A José Couso
Tocar la piel del día.
Esa es tu tarea
hasta llegar al cuerpo de la historia.
Si las noticias pueden tener dueño,
los hechos no. Te llamará mañana
algún dios familiar o algún desconocido
para decirte lo que ocurre.
No aceptes su palabra
y mira con tus ojos,
habla con las razones de tu voz,
escribe con las dudas de tus manos.
Tocar la piel del día.
Debes estar allí.
Para contar la guerra,
oír la noche de los bombardeos.
Para nombrar el mundo,
sentir los ojos de la gente.
Para medir discursos,
sopesar las monedas y las sílabas
que caen en el suelo,
el funeral que llega por la plaza,
la mirilla que busca, el cañón que dispara.
Tocar la piel del día.
Estar allí para juzgar las causas,
hacerse responsable de los otros,
meditar soluciones,
el sudor de la vida, el testimonio,
contra la primavera virtual,
contra el silencio de los ruidos.
Esa es tu tarea,
tu oficio maltratado,
el loco enigma de la dignidad,
el terco corazón de la conciencia.
Tocar la piel del día.
Si las noticias pueden tener dueño,
los hechos no. Procura
que la imagen no pierda su mirada,
que las palabras no traicionen
el calor de los cuerpos que las dicen
y en cada letra exista
el mundo que has vivido
para contar el mundo.
Que por las redacciones no se extienda
ni la rosa marchita, ni el murmullo de plástico.
Yo dependo de ti. Nunca lo olvides.
A José Couso