Van ganando, sí. Las derechas crecen en su fragmentada suma. Pero no porque griten más. No por lo que dicen las encuestas. No por el resultado final de la intención de voto registrada por Tezanos con dinero público ni por las estimaciones realizadas por los institutos demoscópicos privados. Ganan porque contaminan constantemente el debate, con un eficaz uso de las redes sociales y la inestimable colaboración de medios que buscan sorpassos en los índices de audiencia. Ganan porque consiguen que estemos discutiendo sobre quiénes son “más víctimas” de la violencia de género, y no sobre quiénes se benefician de la desigualdad y quiénes la sufren en cualquiera de sus facetas. Si han colocado como su primera pieza a cobrar el movimiento feminista, cabe pensar que temen que sean precisamente las mujeres quienes pueden dar al traste con esa nueva ola ultraconservadora y nacionalista que tiene desorientada a la izquierda.
Permítanme que vaya, como hacen ellos, directamente a las emociones. (Ustedes podrán comprobar si estos apuntes se basan en datos).
- Confundir la violencia machista con la violencia doméstica o “intrafamiliar” es la consecuencia de identificar feminismo como antónimo del machismo, y no como lo que es: “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. (Lean el Diccionario de la Real Academia Española).
- Definir el feminismo como “ideología de género” es no saber leer o no querer entender lo que dicen el diccionario, el progreso, el sentido común, los tratados internacionales sobre derechos humanos… y así hasta llegar a la más mínima noción de respeto al prójimo (incluso en el sentido religioso que muchas personas ultraconservadoras utilizan como filtro para las ideas políticas).
- Un simple vistazo a los datos del Consejo General del Poder Judicial sobre asesinatos machistas y sobre hombres asesinados por sus parejas (masculinas o femeninas) debería sonrojar a quienes desde el supuesto servicio público se empeñan en equiparar o confundir ambos perfiles de víctimas.
- No debería hacer falta si todos y todas nos quitáramos las gafas del sectarismo. Si usted es mujer; si tiene una pareja femenina o hijas o nietas de cualquier edad, hágase dos simples preguntas: 1/ ¿Pueden ellas pasear o correr solas de noche o por un paraje deshabitado a cualquier hora del día sin miedo a ser agredidas, asaltadas, violadas o acosadas? Y 2/ ¿Sienten ellos, o usted, el mismo miedo si son hombres? En serio, mírese al espejo o mire a sus seres queridos y respóndase.
- Es demasiado simple, por no decir estúpido, pensar que la actual dirección del Partido Popular “compra” parte del discurso de Vox contra la igualdad por la obvia necesidad de sus votos para acceder al gobierno de Andalucía. Si se repasa el discurso que sostiene el núcleo duro del que se ha rodeado Pablo Casado sobre el feminismo o lo que ellos denominan “ideología de género” podrá observarse que han bebido de las mismas fuentes que la dirigencia de Vox: la fundación aznarista Faes y la red Floridablanca. Simplemente no creen en la igualdad entre hombres y mujeres, y rechazan todo movimiento feminista porque lo consideran una agresión a los valores morales del patriarcado, los que sostienen su universo ideológico de seguridad, estabilidad, autoridad… Sin faldas y a lo loco. Un machismo ibérico absolutamente ligado a ese nacionalismo español al que nadie debe atreverse a toser, no ya desde un independentismo unilateralista e iluminado, sino tampoco desde un federalismo que defienda la plurinacionalidad de un Estado único, plural y moderno.
- Es demasiado ingenuo “comprar” los golpes de pecho de Ciudadanos ante las exigencias de Vox para permitir el cambio de gobierno en Andalucía. Repasen la hemeroteca y podrán comprobar que la empanada que ahora pretenden colar sobre violencia machista y doméstica no es exclusiva de las filas de Santiago Abascal ni del círculo de Casado. En vísperas del 8 de marzo pasado, varios y varias dirigentes del partido naranja demostraron que su noción del feminismo es tan sólida que llegaron a identificar a las convocantes de la huelga por la igualdad con el comunismo. (Pinche aquí).
