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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Diez motivos para votar (con permiso del juez Peinado)

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Llámennos ingenuos, pero los que creemos en el periodismo no podemos tirar la toalla y permitir que unas elecciones como las europeas, el ámbito donde se juegan cada vez más derechos y políticas para los ciudadanos, acaben desnaturalizadas y al servicio de estrategias particulares, cuando no de realidades paralelas. 

En infoLibre hemos hecho durante estas semanas un repaso a los principales temas que sí marcarán los próximos cinco años en el Parlamento Europeo, la Comisión o el Consejo. Y no, no tienen que ver con Begoña Gómez, la amnistía (que provoca sopor en Bruselas) o con echar o no a Sánchez. Intentar que la campaña pivote en torno a esas cuestiones es directamente un engaño que el periodismo que merezca tal nombre debe denunciar. Pocas veces el voto cobra más sentido que cuando algunos intentan que lo ejerzamos bajo premisas falsas. Aquí van 10 asuntos, y al menos otros tantos datos, sobre lo que nos jugamos de verdad este domingo 9 de junio: 

1.- La Unión Europea debe reducir en un 55% sus emisiones contaminantes en 2030, por lo que los próximos cinco años serán fundamentales. Hay quien pretende cerrar los ojos o tumbar el Pacto Verde bajo el pretexto de que es “fanatismo climático” (recuerden al primo de Rajoy) y quienes sencillamente sufren los efectos de las altas temperaturas y la sequía. La transición ecológica puede ser la mayor oportunidad económica. Pero para eso hay que pensar en el futuro y no glorificar un pasado que no volverá. Como en esa película en la que un meteorito se acerca a la tierra mientras hay quien decide no mirar arriba, la lucha contra el cambio climático no tiene alternativa. Y no todos la defienden.

2.- La tercera guerra mundial estalló hace tiempo. Es silenciosa aunque genera el mayor de los ruidos. Se llama desinformación, y en su origen se alternan gobiernos autoritarios, poderes económicos, industriales o comerciales interesados en debilitar democracias y alianzas internacionales clave como la Unión Europea. Baste un ejemplo documentado: el 81,6% de las afirmaciones contra la acción climática europea publicadas en las cabeceras más populares sobre las protestas agrícolas fueron redactadas por políticos de extrema derecha que falsean la realidad (ver aquí). El Europarlamento ha empezado a legislar contra la desinformación (ver aquí), pese a la resistencia de las fuerzas nacionalpopulistas. Si estas ganan peso, la dificultad para distinguir la verdad de la mentira crecerá de forma exponencial.

3.- “¡Los patriotas debemos ocupar Bruselas!” Esta fue la arenga que lanzó vía telemática el líder iliberal húngaro Viktor Orban en la cumbre internacional de extrema derecha convocada por Vox recientemente en Madrid (ver aquí). Y en esa amenaza se concentra el alcance del riesgo que afrontan las urnas este domingo: los antes autodenominados antieuropeístas o euroescépticos han evolucionado en su estrategia para convertirse en virus troyanos decididos a desmantelar las políticas de progreso de la mayor alianza internacional del mundo para renacionalizar el proyecto y alterar sus esencias y objetivos (ver aquí). Adiós a la UE tal y como la conocemos, especialmente a su estructura del bienestar. Sálvese quien pueda.

4.- Al menos 3.997 personas murieron en el mar en 2023 intentando llegar a Europa y, de media, cuatro perdieron la vida cada día intentando llegar a España. La vieja Europa no puede ser una fortaleza migratoria y el Pacto de Migración y Asilo de la legislatura pasada no debe subcontratar la responsabilidad europea como un negocio para terceros países. Porque Europa sabe lo que es emigrar (España, en particular) y huir de la pobreza o la guerra y tiene que dar una lección de humanidad.  Relacionar inmigración e inseguridad es una vileza. Pero también un mal negocio. Según el Banco de España, sólo nuestro país necesita 24 millones de migrantes más para revertir el invierno demográfico. 

Convendría, por simple higiene democrática, que acudiéramos a las urnas en masa para defender no sólo el proyecto europeo sino un Estado de Derecho sacudido en los últimos años por intereses partidistas que no aceptan la legitimidad de las urnas si no logran el poder

5.- Disolver el Ejército es una propuesta respetable, pero sin uno (muy pocos países no lo tienen), la seguridad acabará dependiendo de los intereses de otros países. Así que no es el qué sino cómo y cuánto. 87 millones de europeos (casi un 20% de sus 448 millones de habitantes) viven cerca de una Rusia que no ha tenido reparos en iniciar la primera guerra para anexionar territorios en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Si como europeos no queremos depender de la OTAN, es imprescindible tener la capacidad de defenderse sin la ayuda de EEUU. En las guerras de antes (y, para Putin, de ahora) y ante las amenazas económicas (qué decir de la crisis del gas) o electrónicas, es imprescindible una política de defensa europea que no suponga llenar los bolsillos de los oligopolios que ahora gestionan con opacidad total los contratos sino un debate democrático y consciente de toda la sociedad.

