Luces largas tras Vistalegre

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La Asamblea Ciudadana de Podemos que aquí bautizamos como Vistatriste ha concluido con una contundente victoria de Pablo Iglesias. La fractura que había estallado hace un año entre Iglesias y Errejón, originada en diferencias de calado político pero trufada de desengaños y traiciones personales, se ha saldado en un plebiscito que ha batido récords de participación y que fortalece al secretario general y al equipo que le rodea. Las victorias son a menudo más difíciles de administrar que las derrotas. Si además de Iglesias ha ganado o no Podemos es una duda que sólo el paso del tiempo podrá despejar. Por el momento, disponemos de datos para apuntar algunas conclusiones:

1.- La proclama unánime coreada en el recinto de Vistalegre ha sido la de “unidad”, apellidada por Iglesias con el añadido de “humildad” y por Errejón con el de “pluralidad”. La diferencia no es un simple matiz. Está claro que muchos votantes de Podemos han identificado más la “unidad” del proyecto con Pablo Iglesias que con Errejón. Así lo buscó el propio secretario general cuando reiteradamente advirtió que si perdía se iría, mientras su número dos limitó el órdago a competir por el poder en el Consejo Ciudadano y por la hoja de ruta política a seguir. Iglesias apostó al “todo o nada”, y el resultado indica que ha ganado la apuesta. Administrar el “mandato de unidad” desde la “humildad” podría hacer pensar en una disposición a integrar, pero para ello es cierto que habría que situar en primer término el respeto a la “pluralidad”, en este caso representada por el “errejonismo”, que ha logrado 23 de las 62 plazas de ese Consejo, y por Anticapitalistas, que ha conseguido dos. El propio Miguel Urbán, fundador de Podemos y número uno de estos últimos, advierte que “unidad no es uniformidad”. Lo cual incluye también a quienes no quisieron participar en este Juego de tronos, como Carolina Bescansa y Nacho Álvarez, cuyo futuro político también está por concretarse.

2.- Una vez escuchados los discursos y apagadas las luces de Vistalegre, la fractura en Podemos es una realidad que trasciende abrazos forzados y gestos para la galería. Iglesias ha perdido la confianza en Errejón y no lo mantendrá como número dos. Por tanto, salvo milagros laicos en los que ninguno de los dos cree, Errejón dejará de ser secretario político y (antes o después) portavoz parlamentario. Iglesias habría deseado que cuando él pronunció aquello de la “cal viva” de Felipe González, su compañero hubiera echado dos paladas más, en lugar de evidenciar su discrepancia. Es mucho más probable que Iglesias traduzca ese mensaje de “unidad y humildad” en la insistencia en ofrecer a Errejón la futura candidatura por la alcaldía de Madrid o la presidencia de la comunidad autónoma, o cualquier otro cargo en el que puedan administrarse sus diferencias desde la lejanía. La brillantez parlamentaria de Errejón está condenada a difuminarse, como probablemente le ocurrirá al concienzudo trabajo de Bescansa, mientras se elevará el protagonismo de Irene Montero y de Pablo Echenique, que han obtenido el mayor número de apoyos tras Iglesias en las votaciones de Vistalegre II. Algún nombre del errejonismo, como Pablo Bustinduy, será acogido porque no se le adjudica un papel relevante en lo que Iglesias considera un movimiento de traición iniciado en Madrid con la llamada Operación Mate Pastor, que concluyó con la destitución fulminante del entonces secretario de Organización, el errejonista Sergio Pascual.

3.- Más allá de la batalla de poder interno, lo que se jugaba Podemos este fin de semana era decidir si quiere mantener la identidad de movimiento político popular surgido del 15-M o prefiere parecerse a partidos políticos del siglo XX, como apuntaba este sábado la politóloga Mariam Martínez-Bascuñán en una interesante reflexión. El éxito de un equipo en el que muchos proceden del PCE y del anguitismo abona la posibilidad de ese riesgo. Porque el problema de fondo de Podemos no es que se perciban legítimas luchas por el poder interno sino que esas guerras intestinas frustren las expectativas generadas y demostradas con más de cinco millones de votos en las urnas.

4.- Si puede establecerse algún nexo innegable entre Vistalegre y la Caja Mágica, entre la Asamblea de Podemos y el Congreso del PP celebrado este mismo fin de semana, es la demostración de que los líderes que provocan más rechazo fuera de un partido pueden ser los que más apoyo reciben dentro de él. Hace unos días conocíamos el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en el que por primera vez Pablo Iglesias superaba a Mariano Rajoy con la peor nota en valoración de líderes. Es cierto que en esta sociedad líquida, sometida a una volatilidad permanente, se generan más antipatías cuanto más notoriedad se logra. Lo cierto es que Rajoy viene batiendo récords en el rechazo de cualquier presidente del gobierno español e Iglesias también cosecha la peor calificación de un dirigente de la oposición.

