Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
El absurdo tinglao de las casetas políticas en las ferias
Llega el verano, con sus fiestas en los barrios de las ciudades y en los pueblos, el olor a fritanga, los coches de choque y las casetas de los partidos con representación en el ayuntamiento. Durante tres o cuatro días se convierten en feriantes, en una especie de competencia desleal a los que viven de ese oficio, ya que para ellos la caseta, la luz y el agua es gratis. El sábado pasado hubo verbena en San Blas, un distrito trabajador de Madrid, en el que el PP duplicó en voto al PSOE en las últimas municipales de 2023. Atracciones, conciertos y las clásicas casetas de los partidos. Vamos a sentarnos a picar algo así que recorremos los puestos a ver cuál nos apetece más.
Vaya sorpresa nos llevamos. PP y PSOE tratando de mostrar sus diferencias en el Congreso y resulta que las casetas son intercambiables, salvo por los distintivos de cada uno. Ambos subcontratan el servicio. Cuadrilla de latinos atiende en una y en otra. En la de los populares, una bandera de España arrugada en un lateral, sobre la que está posado el pan, evidencia la falta de complicidad de la subcontrata por los valores patrióticos que defiende el partido. Aquí, la estrella de la carta es la salchipapa, una comida callejera que se cree que nació en Bolivia, muy habitual en varios países de Sudamérica. Por 9 euros hay variedad para elegir: salchilokita, salchibollito, salchicapricho…Tellado pide que se despliegue la Armada para frenar la supuesta invasión de inmigrantes, pero en su caseta de las fiestas de San Blas, la cara visible del partido son precisamente los trabajadores que no habría dejado entrar si estuviera en su mano.
Pregunto a una pareja de amigos cuarentones que están a punto de pedir si son simpatizantes del PP. “No, es que nos gustan las salchipapas” contestan entre risas, cargados de razón. Y es que las casetas políticas en las verbenas son la representación de las incongruencias de los partidos, una perversión de la finalidad con la que nacieron. ¿Qué sentido tiene ocupar un espacio que no les interesa y hacer competencia desleal a los demás feriantes que pagan unas tasas ofreciendo exactamente lo mismo?
Se supone que el objetivo es establecer un nexo con la gente del barrio, conocerlos, recoger sus inquietudes y poder explicarles los asuntos que defienden en un ambiente distendido y proclive al buen rollo como las fiestas. Pero eso es ciencia ficción
Hasta el año pasado, la normativa en Madrid decía que las casetas de los partidos tenían que ser gestionadas por los militantes, pero este año, Almeida ha acabado con la farsa, ya que no se cumplía. Cuenta una asociación vecinal, que también dispone de caseta gratis, que cuando presentaban una reclamación porque los trabajadores no eran militantes, les respondían desde la instancia municipal de turno que cualquiera era bienvenido al partido, y que todos los inmigrantes que veían a cargo de la parrilla o sirviendo el cubata tenían el carné. Las inspecciones brillaban por su ausencia.
En la caseta del PSOE en este barrio periférico, el personal luce camiseta y gorra roja. Las banderolas y los sombreros de paja de Mahou que cuelgan de una esquina a otra, se confunden con el logo socialista. Parrilladas, hamburguesas, raciones de alitas de pollo enormes y salchipapas a 7 euros, dos menos que en la popular. Los clientes que se acercan tampoco lo hacen atraídos por las siglas sino por las raciones y el sitio disponible en las mesas. No hay charla posible más allá de si la morcilla es de arroz o de cebolla. Nada sobre las acciones para mejorar la vida de los vecinos. Será que han pensado que al votante se le conquista por el estómago.
Se supone que el objetivo es establecer un nexo con la gente del barrio, conocerlos, recoger sus inquietudes y poder explicarles los asuntos que defienden en un ambiente distendido y proclive al buen rollo como las fiestas. Pero eso es ciencia ficción.
Solo las casetas de Más Madrid están atendidas por voluntarios del partido, cuya finalidad es generar un link. Ya se ve que no son profesionales, aunque se apañan para hacer bocatas de chorizo, lomo, panceta o morcilla, y empanada y hamburguesa vegana, en el caso de San Blas. Internamente es obligatorio que la oferta refleje sus principios, por eso siempre compran en comercios del barrio y te devuelven un euro si llevas de vuelta el vaso para reciclar que te han dado. Están super agradecidos al personal que atiende las casetas subcontratadas de los demás partidos, porque siempre están dispuestos a resolver un problema y son muy profesionales y limpios, dice una militante de uno de los distritos periféricos más ricos de la capital, Pozuelo.
En ese barrio, con una de las mayores rentas medias por persona, el año pasado en las fiestas que se celebran en septiembre, la caseta de Vox la comandaba una señora con pelo morado Podemos y los currantes eran todos inmigrantes. Seguro que el votante ultra se identificaba con quienes representaban su marca en la verbena. Un sinsentido que refleja lo implicados que están los partidos con las fiestas de sus barrios. Cuando vayas de verbena este verano, haz la prueba, no te cortes, acércate a las casetas políticas a ver qué te cuentan. Pídeles una chapa o que te digan el nombre del líder de la formación. Te vas a echar unas risas.
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