De los fondos europeos al opúsculo de Bárcenas

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Hay terrenos en los que de modo casi permanente las derechas imponen el marco del debate público, lo cual tiene consecuencias no sólo sobre la legítima y necesaria confrontación ideológica sino también en la gestión de los asuntos urgentes e importantes que afectan a la ciudadanía. La primera sesión de control del año en el Congreso celebrada este miércoles es un ejemplo meridiano.

Me explico (o al menos lo intento).

Nada nuevo en el horizonte de máxima crispación política que ha caracterizado desde el minuto uno esta legislatura, una especie de carrera de relevos en la que Casado y Abascal se van turnando a la hora de lanzarse al cuello del gobierno de coalición, sea cual sea el momento y la escala de gravedad de la pandemia. Lo más suave que el líder del PP le soltó a Sánchez en su reestreno parlamentario fue: “Tanto sacar la foto de Colón y se mete en la foto del Capitolio. Cualquier día le vemos con cuernos de bisonte” (ver aquí). El sarcasmo venía a cuento de la abstención de Vox que la semana pasada facilitó la aprobación del decreto sobre los fondos europeos. (Metido en caricaturas, también podría haber acusado a Vox de colarse "en la foto del gobierno socialcomunista"). Pero la almendra de su intervención y el mensaje que pretendía y consigue colocar en la numerosa legión de cabeceras simpatizantes es que Sánchez ha "arrancado" un informe del Consejo de Estado sobre el decreto de fondos europeos "para ocultárselo a las Cortes" (ver aquí). Con el fin, por supuesto, de "comprar voluntades" (¿de quién?) y blindar una fórmula de gestión de los fondos "corrupta", "clientelar", "cesarista", etcétera, etcétera.

Sabemos que para salir de esta absoluta calamidad de la pandemia hay dos mimbres fundamentales: las vacunas en lo sanitario y los fondos europeos en lo económico-social. Ambos deberían considerarse asuntos "de país", que congregaran el máximo esfuerzo de todas y todos, en la política, en el empresariado, en los sindicatos, en la propia ciudadanía. Acelerar los planes de vacunación de la mano de la Unión Europea, frenando la voracidad crematística de las farmacéuticas y alentando la negociación con todas las opciones, vengan de Londres, de Rusia o de China, y multiplicando el apoyo a nuestros propios equipos científicos investigadores, como los que encabezan Luis Enjuanes o Mariano Esteban. ¿En serio la principal aportación que se le ocurre a Casado en este punto es la de que Sánchez es "gafe" y por eso se retrasan algunas vacunas?

Lo de los fondos tiene enjundia y denota algo todavía más preocupante, que pertenece a una especie de código político-genético en el PP. Porque lleva meses difundiendo en España, en Bruselas y en Estrasburgo, a todos los niveles, el mensaje de que el Gobierno español tiene un plan preconcebido para manejar los 140.000 millones del Fondo para la Recuperación, Transformación y Resiliencia (ver aquí) de forma corrupta, clientelar, derrochadora y perjudicial para la economía española. Le ha faltado a Casado pedir a la UE que nos retire esos fondos porque se van a malgastar. Con patriotas así no necesitamos separatistas.

No ha aportado el PP nunca la menor prueba de que se pretenda favorecer a los "amiguetes". ¿Cómo argumenta entonces Casado su convicción sobre lo que va a ocurrir? Pues por ejemplo citando constantemente que en Grecia, Italia o Francia se han creado "autoridades independientes" para gestionar y dirigir la distribución de esos fondos. Es una falsedad que dirigentes políticos y tertulianos repiten incansablemente sin comprobar, como sí ha hecho en estas páginas Fernando Varela (ver aquí). Lo que existe en algunos países son comisiones de expertos que hacen propuestas, sugerencias o recomendaciones, pero es, en todos los casos, el Ejecutivo de cada país de la UE quien gestiona esos fondos, tramita los proyectos y facilita a Bruselas todos los datos que permitirán controlar que se cumplen todos los muy exigentes requisitos establecidos en el plan aprobado por la UE. También en España está previsto un foro donde habrá expertos, pero sobre todo lo que ya hay es no centenares sino miles de proyectos que impulsan empresas, comunidades o ayuntamientos de todo signo político (incluído obviamente el PP). Y simplemente leyendo el Real Decreto del pasado 30 de diciembre (ver aquí) se sabe que no podrán acceder a la financiación aquellos proyectos que desde Bruselas no consideren aptos para acceder a las ayudas directas o indirectas, y que tendrán que pasar por concurso público. 