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5.- Precisamente la coincidencia de ambos congresos suscita otro de los elementos que puede condicionar el futuro político a medio largo plazo: ¿cuál es la relación idónea entre los aparatos de un partido y la militancia, y entre el partido en conjunto y su electorado potencial? Todas las encuestas reflejan un deseo mayoritario de ampliar la democracia interna de los partidos y de abrirlos a la sociedad. Aquí hay diferencias evidentes. No hubo alto cargo del PP que, preguntado por las novedades que podían producirse en la elección de la dirección, no respondiera más o menos literalmente: “lo que decida Mariano”. No hay mayor “unidad” política que la que marca un solo dedo. Y el PP se permite el lujo hasta de presumir de ello, porque es coherente con su machacón y eficaz mensaje de “unidad”, “estabilidad”, “previsibilidad”, “tranquilidad”… En Podemos han votado más de 155.000 personas que elegían entre distintas propuestas de documentos, equipos y liderazgos. En el PP, un partido con casos de corrupción que afectan al árbol y a un montón de ramas, no ha habido nadie dispuesto a reunir simplemente cien avales para competir por la presidencia y proponer una renovación. La única lectura posible en clave sucesoria consiste en que Rajoy se sucede a sí mismo tras un año sentado a esperar el desgaste y la fractura de las opciones de izquierda. No tienen Cospedal y Sáenz de Santamaría mejor relación de la que mantienen hoy Iglesias y Errejón, pero en el PP no pasa nada. Y si pasa, el ejercicio del poder lima todas las aristas. No es lo mismo que compitan entre sí dos números dos que el enfrentamiento abierto entre el dos y el uno. Rajoy en esto hace lo mismo que hacía Manuel Fraga: la mejor forma de evitar el conflicto con un número dos es que no exista, o al menos que no sea claramente identificable.

6.- La medida del éxito o del fracaso de estos dos congresos, si ponemos las luces largas, quedará condicionada a su vez por lo que ocurra con las primarias y el congreso pendientes en el PSOE. Hizo coincidir el sábado Susana Díaz un acto multitudinario y municipalista que colocara su nombre en el escenario político como la referencia frente a PP y Podemos, incluso sin haber anunciado oficialmente su candidatura. Cuando lo haga, todos los focos políticos se centrarán en la disputa socialista, que tiene que ver con la crisis de credibilidad y de liderazgo, pero que estará totalmente condicionada por la distancia que hoy separa a las bases de los aparatos, y a una parte del electorado progresista de un partido que no ha sabido reaccionar a la pérdida de cinco millones de votos. Por si la experiencia sirviera de algo, cabría contemplar que casi todas las voces políticas y mediáticas a la derecha de Podemos preferían a Errejón, lo cual sin duda habrá ayudado a Iglesias; respecto al PSOE, casi todas las voces de peso institucional y mediático apuestan por Díaz, de lo cual sin duda intentará beneficiarse Pedro Sánchez, vestido con el traje de héroe de la militancia. Rajoy se quedará mirando, para sacar tajada por una de las dos vías: ya sea la polarización o el formato de gran coalición disimulada. Siempre le queda la llave de convocar elecciones anticipadas cuando a él le interese (aunque por supuesto dirá que es en interés de España).

Clausurado Vistatriste, cerrada la Caja Mágica, la vida política continúa. Han podido resolverse (definitiva o coyunturalmente) algunos conflictos de poder interno, pero el problema de fondo, desde un punto de vista cívico y democrático, sigue ahí: no se contempla en el horizonte una alternancia al neoliberalismo si no surge en el ámbito progresista una visión capaz de sumar, colaborar, integrar. Las proclamas de “unidad” son comprensibles, necesarias y emotivas. Pero la unidad no se impone por decreto. Lo fructífero, lo enriquecedor (y probablemente lo pragmático electoralmente) es la capacidad de construir desde la pluralidad. (O al menos ese era uno de los mensajes nítidos del 15-M).

La Asamblea Ciudadana de Podemos que aquí bautizamos como Vistatriste ha concluido con una contundente victoria de Pablo Iglesias. La fractura que había estallado hace un año entre Iglesias y Errejón, originada en diferencias de calado político pero trufada de desengaños y traiciones personales, se ha saldado en un plebiscito que ha batido récords de participación y que fortalece al secretario general y al equipo que le rodea. Las victorias son a menudo más difíciles de administrar que las derrotas. Si además de Iglesias ha ganado o no Podemos es una duda que sólo el paso del tiempo podrá despejar. Por el momento, disponemos de datos para apuntar algunas conclusiones:

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