6.- “La justicia social es un crimen, una aberración, no es justa, es violenta…” El peligroso payaso Javier Milei desplegó su recetario ordoliberal en Madrid entre ovaciones de la militancia de Vox y de los dirigentes de otras fuerzas nacionalpopulistas de todo el mundo. Le respondió Josep Borrell pocas horas después, cuando Silvia Intxaurrondo le preguntó en TVE si los ataques del presidente argentino a Sánchez y a su mujer afectaban también a las relaciones con la UE. “Milei se ha entrometido en asuntos internos de España y ha lanzado acusaciones falsas, pero además ha atacado la esencia misma de la Unión Europea, que es precisamente la justicia social” (ver aquí). Sin ese mimbre, que Milei/Abascal/Orban/Le Pen/Meloni… quieren romper, con permiso de Von der Leyen/Feijóo/Weber…, se deshace como un azucarillo el carácter social del proyecto político europeo.

7.- Una Europa contra la austeridad. La Comisión Europea prevé un crecimiento de la Eurozona de un 0,8% del PIB para este año. España está muy por encima, con un 2,1%. La vuelta a las reglas fiscales, gradual desde 2025, podría provocar un nuevo austericidio después de casi una década perdida desde la gran crisis financiera. Ahora que España está recuperando los niveles de empleo previos a Lehman Brothers, que el continente superó la pandemia gracias a una mayor inversión pública y que otras potencias, como EEUU y China, no dejan de invertir en su economía para dinamizarla, vuelven los defensores de apretarse el cinturón. En España, Feijóo ha criticado los fondos europeos (al tiempo que Dolors Montserrat los defendía) y la ultraderecha no los defenderá si con eso puede debilitar a la UE y “los burócratas de Bruselas”. Sin un salto adelante en inversión no habrá ni modernización de la economía, ni pacto verde ni reindustrialización. Lo público, lo de todos, no nace por esporas. 

8.- Por un empleo digno. Si se trata de seguir en la senda de dignificar los salarios, reducir progresivamente la jornada laboral, combatir la precariedad o proteger los derechos de los trabajadores, nada será posible sin una UE alejada de las tesis de la extrema derecha o sus consentidores (ver aquí). ¿Hemos olvidado ya lo que significaron los ERTE ante la parálisis total de la economía durante meses por la pandemia? Habría sido imposible financiarlos sin la caja común aprobada en Bruselas. Los cierres de empresas y los despidos colectivos se habrían multiplicado, y con ellos los niveles de pobreza y desigualdad.

9.- Allí donde la extrema derecha entra por la puerta, sola o acompañada de otros, cualquier avance logrado en igualdad económica o de género salta por la ventana. Lo estamos viendo en España y también en Italia, Hungría o Polonia en los años de gobierno iliberal. Ninguna de esas fuerzas ascendentes asume el feminismo como lucha por la igualdad, y se esfuerzan en criminalizarlo o ridiculizarlo para frenar lo conseguido (ver aquí). Ni siquiera aceptan la dramática realidad de la violencia machista, y arrastran en ese viaje retrógrado a la derecha democrática, como demuestran los pactos de gobierno con el PP en autonomías y ayuntamientos. El neoliberalismo radical que defienden es además incompatible con las aspiraciones igualitarias que en lo económico definen el proyecto común europeo.

10.- La UE puede hacer mucho más para detener el genocidio en Gaza que mostrarse “profundamente preocupada” y nada más cada vez que Netanyahu arrasa un hospital, una escuela o un edificio de la ONU. El reconocimiento de Palestina al que se acaban de sumar otros dos países miembros, España e Irlanda (junto a la vecina Noruega) y la furia con la que respondió Israel son un ejemplo de que sí se pueden tomar medidas. La revisión de los acuerdos comerciales y las relaciones diplomáticas con quien ignora los preceptos sobre los derechos humanos, la legalidad internacional y a los tribunales de la ONU también está en juego en estas elecciones. Una UE fuerte contribuiría a detener la masacre. Lo que seguro que no detiene a Israel, ni libera a los rehenes, es conceder medallas, como la derecha española, a un Estado que se reivindica democrático mientras multiplica los asesinados del ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre. La UE debe abandonar la hipocresía y la derecha española sentir el asesinato de todas las víctimas por igual. El voto puede convertirse en una lección de dignidad. 

Postdata: El PP ha intentado definir estas elecciones europeas como un plebiscito entre Feijóo y Sánchez (incluso entre “España o Sánchez”), una especie de segunda vuelta de las generales del 23J (ver aquí), sustituyendo el infame “¡Que te vote Txapote!” por “la corrupción de Begoña Gómez” (ver aquí). Pese a los sorprendentes e inauditos esfuerzos del juez Peinado, no se ha aportado hasta el momento una sola prueba de delito o de irregularidad en la actuación de la pareja del presidente del Gobierno. Así lo han advertido la fiscalía y la Guardia Civil, pero la causa iniciada por el pseudosindicato Manos Limpias sigue adelante. ¿Condicionará esa estrategia del fango la participación y el resultado de unas elecciones europeas decisivas? Lo sabremos en la noche del domingo (y cuando conozcamos los estudios postelectorales). Convendría, por simple higiene democrática, que acudiéramos a las urnas en masa para defender no sólo el proyecto europeo sino un Estado de Derecho sacudido en los últimos años por intereses partidistas (desde la derecha y desde ámbitos judiciales) que no aceptan la legitimidad de las urnas si no logran el poder. Votemos.  

Llámennos ingenuos, pero los que creemos en el periodismo no podemos tirar la toalla y permitir que unas elecciones como las europeas, el ámbito donde se juegan cada vez más derechos y políticas para los ciudadanos, acaben desnaturalizadas y al servicio de estrategias particulares, cuando no de realidades paralelas. 

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