que no se puede decir y por qué y seamos justos con la pena (moral, social, nunca más) a cumplir cuando nos equivocamos al hacer comedia. Yo el primero. Y tengamos claro que el castigo debe quedar ahí y que pase a lo judicial o lo penal es una barbaridad. Con eso me conformaría.

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