El principal problema de España es la Anti-España.
Una Anti-España donde se encuentran los empeñados en defender a un dictador genocida y reo de rebelión; los que quieren mantener abiertas las heridas de la guerra civil impidiendo que reciban una sepultura digna las decenas de miles de personas asesinadas y abandonadas en cunetas desde hace décadas; los que ven con naturalidad que se mantenga abierto en las cercanías de Madrid un mausoleo fascista; los que aceptan sin problema que los Franco vivan a cuerpo de rey con lo robado por el patriarca de la familia a todos los españoles. Frente a la España moderna, solidaria, abierta al mundo, viajada y que quiere cerrar las heridas del pasado para mirar hacia adelante reconciliada, se alza esa otra Anti-España paleta, rabiosa, encerrada en su nacionalismo de botijo.
Todos aquellos que aman de verdad a España deberían ponerse de acuerdo en un programa mínimo de sensatez y dignidad democrática, formado por cuatro puntos:
1. Ilegalización de todas las organizaciones que hagan apología del terrorismo, da igual que sea el etarra (que provocó mil muertos) o el franquista (que causó decenas de miles).
2. Exhumación de todos los asesinados durante y después de la guerra civil y, si es posible, identificación de los restos y entrega a sus familiares.
3. Cierre del mausoleo fascista en Cuelgamuros.
4. Creación de una fundación que se encargue de financiar todos los costes relacionados con la exhumación de los asesinados y el cierre del Valle de los Caídos. Esa fundación se nutrirá de las aportaciones realizadas por empresas que se beneficiaron del trabajo esclavo durante la dictadura, por los bienes que se requisen a los herederos de Franco siempre que se demuestre de forma inequívoca que fueron obtenidos mediante la coacción o el saqueo, y por los donativos de aquellas otras personas físicas o jurídicas que quieran contribuir a la reparación y la justicia pendiente desde hace décadas.
A la Anti-España seguro que este programa le parece demasiado “radical”. No faltará algún iletrado que lo considere “propio de comunistas”. Pero comprobar qué ocurrió en Alemania tras el final del nazismo nos ayuda a entender que esa es la forma en que se comportan las sociedades civilizadas. Veamos.
1) El patrimonio de los principales jerarcas del Partido Nacionalsocialista fue requisado. La medida afectó a Adolf Hitler y Eva Braun; Hermann y Emmy Göring; Martin Bormann (el secretario de Hitler); Rudolf Hess; Heinrich Himmler; Baldur von Schirach (líder de las Juventudes Hitlerianas); Heinrich Hoffmann (fotógrafo personal de Hitler) y Julius Streicher (editor del periódico nazi Der Stürmer). Por supuesto, también se confiscaron todos los bienes del Partido Nazi. Ese patrimonio pasó a formar parte del Estado de Baviera (aquí lo explica el semanario Stern).
2) El Estado de Baviera dedicó parte de los bienes incautados –unos 627 millones de marcos– a reparar a las víctimas del nazismo. Otros bienes fueron puestos al servicio de la Administración pública. Por ejemplo, la vivienda privada que Hitler tenía en la Plaza del Príncipe Regente (Prinzregentenplatz) de Munich es ahora una comisaría de Policía.
3) Los tribunales tumbaron las acciones puestas en marcha por algunos herederos de los jerarcas nazis para intentar recuperar los bienes que les habían sido incautados. El caso más famoso es el de Edda Göring, hija del jefe de la Aviación alemana y ahijada del propio Hitler. Como regalo de bautizo, el Ayuntamiento de Colonia le envió el cuadro La Virgen con el niño de Lucas Cranach ‘el Viejo’, una obra del siglo XVI de valor incalculable. El Tribunal Federal de Alemania (equivalente a nuestro Supremo) puso fin en 1968 a la batalla judicial de Edda Göring, que pretendía quedarse con el cuadro expoliado, y dictaminó que la obra pertenecía al Ayuntamiento de Colonia porque había sido “ilegal” la decisión de regalárselo a aquella recién nacida.
Y la misma suerte corrió otro intento más reciente de Edda Göring. En noviembre de 2014, presentó una petición ante el Parlamento de Baviera para que le devolvieran parte de los bienes confiscados a su padre, aunque sólo fuese una mínima parte que le permitiera cubrir “un sustento mínimo”. Seis meses más tarde, el Parlamento bávaro rechazó la petición por unanimidad.
4) En Alemania no hay mausoleos fascistas. De ningún tipo. Lo que hay son campos de concentración convertidos en lugares de recuerdo y homenaje a las víctimas.
5) En las cunetas alemanas no hay restos abandonados de judíos, socialistas, comunistas o gitanos asesinados por los nazis.
6) La Fundación Memoria, Responsabilidad y Futuro (Stiftung Erinnerung, Verantwortung und Zukunft, en alemán), cuyo objetivo es indemnizar a los trabajadores forzosos del nazismo, se constituyó en el año 2000. Sí, en el 2000, más de medio siglo después del hundimiento del régimen nazi y sin que conste que ningún descerebrado dijese que esa fundación buscaba reabrir heridas del pasado. 6.500 empresas alemanas han aportado 2.600 millones de euros a la fundación, entre ellas algunas de las principales compañías que utilizaron mano de obra esclava durante el nazismo.
Así de sencillo. Hagamos en España lo que han hecho en Alemania. No hace falta más, pero tampoco menos. Entre la civilización y la barbarie, elijamos la civilización. Es hora de avanzar y dejar atrás a la Anti-España.
El principal problema de España es la Anti-España.