Cuatro decisiones eficaces para liquidar una televisión pública

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No compitas con las privadas

Un efecto colateral del franquismo fue que durante 30 años RTVE no tuvo competencia alguna. De manera que en los años 70, cuando se extendieron por los escaparates y los salones de las casas aquellos televisores cúbicos inmensos y pesados, todos los niños veíamos lo mismo: Los Payasos de la Tele o La Casa de la Pradera o Marco. Los mayores veían todos el mismo telediario y los mismos partidos de fútbol y las mismas series importadas y dobladas.

Televisión Española era la única, las audiencias eran bestiales, el control de la información total, la competencia inexistente. Cuando surgen las autonómicas primero y llegan luego Antena 3 y Telecinco en los primeros 90, tienen que competir con una máquina pública portentosa, con una ventaja competitiva evidente. Hasta hace solo unos meses, esa ventaja ha permitido a TVE mantener el liderazgo frente a las demás. La televisión pública estatal ha afrontado el desafío con elegancia, tratando de mantener el equilibrio entre los contenidos más comerciales y el mandato de servicio público. Pero el ministro de Hacienda que hoy es responsable de la gestión económica de la cadena, Cristóbal Montoro, ha decretado que eso ya no va a ser así.

Esta semana ha recordado algo que ya nos había dicho hace dos años y pico: “RTVE no tiene que competir con las privadas”, dijo, sino “jugar en otra categoría”. No se refiere Montoro a que RTVE no debe hacer lo mismo que Sálvame, no. Dice que no entiende que se paguen cifras altas por series comerciales, por ejemplo. Para liquidar la televisión públicas es una buena idea dejar de pagar por contenidos comerciales. Así poco a poco tus canales se llenan de programas baratos, refritos de imágenes nostálgicas de archivo, experimentos etnográficos o elitistas programas culturales.

Suprime la publicidad

Una de las decisiones más catastróficas para Televisión Española fue tomada por el Gobierno de Zapatero en sus últimos días. Eliminar la publicidad de terceros por completo. Una televisión europea competitiva tiene un coste aproximado de entre 60 y 120 euros por hogar al año. Alguien tiene que pagar y será sin duda el contribuyente. Pero el pago es más suave si permites que el canal ponga publicidad. No hay ningún problema si lo haces bien. Si limitas los minutos, si restringes la publicidad que consideres indecorosa, o si la suprimes en algunos tramos, como el horario infantil o las películas nacionales o europeas.

A los anunciantes, además, les encantaba Televisión Española, porque tiene ese aura de respetabilidad del que carecen otros canales. La supresión de la publicidad, una decisión que, excepto la competencia privada, nadie pedía, tuvo un efecto inmediato en la financiación de la Corporación, claro. No solo por la cifra de negocio perdida, sino por la pérdida de la autonomía financiera. Y por otro factor menos visible. Cuando pones publicidad, todo el mundo sabe quién paga por el anuncio. Y cuál es la tarifa y la contraprestación. Pero cuando dejas que entre patrocinio, la cosa es más opaca. Mucho más. Ahora lo que sucede es que las marcas revolotean por TVE sin que se las vea. Están en forma de productos colocados en los programas, menciones hechas por los presentadores, publirreportajes que no se anuncian como tales…

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Los socialistas decidieron que el nombramiento del presidente de RTVE fuera por mayoría cualificada del Congreso. Después de meses de bloqueo ya en época del PP, Rajoy decidió cambiar la norma y tirar por la vía de la mayoría suficiente. Es decir, que a efectos prácticos el nombramiento pasa a estar en manos del Gobierno. Es verdad que un Gobierno puede nombrar a un buen director o una buena directora, y que un Parlamento puede poner a un adefesio. Pero el nombramiento por consenso obliga a elegir mucho mejor, a vigilar el currículo, a plantear opciones presentables. El presidente José Antonio Sánchez, nombrado hace días, no habría pasado ni la primera criba: fue el director de TVE y de Telemadrid en sus épocas más indignas, incluyendo la de la era Urdaci. De manera que cuando pasee por los pasillos de Prado del Rey, le irán mirando de reojo sus redactores, sus realizadores, los sindicatos y el personal administrativo, sabiendo que llega con la legitimidad amputada.

Haz experimentos arriesgados con la programación

Una buena manera de crear un clima lamentable entre los empleados y de confundir a los siempre fieles espectadores de un buen canal público, consiste en hacer tonterías con la programación. Por ejemplo, traerte de Andalucía un programa de misericordia pop que sabes que va a suscitar la polémica. O cambiar de hora un programa de la solera de Informe Semanal. O volver a pedirle a José Luis Moreno que te monte un programa casposo de los que él sabe crear con tanto acierto.

No compitas con las privadas

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