El nuevo argumento utilizado para sembrar la sospecha de corrupción antes de que haya llegado un solo euro con el que corromper a nadie es el del informe del Consejo de Estado "arrancado" a las Cortes. No se ha podido "arrancar" a las Cortes un informe solicitado por el Ejecutivo, recibido por el Ejecutivo, no preceptivo ni vinculante para el Ejecutivo, que tiene el derecho a atender o no sus recomendaciones. Dicho esto, que es la pura verdad, es obvio que, como cantaba Carlos Puebla, "a menos bultos, más claridad", y suele ocurrir que todo lo que es opaco puede convertirse en agujero negro. El Gobierno debería actuar con absoluta transparencia y hacer público ese informe con todo detalle (aunque no sea lo más habitual), y le conviene un esfuerzo muchísimo mayor a la hora de comunicar la compleja estructura de gestión y tramitación de esos fondos imprescindibles y los sistemas de control nacionales y europeos que garantizan su destino.

Lo preocupante es la facilidad con la que desde la derecha se logra imponer un marco de debate en el que la izquierda entra además a la defensiva, tratando fundamentalmente de distinguir (como aquí estamos haciendo) lo verdadero de lo falso. Tarea hercúlea en estos tiempos saturados de bulos y distorsiones de la realidad. Cada discrepancia o fractura en el Gobierno de coalición (sea por las pensiones, los desahucios o la Ley Trans) llena de inmediato titulares y editoriales, pero apenas discutimos sobre la absoluta incapacidad de Casado para coordinar a sus propios presidentes autonómicos, que pasan de puntillas sobre sus propias contradicciones en la gestión de la lucha contra la pandemia. Y mucho menos para contener a Ayuso en su alocada carrera por convertirse en una nueva lideresa neoliberal, sin las lecturas de Esperanza Aguirre a Hayek pero con el mismo desparpajo y un dominio absoluto de las técnicas trumpistas, con la ayuda de Miguel Ángel Rodríguez, prestidigitador de la comunicación política capaz de vender a Aznar como un Cánovas redivivo.

Muchos de los más exitosos trucos de magia consisten en lograr que el espectador mire a un lugar distinto al que puede delatar la trampa. Mientras se comenta y se discute sobre la última (supuesta) ocurrencia de Ayuso, no nos concentramos en su largo serial de incompetencias y de decisiones favorables a determinados sectores económicos y empresariales. Mientras Casado inventa un debate sobre el oscuro manejo de unos fondos que aún no tenemos, consigue difuminar el hecho de que en pocos días se inicia el juicio por la caja B del partido que preside (ver aquí) y el escándalo mayúsculo que supone la confesión del ex tesorero Luis Barcenas a la fiscalía (ver aquí). Un verdadero opúsculo sobre corrupción política, tráfico de influencias y donaciones a cambio de contratos públicos. Incluso sobre obstrucción a la justicia (o a cualquier "autoridad independiente").

Hay terrenos en los que de modo casi permanente las derechas imponen el marco del debate público, lo cual tiene consecuencias no sólo sobre la legítima y necesaria confrontación ideológica sino también en la gestión de los asuntos urgentes e importantes que afectan a la ciudadanía. La primera sesión de control del año en el Congreso celebrada este miércoles es un ejemplo meridiano.

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