Las calores

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Lo confieso: en esta casa se escucha a Federico. ¿De Prusia? Ay, ojalá. Losantos. Para mantener la magia, lo sintonizo sólo en ocasiones especiales: cuando condenan a Aguirre por alguna mamandurria o Ayuso dice alguna gansada indefendible. Me chiflan sus piruetas serviles: si es un delito, que me lleven preso.

Losantos lleva años con la cantinela del «clima climático». Motecitos, ya saben. Que si el timo verde, que Greta tal y los molinillos que estropean el paisaje (no como las centrales nucleares, que quedan preciosas). Cada mañana, su dulcísima garganta turolense despierta a su rebaño dándole el parte meteorológico. «Veintipico grados en Canarias, frío en Burgos y calor en Sevilla». En Huelva pescan las gambas ya cocidas, pero don Federico erre que erre. Las estadísticas son cosas de bolcheviques: una vez Stalin mandó hacer un informe falso al KGB y desde entonces no te puedes fiar. Ha escrito un mamotreto sobre el asunto que va por su trigésimosexta edición y apesta a rigor histórico. Atiendan: si se licúa el asfalto será cosa de la ETA o del «verdadero autor» del 11M. Lo obvio es falso: a mí dadme teorías descabelladas. En fin, que con unas calores injustificables en el mismísimo abril (récord en la serie histórica, no hay tutía) quise ver por dónde salía. Una semanita emboscado junto al transistor y no ha dicho ni mu. Tantos grados aquí y tantos allí: ni un chascarrillo, ni una triquiñuela retórica para alimentar la chaladura de su feligresía. El viernes se estiró un poco: «38 grados en Córdoba… es casi mayo…».

El negacionismo aguanta hasta que se hierven las meninges. Está el campo precioso: marrón hasta donde alcanza la vista. Las peñas de la sierra del Guadarrama se han puesto a sudar, pero don Federico seguirá a lo suyo hasta que los hijos de Esperanza inviertan en renovables y le toquen la campanita.

El negacionismo aguanta hasta que se hierven las meninges. Está el campo precioso: marrón hasta donde alcanza la vista.

No hacía tanto calor desde que don Juan Carlos conoció a la condesa de Montarco. Salta la noticia. «Mi semen es de fuerza», ha declarado el emérito desde el Bribón. Los monárquicos preparan su finísimo bisturí para separar a la institución de la persona. Espero que Anson esté ilustrando su insignia de consejero de los años en Estoril. Se vienen semanas de ejemplar Transición y el discurso del 23F en la moviola. Leña al mono, que vive en Abu Dabi, y loas a nuestro católico rey reinante, un hombre prudente que almuerza sopa de borrajas. Se ve que ahora a los reyes los escogen por su preparación, ¿verdad? Hacen una justa en un scape room.

El silogismo es sencillo: Felipe es rey porque el Juancar lo fue. Cuestionado uno, temblando el otro. No hay chupamoquetas que evite la conclusioncita de marras. Ni Carlos Herrera hasta los ojos de rebujito. Pero aquí se está con el jefe de Estado manquepierda. Estoy adivinando el editorial gangoso del lunes: cuidado con instaurar una república o tendremos de presidente a Pablo Iglesias. Imagina vivir en un país donde la más alta magistratura no se decida en un lance genital. 

No lo quiera Dios.

Lo confieso: en esta casa se escucha a Federico. ¿De Prusia? Ay, ojalá. Losantos. Para mantener la magia, lo sintonizo sólo en ocasiones especiales: cuando condenan a Aguirre por alguna mamandurria o Ayuso dice alguna gansada indefendible. Me chiflan sus piruetas serviles: si es un delito, que me lleven preso.

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