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- Los tres actores que componen el reparto del "cambio" en Andalucía saben perfectamente que la polémica generada en torno a las ayudas a víctimas de la violencia de género es un absoluto postureo. Proponga Vox lo que proponga y acuerde el PP lo que decida acordar, la ley estatal de violencia de género seguirá en vigor y el artículo 16 del Estatuto de Andalucía dice lo que dice (pinche aquí). Haría falta una mayoría que no tienen las derechas para cambiar ese estatuto.
Sí. Las derechas van ganando. Entre otras razones por incomparecencia no ya de las izquierdas, sino de los demócratas. Lo más preocupante no es que Vox pueda crecer hasta un 10% (o más) en número de votos a costa fundamentalmente de los apoyos a PP y Ciudadanos o de un abstencionismo antipolítico. Eso hay que aceptarlo en una democracia que constitucionalmente no exige militancia. Tienen en ella cabida incluso quienes se proponen destruirla si no lo hacen con violencia. Lo grave es que desde el minuto uno de su éxito andaluz ya está contaminando por completo el debate público. Mientras situamos los focos en una discusión bizantina sobre la violencia de género, la inmigración o la supuesta ruptura de España estamos regalando a la extrema derecha populista y a esos entusiastas pescadores en río revuelto un protagonismo impagable. Mientras aceptemos su marco de discusión, por falsario y retrógrado que sea, estaremos alimentando los monstruos que asedian a la democracia no sólo aquí, sino en EEUU, en Brasil, en Italia, en Hungría…
Esta nueva ola ultraconservadora no se frena simplemente gritando “¡que vuelven los fachas!”. Entre otras razones porque nunca se fueron. Como los niños, hay nuevas voces que simplemente repiten “lo que escucharon en casa”. Más allá del desgastado (aunque no inválido) eje izquierda-derecha, es hora de activar el sentimiento y el pensamiento democrático. Los valores colectivos y compartidos. No es casual que hayan elegido al feminismo como enemigo. Pocos movimientos transversales concitan un mayor consenso que el de la igualdad. Nadie se parece tanto a un pobre como otro pobre, sea cual sea su país o religión. Nadie comprenderá mejor a una mujer maltratada que otra maltratada, sea cual sea su origen o estatus. Puede que el mayor “éxito” de propaganda hasta ahora de la nueva extrema derecha se convierta en su primer gran error. Siempre que reaccionemos todos y todas las demócratas como se merecen: desmontando sus mentiras y no permitiendo ni un paso atrás. Emplazando a sus voceros a hablar menos de la patria y más de la precariedad; a hablar menos de la "ideología de género" y más de la fiscalidad; a exagerar menos sobre el número de inmigrantes y a concretar más si creen o no en las pensiones públicas; a explicar si aspiran a una España integrada en una Europa de los derechos humanos o prefieren dar un portazo a cualquier futuro compartido. Hablemos más de lo nuestro y menos de lo suyo.
Van ganando, sí. Las derechas crecen en su fragmentada suma. Pero no porque griten más. No por lo que dicen las encuestas. No por el resultado final de la intención de voto registrada por Tezanos con dinero público ni por las estimaciones realizadas por los institutos demoscópicos privados. Ganan porque contaminan constantemente el debate, con un eficaz uso de las redes sociales y la inestimable colaboración de medios que buscan sorpassos en los índices de audiencia. Ganan porque consiguen que estemos discutiendo sobre quiénes son “más víctimas” de la violencia de género, y no sobre quiénes se benefician de la desigualdad y quiénes la sufren en cualquiera de sus facetas. Si han colocado como su primera pieza a cobrar el movimiento feminista, cabe pensar que temen que sean precisamente las mujeres quienes pueden dar al traste con esa nueva ola ultraconservadora y nacionalista que tiene desorientada a la izquierda.