Brexit: las personas ante todo

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Siempre blando con los poderosos y duro con los débiles, el Gobierno español se declara partidario de un Brexit suave. Proponer lo contrario, un Brexit amargo, parecería muy belicoso, así que no voy a entrar en esa trampa, voy a limitarme a intentar enunciar algunas verdades que, al modo jeffersionano, me parecen evidentes.

1.- El Reino Unido tiene la cara bastante dura. Pretende seguir disfrutando de las ventajas de pertenecer a un club sin pagar la cuota de miembro del mismo. Es una actitud tradicionalmente muy suya, emparentada con aquel bombardeo a China porque se negaba a aceptar la entrada en su territorio del opio que los británicos producían en las colonias de India. Si varios idiomas usan la expresión la pérfida Albión es por algo. (Aunque también me parece evidente, aclararé aquí que me estoy refiriendo a la desfachatez de las élites que gobiernan Reino Unido; lejos de mí cualquier anglofobia en lo que respecta a la gente y la cultura. Vengo, precisamente, de pasar unos días deliciosos en Londres).

2.- Hay que dejarles que se vayan. De hecho, lo que los europeístas siempre nos hemos preguntando es qué diablos hacían en el club. No compartían su objetivo social –construir una Europa federal en lo político, lo ciudadano y lo socioeconómico–, y solo deseaban emplearlo como una zona de libre comercio y libre inversión. Se les notaba mucho que, puestos a emparentarse políticamente con alguien, preferían a los anglosajones del otro lado del Atlántico. Siempre estaban quejándose, siempre estaban reivindicando sus especificidades y excepcionalidades, siempre estaban deseando ampliar el club para diluir su esencia. La apresurada y desastrosa extensión a unos países del Este que solo deseaban cubrirse bajo el paraguas estadounidense fue en gran medida obra suya.

3.- Escocia tiene razón al demandar un nuevo referéndum sobre su pertenencia o no al Reino Unido. Uno de los grandes argumentos a favor del unionismo en la consulta de 2014 fue que una Escocia independiente se vería obligada a abandonar la Unión Europea. Ahora resulta que el mismo Londres que empleaba esa amenaza saca a los escoceses del club. Edimburgo tiene motivos para mosquearse.

4.- Los españoles no perderíamos el tiempo si abriéramos un debate sobre nuestra pertenencia a esta Unión Europeaesta. No es aquella a la que nos sumamos con entusiasmo: la de la solidaridad, la de la igualdad de oportunidades, la que jamás pondría la soga en el cuello de un miembro en apuros. La Unión Europea ha terminado por convertirse en una Señorita Rottenmeier que provoca dolor a mucha gente de dentro y de fuera. O aprovecha la crisis adicional abierta por el Brexit para recuperar el rumbo fundacional o no es inútil analizar racional y serenamente las ventajas y desventajas de seguir allí.

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5.- Lo importante es la gente. Los españoles y otros europeos presentes en Reino Unido –y los británicos residentes en España, Francia y otros países continentales– no tienen por qué pagar la factura del Brexit. Adoptaron importantes decisiones vitales bajo unas determinadas reglas de juego y sería injusto que se vieran afectados por un cambio de esas reglas que la gran mayoría no ha aprobado. Lo urgente es una declaración conjunta de Londres y Bruselas proclamando que se mantendrá el statu quo para todos ellos. Lo que rija a partir de ahora puede discutirse, pero a ellos, a los que ya estaban a uno u otro lado del Canal de la Mancha antes del Brexit, hay que garantizarles que podrán seguir viviendo en sus condiciones actuales. (Alguien podría decirme que el mismo criterio podría aplicarse a inversiones y mercancías. Podría discutirse, en efecto, pero permítanme que ponga el acento en las personas).

Dicho esto, me temo que el Gobierno de España no esté a la altura de un momento tan crucial para nuestros intereses nacionales y para el futuro del europeísmo. De él solo cabe esperar la pereza, la mediocridad y la sumisión ante los fuertes de siempre.

PSGibraltar. Algún político conservador y tres o cuatro columnistas británicos han empleado un tono belicista para referirse a las posibles consecuencias negativas que tendría el Brexit para Gibraltar en su relación con España. El mal beber y el periodismo tabloide también son tradiciones isleñas. Como es tradición de la derecha carpetovetónica exhibir un patrioterismo verbal al hablar de la Roca. A mí me preocupa mucho más la condición de paraíso fiscal de Gibraltar, tan beneficiosa para los sinvergüenzas de uno y otro lado, incluido Rodrigo Rato.

Siempre blando con los poderosos y duro con los débiles, el Gobierno español se declara partidario de un Brexit suave. Proponer lo contrario, un Brexit amargo, parecería muy belicoso, así que no voy a entrar en esa trampa, voy a limitarme a intentar enunciar algunas verdades que, al modo jeffersionano, me parecen evidentes.

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