Es viernes. Sólo han pasado cinco días desde las elecciones andaluzas, y una vez más comprobamos que en estos tiempos gaseosos y acelerados es muy difícil valorar y gestionar los hechos relevantes que se suceden y fagocitan unos a otros y distinguirlos de las simples burbujas, del ruido provocado más o menos intencionadamente.
1.- El mensaje de las urnas en Andalucía es contundente. Deja una mayoría absoluta azul intenso, unos resultados que, analizados al microscopio de Endika Núñez (ver aquí), permiten suficientes pistas para no equivocarse salvo que uno cierre los ojos como los niños asustados. Es obvio que habrían sido distintos si la abstención no se hubiera producido entre dos y tres veces más entre los potenciales votantes de izquierdas que entre los de derechas. Y que esa abstención probablemente sería distinta si el panorama mediático (andaluz y español) no facilitara salvo excepciones un altavoz infinitamente más potente a las derechas que a las izquierdas (ver aquí). Todo lo cual no es óbice para que el PSOE asuma que le espera una travesía del desierto si no afronta una renovación profunda allí donde gobernó casi 37 años y para que el espacio a su izquierda se esfuerce más en la oferta de programas ilusionantes y menos en marcar las diferencias y matices entre siglas y personas.
2.- El mensaje que deja lo sucedido con Mónica Oltra en València también es contundente: estaba obligada y no ha tenido más remedio que dimitir, por coherencia política y por muy injustas que finalmente puedan demostrarse las acusaciones reflejadas en tres autos judiciales distintos: el del instructor, el de la fiscalía y el del Tribunal Superior. Es más, cuesta mucho entender que ese tribunal sostenga que no ve indicios suficientes en la actuación personal de Oltra pero que sí le parece que tiene sustancia delictiva la suma de indicios "colectivos". Algún jurista debería explicar esta singular doctrina que deja herida (en mi modesta opinión) la presunción de inocencia. Con permiso de quienes sólo admiten el blanco o el negro, creo que Oltra ha hecho (incluso unos días tarde) lo que debía hacer, aunque sólo fuera por mantener intacta la credibilidad política de una izquierda valenciana que durante años luchó contra el saqueo del PP a las arcas públicas de la comunidad y que situó como listón para exigir dimisiones políticas la imputación judicial por un tribunal superior. Eso sí, enmierdar a un político (sobre todo si es de izquierdas), parece un deporte fácil (ver aquí).
3.- El mensaje que dejan los audios desvelados por El País (ver aquí) en los que se escucha al exministro del Interior del PP Jorge Fernández Díaz hablando con el excomisario Villarejo no sólo es contundente, sino vomitivo. "Negaré, incluso bajo tortura, que esta reunión ha existido", se le oye perfectamente decir a Fernández Díaz, el mismo altísimo cargo e íntimo amigo de Mariano Rajoy al que en su día escuchamos ante la comisión parlamentaria de investigación de la Operación Kitchen afirmar rotundamente que nunca jamás se había reunido con Villarejo. Ya sabíamos por otros audios, los que desveló Público en 2016 (ver aquí), que Fernández Díaz había ordenado espiar y difamar a dirigentes políticos independentistas. No pasó nada. Ahora hemos comprobado que Fernández Díaz cometió falso testimonio, cosa que él sigue negando (ver aquí) aunque nadie le torture. Seguimos a la espera de que la justicia actúe de una maldita vez para que a nadie más se le ocurra tomar el pelo al poder legislativo ni a la ciudadanía que representa.
