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Sémper, Sánchez y el espejo

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Me escama un poco que se considere un valor mantenerte en una posición, idea o sentimiento durante toda tu vida. "Fue siempre fiel a sus valores y a sus opiniones", se suele decir de ese tipo de gente, como un halago. Una verdad aparentemente absoluta, un filtro, el de la coherencia, concebido como listón de la virtud sin matices. Siento romper el tono rimbombante de la columna para afirmar que, bueno, eso está bien si la posición en la que te mantienes es una bondadosa, sana, saludable. Si nadie te mueve de la virtud. Si decides anclarte a opiniones o ideologías de mierda, pues ser coherente con ello es, efectivamente, una basura. Como aquello de "sé tú mismo". Pues mire, si usted es imbécil, no sea usted mismo.

Lo que es insostenible, al menos en política, es decir una cosa y la contraria de manera constante y pretender que se te tome en serio. No niego que tenga réditos electorales: pero que no se pida respeto.

Si usted es Pedro Sánchez, capaz de decir, primero, que Pablo Iglesias tiene que apartarse del gobierno, y después, que no dormiría con ministros de Podemos en el gobierno, para acto seguido hacer vicepresidente a Pablo Iglesias y tener varios ministros de Podemos, usted ganará elecciones y formar gobiernos, pero no pida respeto. Como cuando puede mantener una posición sobre el Sáhara y afirmar que es la contraria, cuando se proclama respetar los derechos humanos pero se valida la masacre de Melilla, o como uno es capaz de transmutar en cuñado de cuarta para decir que un chuletón al punto es imbatible o que sus amigos de 40 años están asustados con todo feminismo más joven que Carmen Calvo.

Lo que es insostenible, al menos en política, es decir una cosa y la contraria de manera constante y pretender que se te tome en serio. No niego que tenga réditos electorales: pero que no se pida respeto

Si usted es Borja Sémper será capaz de decir que ni un paso atrás en violencia de género el mismo día que defiende que su jefe hable de "un divorcio duro" sobre un tipo del partido con el que han pactado ceder la policía y los jueces ante quienes dicen que la violencia de género no existe. También puede salir a poner la cara a la moderación de un partido capaz de firmar un pacto en el que se prohíben las palabras "violencia de género" en las pancartas cuando se manifieste contra ella. Pues usted puede hacerlo, claro, pero no pida respeto. Su trabajo es lavar la cara y hacer pasar por decente a la extrema derecha y su odio. 

Y, claro, no haga campaña Borja Sémper diciendo lo poco que es de fiar Pedro Sánchez y no haga campaña Pedro Sánchez diciendo lo poco de fiar que es Borja Sémper. Porque seguro que eso les da rédito electoral, pero no pidan respeto por ello.

Que España es mucho más que este juego de espejos de trileros es evidente. Que no son lo mismo, también, porque parten de lugares muy alejados. No se trata aquí de decir que PSOE y PP son lo mismo. Pero sí que cabe, vistas estas listas electorales, estos pactos y esta precampaña, decir que el PSOE que venga después de Pedro Sánchez, el que sea, no va a ser más conservador que el que ha fabricado para este 23J y que este PP no es menos conservador que el de Pablo Casado. 

Porque sí, ya sabemos que renta electoralmente jugar a esto y ser quienes son. Pero que no se pida respeto.

Me escama un poco que se considere un valor mantenerte en una posición, idea o sentimiento durante toda tu vida. "Fue siempre fiel a sus valores y a sus opiniones", se suele decir de ese tipo de gente, como un halago. Una verdad aparentemente absoluta, un filtro, el de la coherencia, concebido como listón de la virtud sin matices. Siento romper el tono rimbombante de la columna para afirmar que, bueno, eso está bien si la posición en la que te mantienes es una bondadosa, sana, saludable. Si nadie te mueve de la virtud. Si decides anclarte a opiniones o ideologías de mierda, pues ser coherente con ello es, efectivamente, una basura. Como aquello de "sé tú mismo". Pues mire, si usted es imbécil, no sea usted mismo.

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