Entre los desangelados muros de los pabellones de Ifema despunta una llama de esperanza. España, vanguardia de la industria, faro del Occidente, patria de poetas y filósofos, ha encontrado la manera de reinventarse. Un oraculillo susurra a los próceres de la nación: Spain is different.
Los fastos de Fitur han encendido las entendederas de nuestros gobernantes. «Vengan, vengan», gritan los ujieres de todas las embajadas. Cegados por el frenesí, los gerifaltes del rompeolas de todas las Españas han dado el día libre al comando de acoso y derribo de parques y jardines. Las motosierras, aseguran fuentes del partido, meten mucho ruido y es imposible entender lo que se dice. Almeida y Ayuso (falta una A para rematar el equipito) salieron al balcón de la logia y gritaron a los enfervorecidos feligreses: annuntio vobis gaudium magnum, a la sombra del Zendal, en los páramos estériles de Valdebebas, instalaremos un circuito de Fórmula Uno.
Vítores ensordecedores corrieron desde Casarrubuelos hasta Robregordo. «Puedo morir tranquila sabiendo que Madrid tendrá un premio de automovilismo», declara a este periódico Petronila Martínez, de ciento catorce años. «A mi Ramón le encantaba quemar neumáticos en los polígonos, lástima que no viva para verlo». Para alborozo de los provincianos del centro, los mandamases populares han jurado que no costará un céntimo de dinero público. ¡Cáspita! En la Plataforma de Entusiasmados por el Geranio se muestran desconfiados: como no les llegó la macetita, han caído en el nihilismo. Queriendo tranquilizar a los incrédulos, el alcalde promete sortear camisetas con loas a la colaboración público-privada y contratará un equipo de cazafantasmas que patrulle el erial de Valdebebas, no sea que aparezca el espectro de Rita Barberá.
En Galicia, la vicepresidenta segunda del Gobierno negocia con Amancio una medida revolucionaria: las tiendas de Zara aceptarán el carné del Partido Comunista como tarjeta regalo
Carcomido por la envidia, el presidente del Gobierno mandó que le pusiesen un atril para anunciar otra medida de extrema necesidad: hay que ampliar Barajas. La reforma será tan morrocotuda que justificará empotrarle un sustantivo más en el nombre. Madrid-Barajas-Adolfo-Surárez-Puigdemont o algo así. Los extremeños miran con asombro el vórtice fagocitador de recursos que se expande hacia sus fronteras. En el Campo de Gibraltar hacen una colecta entre los vecinos, para contribuir con unas monedillas a la modernización del país. En Galicia, la vicepresidenta segunda del Gobierno negocia con Amancio una medida revolucionaria: las tiendas de Zara aceptarán el carné del Partido Comunista como tarjeta regalo. "En Sumar, luchamos contra el centralismo", declara Díaz, ufana.
Tras arduas investigaciones y el pago de sonrojantes sobornos, infoLibre ha tenido acceso al borrador del Plan Dinamizador del Turismo Nacional que prepara el Gobierno: zoos con sorianos, la repoblación de León con suecos y la venta del Málaga y las islas a los plutócratas bávaros. "Así los niños de las regiones más desfavorecidas aprenderán idiomas", declara una portavoz del ministerio de Educación. "No podemos seguir haciendo el canelo en el informe PISA".
Entre los desangelados muros de los pabellones de Ifema despunta una llama de esperanza. España, vanguardia de la industria, faro del Occidente, patria de poetas y filósofos, ha encontrado la manera de reinventarse. Un oraculillo susurra a los próceres de la nación: Spain is different.