En las próximas horas comprobaremos si se han recibido con claridad lo que uno interpreta como mensajes muy diáfanos, dentro de una realidad compleja para la que no caben soluciones fáciles de cuya eficacia ya sabemos: todo consiste en bajar impuestos
4.- El mensaje que deja el decreto de archivo de la investigación sobre los contratos de los que se benefició el hermano de Isabel Díaz Ayuso firmado por el fiscal jefe Anticorrupción es como mínimo preocupante. Pasa en cierto modo como con el escrito de archivo de la causa sobre los posibles delitos cometidos por el emérito: todo ocurrió como sabemos (no como nos habían contado), pero... no se aprecia "ilegalidad alguna" (ver aquí). Por resumirlo mucho, Tomás Díaz Ayuso se llevó en las peores semanas de la pandemia una "comisión comercial" de 234.000 euros (no de 55.000 como sostenía su hermana) por facilitar el contrato de una compra de mascarillas al precio más caro del universo. Pero, según la fiscalía, sus gestiones fueron tan discretas, tan opacas, ¡que ni su hermana se enteró!, ni por supuesto tuvo la menor intervención en el asunto. Tampoco merece mayor importancia el hecho de que la empresa premiada con tan suculento contrato perteneciera a un íntimo amigo de... ambos hermanos, no sólo de Tomás. El fiscal ha facilitado con su meticuloso y sorprendente decreto que Ayuso presuma de absolución total, una demostración de inocencia muy similar a la que en su día le regalaron distintas instancias en el caso Avalmadrid. No nos cansaremos nunca de repetirlo por más mayorías electorales que obtenga esta señora: nunca debió llegar a ser siquiera candidata (ver aquí datos y análisis).
5.- El mensaje más trascendente de la semana está en el aire a la hora de escribir estas líneas. Siguen reunidos los dos socios del Gobierno de coalición intentando negociar el paquete de medidas que este sábado debe aprobar el consejo de ministros extraordinario. Una vez más, a punto han estado de saltar las costuras del Ejecutivo. Es seguro que se prorrogarán varias de las medidas ya aprobadas tras el estallido de la guerra de Ucrania, y más vale que algunas de ellas adquieran un carácter más progresivo del que tenían (ver aquí). Rebajar el IVA puede ser oportuno en determinadas circunstancias, pero no es progresivo, y si el Gobierno de coalición quiere superar el citado mensaje andaluz más vale que opte por utilizar el BOE para abordar no sólo medidas coyunturales que ayuden a las familias más necesitadas sino también las herramientas políticas y las mayorías de progreso en el Parlamento para plantear reformas profundas, económicas y fiscales, que abran un horizonte de seguridad y certidumbre a millones de ciudadanas y ciudadanos muy cansados de tanta desigualdad en las cargas de todo tipo de crisis.
En estas próximas horas comprobaremos si se han recibido con claridad lo que uno (quizás equivocadamente) interpreta como mensajes bastante diáfanos, dentro de una realidad compleja para la que no caben soluciones fáciles ni esa brocha gorda de cuya eficacia ya sabemos: todo consiste en bajar impuestos. Pero no se le ocurra a usted preguntar a quién realmente se beneficia. Ni qué consecuencias tiene. (Pregunten, ojalá no tengan que comprobarlo, lo que ocurre con las urgencias sanitarias en Madrid).
[Sábado, 15 horas: aquí añado el enlace para conocer, una por una, las nuevas medidas anticrisis aprobadas por el Gobierno. Que cada cual juzgue].
P.D. Hay un sexto mensaje de la semana que puede parecer lejano, pero no lo es. El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha anulado este viernes el derecho al aborto. La decisión es el resultado de décadas de presiones del movimiento antiabortista para lograr ubicar a jueces ultraconservadores en puestos clave (ver aquí). ¿Les suena? La descarada insistencia de las derechas y los nacionalismos populistas para controlar el poder judicial no es gratuita, sino ideológica y religiosa, con consecuencias regresivas a la vista: la mitad de la población pierde su derecho a interrumpir el embarazo. La democracia da un paso atrás. ¿Cuánto creemos que tardarán aquí los poderosos lobbies ultracatólicos en utilizar esa sentencia para presionar al Tribunal Constitucional sobre el recurso del PP pendiente desde hace ¡doce años!? Ni un minuto. Ya lo están haciendo.
Es viernes. Sólo han pasado cinco días desde las elecciones andaluzas, y una vez más comprobamos que en estos tiempos gaseosos y acelerados es muy difícil valorar y gestionar los hechos relevantes que se suceden y fagocitan unos a otros y distinguirlos de las simples burbujas, del ruido provocado más o menos intencionadamente.