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Viernes. Sólo ha pasado una semana desde Viernes Santo y cunde la sensación de que han sido cien días. Es agotador el ruido, la dificultad de distinguir el dato comprobado de la simple ocurrencia o el mensaje honesto de la pura propaganda. La hipertensión en la política, los medios y las redes sociales sólo ayuda a multiplicar la confusión y el miedo.
La fatiga tiene un origen muy anterior a la pandemia. El 5 de junio de 2014, Juan Marsé dejó escrito en una de sus libretas personales: “El Rey ha abdicado. Me están inyectando desde la prensa y la televisión tales dosis de simpatía y adhesión a la Casa Real que me está saliendo una corona en los cojones”. (Pág. 244). Si Marsé hubiera estado pegado a la televisión o a los periódicos estos días (jamás usó las redes), habría dejado notas impagables sobre lo de AstraZeneca, lo de Vox en Vallecas o la enésima AyusadaAyusada. Y sobre quienes hablamos o escribimos (seguramente demasiado) acerca de realidades complejas como si tuviéramos las claves que las descifran.
Me limito hoy a trasladar unas breves notas personales al hilo de los sucesos más ruidosos de esta semana interminable.
Cuanta más confusión y ruido se generen en torno a los planes de vacunación y sus garantías, más presente tengo aquella reflexión del profesor Innerarity: “Ni los políticos pueden tanto como parece, ni los científicos saben tanto como creemos”. Va siendo hora de asumir que el poder de la política es bastante limitado y que la ciencia no garantiza por completo sus conclusiones, ni manejan tampoco ambos ámbitos los mismos tiempos (ver aquí un sugerente análisis publicado este mismo viernes en infoLibre). Como periodista uno ya sólo aspira a no contribuir a la confusión y el ruido. Como ciudadano, a acertar a la hora de depositar la confianza: en los políticos, en las instituciones, en la ciencia y en los medios.
Viernes. Sólo ha pasado una semana desde Viernes Santo y cunde la sensación de que han sido cien días. Es agotador el ruido, la dificultad de distinguir el dato comprobado de la simple ocurrencia o el mensaje honesto de la pura propaganda. La hipertensión en la política, los medios y las redes sociales sólo ayuda a multiplicar la confusión y el miedo.
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