Quien haya visitado Myanmar habrá vivido más de un atasco en Rangún, quizá de camino a la hechizante Shwedagon Pagoda. Motoristas, taxistas y todo tipo de vehículos a cuatro, tres y dos ruedas –algunos no serian admitidos como extras en Mad Max– pululan bajo la lluvia. Desde sucias aceras, puestos de comidillas callejeras batallan con los coches por un poco de espacio. Venden todo tipo de carne, marisco y pescado. También saltamontes y otros insectos fritos. Todo “conservado” a temperatura ambiente: ideal contra el estreñimiento.
Este escenario a lo Blade Runner sin naves espaciales es Orwelliano en mas de un sentido: el autor de 1984 sirvió de policía imperial en Birmania y criticó sus esperpénticos personajes coloniales (que perviven hasta hoy de un modo u otro). El atasco refleja también la escena política actual. La transición abierta en el 2011 está atrapada por una constitución que da a los militares un 25 por ciento de los escaños del parlamento e impide a la carismática Nobel Aung Sang Su Kyi acceder a la presidencia (la constitución prohibe tal cargo a personas con familiares extranjeros y los hijos de la Nobel son ingleses). Por desgracia, reformar la constitución es imposible como el sueño de un replicante. La reforma requiere mas del 75% de los votos del congreso (es decir, al menos un improbable voto del ejército) y un referéndum aprobado por la mayoría de los votantes registrados.
Una familia en motocicleta y chanclas espera el semáforo: el niño y la niña sonríen. Sus caras están decoradas con rayas y espirales de pasta blanca de Thanaka, una planta con propiedades medicinales. Su padre lleva un casco de plástico barato. La madre, flores de jazmín en el pelo. Él sujeta con una mano el manillar y con la otra el paraguas abierto. La mujer está sentada de lado en la parte de atrás, única posición posible dado lo largo de su longyi (falda). La imagen es tierna y bella –al menos hasta que el escupe la pasta roja de la nuez de betel que mastica–.
De hecho, ofrecen una foto perfecta para cualquiera de los turistas occidentales que vienen en busca de su corazón de las tinieblas particular. Buscan un sueño oriental en las espectaculares pagodas de Bagan, los Pescadores que reman con sus piernas el lago Inle o los palacios de Mandalay. Pocos visitantes son conscientes del régimen y las crueles realidades que merodean mas allá de la tiendas de souvenires o las sonrisas amables de camareros, masajistas y maestros de marionetas.
En realidad, la divertida familia acoplada a la moto muestra la vulnerabilidad de un pueblo vapuleado, desprotegido. No hay salvavidas en caso de accidente. Las próximas elecciones al parlamento del 8 de noviembre son en este sentido un momento delicado en el que mucho esta en juego. Los críticos de la Constitución española del 78 pueden consolarse si la comparan con la decepcionante carta magna Birmana del 2008: sus artículos son una muestra de golpes bajos a la democracia. La amnistía por los crímenes del pasado régimen tiene rango constitucional.
Mientras tanto, tres de los 17 grupos étnicos armados existentes continúan sus guerras particulares. En las regiones-estado de Kachin y Shan se agitan los flecos de una guerra civil inmemorial. El proceso de paz que pretende poner fin a la guerra civil mas larga del mundo (seis décadas) sigue en vilo. También hay otras crisis. Las recientes inundaciones monzónicas reavivaron el trauma del ciclón Nargis, que engulló a decenas de miles de personas en el 2008 y dio paso a la entrada de ayuda humanitaria tras años de cerrazón militar. Los miles de musulmanes que escapan en barco del estado de Rakhine –800.000 de ellos son apátridas– en busca de una vida mejor en Malasia, Indonesia y Tailandia acaban en prisiones y campos de refugiados Birmanos o trabajos semiesclavos y prostíbulos en esos países vecinos.
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Ahora llueve mas fuerte, el semáforo sigue en rojo y la familia de la moto, el paraguas y las chanclas se impacienta frente al cruce. ¿Qué camino tomará este país entre China e India que tantas esperanzas y preocupaciones despierta? ¿Se encenderá una luz verde primaveral o se eternizará el amarillo Orwelliano? ¿Funcionarán los frenos?
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Chema Arraiza es especialista en derechos de las minorías.
Quien haya visitado Myanmar habrá vivido más de un atasco en Rangún, quizá de camino a la hechizante Shwedagon Pagoda. Motoristas, taxistas y todo tipo de vehículos a cuatro, tres y dos ruedas –algunos no serian admitidos como extras en Mad Max– pululan bajo la lluvia. Desde sucias aceras, puestos de comidillas callejeras batallan con los coches por un poco de espacio. Venden todo tipo de carne, marisco y pescado. También saltamontes y otros insectos fritos. Todo “conservado” a temperatura ambiente: ideal contra el estreñimiento.