Érase una vez un juez de Vox camino del banquillo
No es un cuento. Más bien es un símbolo de buena parte de lo que viene pasando en la política española. Francisco Serrano, exjuez que condujo a Vox a su primer gran éxito electoral y dio el poder al PP en Andalucía, acaba de ser procesado por los delitos de estafa y fraude en subvenciones. El señor de las paguitas, el mismo que enarboló precisamente el discurso de que Vox acabaría con “la Andalucía [y la España] de las subvenciones”, ese supuesto maná que alimentaba a feministas, abortistas, sindicatos, progres, inmigrantes y otras gentes de mal vivir, tendrá que responder ante la justicia por el aluvión de pruebas que indican que él y dos socios suyos obtuvieron mediante falsedades una ayuda de casi dos millones y medio de euros públicos que jamás han devuelto y que utilizaron para fines distintos (y muy distantes) a los legalmente exigidos (ver aquí).
Hasta este punto (jurídico y político) no se ha llegado fácilmente, sino con la resistencia y todo tipo de obstáculos por parte de los implicados, y muy especialmente del señor Serrano, el que vistió el doble traje de luchador anticorrupción y experimentado miembro de la judicatura, con ese aura de prestigio del que goza un jurista por prevaricador sentenciado que sea o por disparatados, negacionistas o iluminados que resulten ser los mensajes que lanza. Para hacerles el cuento corto: este individuo, con todo el aparato político de Vox detrás, usó una millonada de dinero público para sus intereses particulares y empresariales, y hasta es posible que a día de hoy siguiera compaginando ambas máscaras si no fuera por el trabajo periodístico de nuestro compañero Ángel Munárriz en infoLibre y por la denuncia judicial planteada en su día por la asociación Facua (ver aquí el dosier con las principales informaciones sobre el caso).
La osadía no tiene límites. Menos aún si uno cree moverse en la impunidad, siguiendo demasiados ejemplos de esa mala política que tanto desgasta los fundamentos de la democracia y de la que todos los Serranos se aprovechan. Así que, en lugar de responder a las constantes preguntas de infoLibre ante cada paso que avanzábamos en la investigación, el señor de las paguitas lleva casi siete años huyendo hacia adelante, atropellando todo lo que se le antojaba, interponiendo incluso una querella contra este periódico por “revelación de secretos”, cualquier cosa con tal de intimidar (¡oiga, que yo soy juez!) y desviar la atención. A finales del pasado septiembre tuvieron que acudir a declarar en un juzgado el periodista autor de la investigación, Ángel Munárriz, y nuestro director, Daniel Basteiro, como representante de infoLibre (ver aquí). ¿Revelación de secretos? ¡Pues claro! Si el secreto consiste en una posible estafa de dinero público, esa es una de las prioritarias obligaciones de nuestro oficio: informar de aquello que se pretende ocultar con fines espúreos, que tenga un interés público, que afecte al buen uso de los bienes comunes.
Hay un hilo que conecta la reacción que copia un Francisco Serrano de un López Miras o un García Egea. Lo trasladó con precisión una campaña internacional de Reporteros sin Fronteras: intentan amedrentar al periodismo libre con “demandas mordaza”
Según el señor de las paguitas, infoLibre revela “secretos e información confidencial”, que afecta a su inmaculada imagen, por un único motivo: “odio ideológico”. Y aquí se toca una tecla con calado político y periodístico. Es una norma instalada en todos los dogmatismos y sectarismos que en el mundo han sido: creen que todos llevamos puesto su mismo chip. Si ellos odian, nosotros reaccionamos “por odio”. No les entra en la cabeza otra posibilidad. Por ejemplo la de la simple decencia o dignidad democrática: piense usted lo que quiera, está en su derecho, pero no invente, no manipule, no me ofenda con ese “todos somos iguales” con el que protege sus atropellos… No toque usted un solo euro de dinero público y pretenda que la denuncia de una estafa acabe debajo de la alfombra del “hoy por ti, mañana por mí”.
Hay un hilo nada invisible que conecta la reacción que copia un Francisco Serrano de un López Miras o un García Egea. Lo trasladó con precisión una campaña internacional de Reporteros sin Fronteras (ver aquí) hace poco más de un mes: intentan amedrentar al periodismo libre con “demandas mordaza” que sólo pretenden intimidar: si Ángel Munárriz o su director, Daniel Basteiro, se ven forzados a pensárselo no una sino diez veces antes de escribir o publicar una información contrastada, ya se han apuntado un tanto los señores de las paguitas, o de los saltos en las listas de espera, o simplemente del castizo “¡no sabe usted con quién está hablando!”.
En el trasfondo ideológico del asunto, el calendario a veces hace coincidir la justicia política y la poética. Se cumple ahora una semana del provocador disparate anunciado por el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, un “irresponsable” según el nuevo portavoz “moderado” del PP, Borja Sémper. Cabe preguntarse con qué criterios de respeto al votante y a la democracia puede sostenerse la calificación de “irresponsable” a un dirigente político (ver aquí) y no destituirlo de inmediato si se tiene la capacidad de hacerlo. No es una cuestión de ser “radical” o “moderado”. Se trata simplemente de un mínimo respeto a la ciudadanía.
En lo que se refiere a la calidad democrática o al discurso antifeminista y antidemocrático, la línea que separa a los Serrano de los García Gallardo es tan fina como inapreciable. Sólo las aleja la posibilidad (muy fundada) de haber cometido delitos que ahora agobian al juez de las paguitas. Pero las acerca demasiado la reacción comprobada por parte de quien más tiene que ganar o perder en la disputa política del espacio de la derecha. Núñez Feijóo ha elegido reaccionar al inasumible dislate antidemocrático en Castilla y León asegurando que todo es un invento, una manipulación: nadie ha visto a un vicepresidente de la Junta, acompañado por el consejero de Presidencia del PP, anunciando dos medidas muy concretas que atropellan derechos fundamentales de las mujeres. Hay marcha atrás de Mañueco, y hay conformidad de Vox después de haber conseguido copar la conversación pública. Pero no pretendan hacernos comulgar con ruedas de molino: si no hay protocolo escrito es porque durante cinco días vieron las orejas al lobo.
El muy real cuento sobre el juez de las paguitas y su camino del banquillo confirma algo que venimos defendiendo desde hace casi diez años: no somos tan ilusos de pretender arreglar el mundo, pero sí defendemos la necesidad de que cada cual aporte su granito de arena (de información, de pruebas, de datos, de argumentos) para fortalecer la democracia en lugar de caer en la simplona y peligrosísima tarea de desgastarla. (Para provecho personal y colectivo de los profesionales de las paguitas convencidos de que todos somos como ellos).
P.D. Disculpen lo que quizás pueda interpretarse como una queja muy personalista o interesada. De verdad que no es así. En infoLibre llevamos casi diez años defendiendo, e intentando cumplir, unos rasgos mínimos pero irrenunciables que creemos que definen un periodismo decente. Hay uno muy sencillo: citar al medio que ha protagonizado una investigación que se demuestra rigurosa, fiable, contrastada… Ocultar la fuente sólo retrata a quien lo hace. El periodismo fiable depende de sus lectores comprometidos. Y esto no es un eslogan. Créanme.
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