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La socialdemocracia recupera posiciones ante el fracaso neoliberal y el miedo a la ultraderecha

Pureza judicial

El orfeón de los sensatos ensaya su serenata preferida. La letrilla dice: «que los jueces elijan a los jueces», la Jacinta en el pilón, matarile rile rón. La idea es tan brillante que habría que llevarla más lejos: que los diputados se escojan a sí mismos y que, como dice el Evangelio, los muertos entierren a sus muertos.

El sufragio universal, qué cansado. ¡Una vez nos obligaron a votar en julio! En fin, que nos han renovado el ce gé pe jota (cosa importante y fundamental) la misma semana que nos hemos desayunado dos autitos bien indigestos. Uno. El juzgado de lo penal número catorce de Madrid ha absuelto al calvorota que anduvo acosando (¡año y pico!) al matrimonio Montero-Iglesias y a sus chiquillos. Por lo visto, «faltan pruebas» de que el tal Frontera, de nombre Miguel, incordiase a nadie. Debe de ser frustrante: estrimeas tus berridos desde Galapagar, le das ochenta y cuatro entrevistas al tarado de Negre y ni aun así te toman en serio.

Repaso las hemerotecas buscando las vestiduras rotas de los que lloraban por los menores del condominio de Ayuso-Amador, cuya paz cayetana habían sobresaltado dos periodistas greñudos. Lástima, nada. Dos. La Audiencia de Barcelona ha dictaminado que el orangután chandalero que se ofreció a «hacer heterosexual a hostias» a un muchacho que solo quería una hamburguesa no incurrió en ningún delito de odio. El tribunal considera que la violencia no la desencadenó la orientación sexual de la víctima, sino su aspecto, ya que el acusado quería proteger a los niños del local, no sea que se amariconasen por ósmosis o algo así. Cáspita, ¡sapristi!

Condenar a un fascista debe de ser la cosa más complicada del mundo. Sabiéndolo, es natural que el famoso Pugilato (un nazi con carné del partido) se haya envalentonado de nuevo

Recuerdo el caso de Samuel Luiz, al que una recua de malnacidos asesinó a golpes al grito de «maricón, te vamos a matar». Lo recuerdo, digo, porque en aquel caso tampoco faltaron campeones del escepticismo que dudasen del móvil del asesinato. Los tengo apuntados. Carlos Herrera se despachó un editorial llamando a la prudencia: la policía aún no había dictaminado si la cosa era homófoba. A Susanna Griso le preocupaba la creciente politización del caso. Ni olvido ni perdón.

Condenar a un fascista debe de ser la cosa más complicada del mundo. Sabiéndolo, es natural que el famoso Pugilato (un nazi con carné del partido) se haya envalentonado de nuevo. Ahora quiere romperle la cara a Héctor de Miguel, en defensa del Valle de los Caídos. Tengo muchas ganas de leer las columnitas de los fans de este padre del año, ¡defensores de la caballerosidad y la honra!

Mientras sus señorías deciden con qué pirueta van a exculpar al próximo camarada, seis chavales están presos en Zaragoza por montar jaleo en un mitin de VOX. La policía los detuvo horas después, en un bar, por las pintas. En esa ocasión, los entogados no tuvieron dudas. En Gijón se quieren llevar por delante a seis sindicalistas por protestar en frente de una cafetería a cuenta de un conflicto laboral.

¡Más! Hace nada, cuatro periodistas se libraron de la trena: tres años de agonía judicial por empeño de una jueza con condecoración policial. ¿Su crimen? Denunciar una agresión policial que…, para colmo, ¡tenían grabada! Los maderos, ni lo duden, absueltos.

Perdón por el enfado.

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