“Rodrigo Rato. Segunda parte”. Ese era el titular de un amplio reportaje de El País, publicado el 28 de octubre de 2007, en el que se especulaba con la posibilidad de que una derrota de Rajoy en las elecciones del año siguiente permitiese a Rato cumplir “la ambición de su vida”. El supuesto artífice del milagro económico' de los Gobiernos de Aznar había regresado a España dando un portazo al FMI y tenía convulsionado al PP y a los medios amigos. Pero aquella ambición se ha convertido en pesadilla. Para Rato, imputado en la Audiencia Nacional por su gestión al frente de Bankia, pero sobre todo para los contribuyentes españoles que tienen que hacer frente a un agujero de 22.424 millones de euros, para los accionistas arruinados de Bankia y para las víctimas de las preferentes de la entidad financiera.
Y es que la clave de la crisis financiera se resume en tres palabras: hay muchos estafados. Y si existen estafados es porque hay estafadores.
La Justicia deberá determinar si Rato y el resto de los directivos de Bankia imputados en la causa que investiga la Audiencia Nacional forman parte del grupo de estafadores y, de ser así, en qué grado. De momento, causa bochorno escuchar al hombre que quería ser presidente mintiendo en sede judicial sobre sus negocios con su amigo Jaime Castellanos, entonces presidente de Lazard España.
¿Por qué mintió Rato al juez?
Quizá porque sabía que su situación judicial se podía complicar si confesaba que tenía negocios privados con el máximo responsable de Lazard, precisamente la entidad que había avalado la salida de Bankia a Bolsa y que tan generosamente se había beneficiado de la presencia de Rato en la caja. Y es que Lazard facturó como mínimo 9,2 millones de euros a la Bankia de Rato. El abogado de UPyD, partido que presentó la querella contra Rato y Cia., señala en un escrito presentado en la Audiencia Nacional que la mentira de Rato puede ser “indiciariamente constitutiva de un delito de administración desleal”.
“Rodrigo Rato. Segunda parte” ha resultado ser una historia de ambición, es cierto, pero que no termina en Moncloa sino en la Audiencia Nacional. Se sabe quienes son los estafados, ahora falta poner nombres y apellidos a los estafadores y a sus cómplices. A todos.
“Rodrigo Rato. Segunda parte”. Ese era el titular de un amplio reportaje de El País, publicado el 28 de octubre de 2007, en el que se especulaba con la posibilidad de que una derrota de Rajoy en las elecciones del año siguiente permitiese a Rato cumplir “la ambición de su vida”. El supuesto artífice del milagro económico' de los Gobiernos de Aznar había regresado a España dando un portazo al FMI y tenía convulsionado al PP y a los medios amigos. Pero aquella ambición se ha convertido en pesadilla. Para Rato, imputado en la Audiencia Nacional por su gestión al frente de Bankia, pero sobre todo para los contribuyentes españoles que tienen que hacer frente a un agujero de 22.424 millones de euros, para los accionistas arruinados de Bankia y para las víctimas de las preferentes de la entidad financiera.