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Convocatoria cívica, emergencia política

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GASPAR LLAMAZARES / JOSÉ MENDI

El mismo día, a la misma hora, en que se presentaba en el Ateneo de Madrid el manifiesto por una Convocatoria Cívica, el avión del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, era obligado a aterrizar por la fuerza en Austria siendo abordado cual pirata aéreo. Al mismo tiempo, en Egipto, se consumaba un golpe de estado por parte del ejército. Y simultáneamente seguimos conociendo detalles del masivo espionaje a gobiernos y personas por parte de los Estados Unidos y de los propios ejecutivos de la Unión Europea hacia sus conciudadanos. Todos estos hechos recientes no son sólo llamativos sino delictivos en el marco del derecho internacional más elemental. Y sin embargo es más que probable que no haya respuesta más allá de la indignación contenida. Que la realidad consumada transforme la agresión en justificación y ésta llegue a tener apariencia legal e incluso razonable.

Probablemente nunca sabremos que la orden emanada desde Washington para detener a Morales, y con él supuestamente a Snowden, iba a ser fielmente cumplida también por España que sigue en su papel de súbdito en la rememoración de lo que fue en su día la tragedia de los aviones de la CIA reconvertida ahora en farsa. Tampoco escucharemos nunca hablar al gobierno de Rajoy de lo ocurrido en Egipto como “golpe de estado”. Y también sabemos que los ciudadanos somos considerados culpables hasta que demostremos no sólo nuestra inocencia sino “lealtad al régimen”. En consecuencia es “lógico” que seamos tratados como terroristas en potencia por si llegamos a serlo.

¿Pueden los gobiernos demócratas actuar de forma totalitaria? Por supuesto. No sólo pueden sino que lo hacen. Y aquí hemos reseñado sólo algunos de los ejemplos más recientes en torno al derecho internacional y a los derechos humanos. Hubiera sido más fácil poner ejemplos sobre la economía, los recortes sociales y el papel de la troika sobre y contra la ciudadanía de los estados de la Unión Europea. Pero hablamos del mismo ejercicio de la política en ámbitos diferentes. Un ejercicio no democrático de la democracia. Algo que está en la base de todo poder…si no es controlado.

De ahí que el nacimiento de esta Convocatoria Cívica tenga mucho que ver con lo que está pasando. Pero sobre todo con cómo está pasando. La perversión de la política a través de la corrupción de sus actores degrada la democracia en su conjunto. No olvidemos que el origen de la corrupción tenemos que buscarlo en la complicidad de la política con el poder económico. Pero no nos referimos sólo a los escándalos diarios que desangran la credibilidad en el sistema. Hablamos de la necesaria regeneración y de la revolución en la participación de la ciudadanía para enriquecer el mejor sistema de representación que es la democracia.

Podemos elaborar nuevas leyes, adoptar nuevos instrumentos de intervención social y electoral, y renovar personas y gobiernos. Pero si no somos capaces de transformar la participación con mecanismos de decisión y control activo por parte de la ciudadanía en lo cotidiano no habrá ley que sirva. Por eso este llamamiento ciudadano, que compartimos y asumimos, merece y necesita una respuesta. Una respuesta política y un respaldo social.

Los impulsores de esta Convocatoria han dado un paso al frente para catalizar y promover una propuesta positiva, que ahora corresponde concretar a las formaciones políticas, capaz de ofrecer soluciones y mecanismos de participación superadores de las meras siglas y partidos.

Quienes nos dimos cita y nos reconocemos en ese manifiesto, somos y seguiremos siendo plurales en las ideas de las izquierdas en torno a una misma ilusión. Sus promotores consiguieron que ese día compartiéramos espacio físico y virtual, lo que constituye, sin duda, el primer éxito de la convocatoria. El mínimo común múltiplo de todos es la conceptualización del PP y sus políticas como nuestro primer y principal adversario y también enemigo. De los convocados y también de los convocantes. Entre los que se encontraban personas como Baltasar Garzón, Federico Mayor Zaragoza, Pilar del Río, Isabel Coixet, Almudena Grandes, Antonio Gutierrez, Luis García Montero, Vicenç Navarro, Juan Torres y muchas y muchos más. Como señalan en el párrafo final del propio manifiesto: “Convocamos a un proceso de confluencia y unidad que, con el amparo de la máxima movilización ciudadana, culmine en la alternativa que ponga fin al drama que estamos viviendo.”

