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Por ser vos Cascos quien sois

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La indignación con la que llegan al juzgado los ex altos dirigentes del PP cada vez que los tribunales osan llamarlos a declarar es comprensible. Tienen mejores cosas que hacer, como jugar al golf en el caso de Rodrigo Rato, que siempre que visita el juzgado lo hace como su colega Álvarez Cascos, con el cabreo de tener que explicar lo que a ellos les parece que les corresponde por derecho. Porque ellos lo valen. Que no lo hacen ni por placer. Si Paco Cascos iba a Roland Garros con sus hijos a cargo de Foro Asturias no era por gusto sino por obligación, “porque tener una imagen de familia es un activo”. 

Disponer de lo que consideran que les corresponde por pertenecer a una clase política o social no es ningún pecado. Es normal, desde el punto de vista de estas élites, que les toque las narices renunciar a sus actividades de ocio para una gilipollez como someterse a preguntas absurdas, cuya respuesta se cae por su propio peso, como Cascos ha insistido en señalar. Mantener un tren de vida como el suyo conlleva un desembolso económico elevado, eso lo sabe cualquiera con dos dedos de frente. El populacho no lo entiende por la sencilla razón de que ignoran lo que supone renunciar a múltiples prebendas cuando se lleva toda la vida disfrutando de ellas.  

Lo escenificó perfectamente Javier Hidalgo cuando tuvo que ir al Senado hace poco más de un mes. El ex consejero delegado de Globalia fue citado por el PP para interrogarlo en la comisión por el caso Koldo. Abrió su iPad con una pegatina de Malibú, el sitio en el que debería estar si no hubiera tanto tocapelotas suelto por el mundo y lo primero que hizo fue restregar a los senadores que había tenido que coger un vuelo de 16 horas para estar ahí. ¿A quién se le ocurre citarle cuando se encontraba tan a gusto en Los Ángeles? Hay que ser tan tonto del culo como los allí presentes para sacarle de su paraíso solo para que declarase contra Begoña Gómez. No le quedó más remedio que abroncarles y acusarles de lanzar bulos. Porque el amigo de los hijos de Aznar se considera muy por encima de sus señorías, por muy lacayos del PP que sean. 

Disponer de lo que consideran que les corresponde por pertenecer a una clase política o social no es ningún pecado. Es normal, desde el punto de vista de estas élites

Y es que los Cascos, los Rato o los Javier Hidalgo no tienen nada de qué arrepentirse, cualquier cosa que hagan está justificada por el riesgo que conlleva su actividad económica o política. Es como cuando se descubrieron las cuentas ocultas de la cúpula y el consejo del BBVA en paraísos fiscales como Jersey a cargo del banco y fuera del balance, desde las que se hicieron diversas adquisiciones. Estaban en su derecho, se contaron, y eso era razón suficiente para desviar beneficios en beneficio propio. Igual entonces dimitías, como hizo Ybarra y el consejo en bloque. Pero ahora es un símbolo de estatus tener cuentas en paraísos fiscales y que se sepa. 

A nadie se le pone la cara roja de vergüenza, todo lo contrario. Que se enteren en su círculo que maneja capital. Defraudar es un valor al alza que cotiza más que penaliza. Hasta un mindundi como el novio de Ayuso ha hecho sus pinitos en Panamá, lo que le ha dado aún más caché. Tanto que el Supremo le tiene como una persona de bien a la que hay que proteger de mala gente como el fiscal general del Estado o los periodistas que informan sobre sus actividades defraudadoras. Tan envalentonado está él y su entorno que hasta presumen de adelantar decisiones judiciales. 

Si lo miras con perspectiva, tampoco es tan sorprendente. Cosas más alucinantes están pasando en Estados Unidos, donde el presidente electo ya está anunciando que piensa quedarse con Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá, por empezar por algún sitio. Es de los que piensan que tienen derecho a tomar lo que les viene en gana, ya sea una mujer o un país, por ser vos quien sois. A ver si acabamos siendo norteamericanos.

La indignación con la que llegan al juzgado los ex altos dirigentes del PP cada vez que los tribunales osan llamarlos a declarar es comprensible. Tienen mejores cosas que hacer, como jugar al golf en el caso de Rodrigo Rato, que siempre que visita el juzgado lo hace como su colega Álvarez Cascos, con el cabreo de tener que explicar lo que a ellos les parece que les corresponde por derecho. Porque ellos lo valen. Que no lo hacen ni por placer. Si Paco Cascos iba a Roland Garros con sus hijos a cargo de Foro Asturias no era por gusto sino por obligación, “porque tener una imagen de familia es un activo”. 

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