A la mierda con la autoestima Luis García Montero

Hay nervios en el grupo popular de la Asamblea de Madrid. Por primera vez en mucho tiempo se han echado a temblar con el ataque furibundo de Miguel Ángel Rodríguez contra la hija de una víctima de las residencias de mayores durante la pandemia. MAR ha mentido. Ha calumniado. Mala cosa, porque hay votantes de Ayuso entre las familias de los fallecidos por la fatídica orden de impedir el traslado de los ancianos con Covid a los hospitales, el inmoral ‘protocolo de la vergüenza’. No quiere decir que vayan a votar a la oposición en las próximas elecciones pero pueden quedarse en casa y, como le pasó a Esperanza Aguirre, facilitar con su abstención que gane otro.
En el Congreso esta vez no se han reído tanto como con el famoso ‘me gusta la fruta’, cuando en los corrillos algunos diputados del PP bromeaban diciendo “qué peligro tienen las sobremesas largas de Miguel Ángel”, refiriéndose a ese momento tan demodé del café, copas y puro. “Si te das cuenta, los domingos y las tardes noches es cuando se desata. En sus publicaciones más inapropiadas en redes siempre figura el p.m, el post meridiem tras la sobremesa, se nota en su forma de expresarse”, dice un diputado popular al que no le ha hecho ninguna gracia.
El jefe de Gabinete de la presidenta es un tipo simpático en las distancias cortas, algo que reconoce hasta la oposición: “Los tipos sin escrúpulos suelen ser simpáticos. Aunque traten de envolver sus acciones en ideología, carecen de ella. La realidad es que lo único que les mueve son sus propios intereses”, apunta un diputado de Más Madrid. Rodríguez muestra la suficiencia del que se considera intocable porque realmente ahora mismo lo es. Ayuso no se atrevería a quitárselo de enmedio como hizo con Fernández-Lasquetty tras ganar las últimas elecciones. Lasquetty fue el enviado por la Génova de Pablo Casado a tutelar a la recién nombrada presidenta gracias a Vox y a Ciudadanos, porque no se fiaban de su capacidad para dirigir la Comunidad.
Rodríguez se está convirtiendo en un lastre. Compite con la propia presidenta en salidas de tono, le hace sombra. El problema es que no es ella. No cuenta con el fervor del público, ni de los que rodean a Ayuso, siempre en la cuerda floja
Cuando seis meses después Ayuso dio la sorpresa anunciando el nombramiento de MAR en enero de 2020, la custodia se terminó. “Le he nombrado porque para mis mensajes y mi agenda es quien va a hacer mejor papel”, justificó tras el revuelo que causó la recuperación del que fuera portavoz del gobierno de Aznar. Comenzó entonces la cuenta atrás para Lasquetty, del que cuentan que fue su decisión de no contravenir el criterio de la interventora general de la Comunidad de Madrid que se negaba a satisfacer una reclamación millonaria de Quirón lo que le hizo perder el favor de Ayuso.
Cómo desligarse de MAR podría ser ahora la cuestión, al que debe algo más que una estrategia para enterrar el escándalo de González Amador. Antes se permitiría romper con su novio que con Rodríguez. Miguel Ángel es ese pinganillo que se le ha quedado incrustado en el oído. Se ha dejado modelar a su imagen y semejanza. Le convenía. Ahora quizá ya no lo necesite tanto. Nada como alcanzar un estatus para atribuirse los logros que otros han conseguido para ti. Rodríguez se está convirtiendo en un lastre. Compite con la propia presidenta en salidas de tono, le hace sombra. El problema es que no es ella. No cuenta con el fervor del público, ni de los que rodean a Ayuso, siempre en la cuerda floja.
“Un jefe de gabinete te tiene que sacar de marrones y no proporcionarlos. MAR mete a Ayuso en charcos en los que no querría estar. El asunto de las residencias está en los tribunales y con varias demandas vivas en los juzgados. No es un asunto que le convenga agitar a la presidenta”, dice otro diputado popular que, como la mayoría, sabe que el tándem no es fácil de deshacer por mucho que a la presidenta le pese en ocasiones como esta.
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