Ahora la pregunta está en el aire, pero la respuesta debe surgir del seno de los partidos de izquierda, sindicatos y colectivos sociales que deben, debemos, ceder el paso a la sociedad civil. Y así juntos, elaborar una propuesta para derrotar a la derecha y construir una nueva alternativa que hasta el momento nadie ha ofrecido. Eso implica cambios de fondo y no sólo de forma en todos los partidos. Izquierda Abierta ya ha respondido y se ha comprometido a fondo con esta estrategia. Esperamos y deseamos que el resto se sume con la misma ilusión, convicción y generosidad.

Estamos ante una iniciativa ciudadana de calado ante la que los partidos y colectivos tenemos la obligación de escuchar, participar y colaborar sin protagonismos de ningún tipo. Es la hora de superar la fractura entre lo social y lo político y afrontar la necesidad de cambios en los partidos y en una democracia cada vez menos democracia y más plutocracia.

Convocatoria Cívica se constituye como asociación de debate de fuerzas progresistas

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Proponemos una revolución participativa unida a un programa anti neoliberal, radical y alternativo a la Europa sin alma social, sin corazón democrático y sin cerebro para la sostenibilidad. Sólo así seremos capaces de construir un escenario de participación y fortaleza suficiente capaz de hacer frente al austericidio de la Unión Europea derrotándolo, primero en las elecciones europeas del próximo año y después en las elecciones generales, autonómicas y municipales. Entre las cuestiones concretas que debemos asumir están: la preponderancia de la sociedad civil sobre las cúpulas de los partidos, un cambio en los métodos de participación política, tanto en la elección de candidaturas a través de elecciones primarias abiertas a la ciudadanía como del posterior compromiso de interacción con los votantes a los que se les dará poder real de decisión, por supuesto un compromiso ineludible de derrotar a la derecha, un programa básico para revitalizar lo público y desmontar la batería de recortes de todo tipo y de atentados contra los derechos sociales que, como la reforma laboral, ha desarrollado el Ejecutivo de Rajoy. Si estamos de acuerdo en esto. ¿Por qué no nos vamos a poner de acuerdo?

Los firmantes de este manifiesto merecen una respuesta. Pero los verdaderos convocantes sentados en la mesa del Ateneo de Madrid estaban detrás, en la calle. Ciudadanos anónimos, indignados (“indignadanos” como diría Baltasar Garzón) que exigen de la política organizada una respuesta común y contundente. Y es a esa ciudadanía a la que debemos responder social, política y electoralmente, agrupándonos en un frente común que represente el éxito de todos y no el de unas siglas, partidos o candidatos. Es el momento de aceptar este reto, escuchar a los convocantes y responder con un sí fuerte y convencido.

Si no sabemos o queremos atender este llamamiento será más fácil que nos obliguen a detener nuestro sueño en forma de vuelo. Por eso éramos muchos los que viajábamos junto a Evo Morales, pero también somos muchos los que seguimos junto a Snowden, Assange, Manning y todos aquellos que son perseguidos por arriesgar su libertad a cambio de un poco de la nuestra.

El mismo día, a la misma hora, en que se presentaba en el Ateneo de Madrid el manifiesto por una Convocatoria Cívica, el avión del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, era obligado a aterrizar por la fuerza en Austria siendo abordado cual pirata aéreo. Al mismo tiempo, en Egipto, se consumaba un golpe de estado por parte del ejército. Y simultáneamente seguimos conociendo detalles del masivo espionaje a gobiernos y personas por parte de los Estados Unidos y de los propios ejecutivos de la Unión Europea hacia sus conciudadanos. Todos estos hechos recientes no son sólo llamativos sino delictivos en el marco del derecho internacional más elemental. Y sin embargo es más que probable que no haya respuesta más allá de la indignación contenida. Que la realidad consumada transforme la agresión en justificación y ésta llegue a tener apariencia legal e incluso razonable.

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