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¿Derecho a decidir o derecho a convivir?

Andrés Herrero

A pesar del simposio “España contra Cataluña” y del “España nos roba”, los catalanes no son precisamente los negros de Sudáfrica reclamando la libertad y el fin del apartheid.

La manía persecutoria, el agravio y el victimismo son las señas de identidad de los nacionalistas catalanes, de profesión, agraviados, porque todo el que no comulga con su credo, les irrita, hiere y ofende.

Invocan la democracia para justificar su derecho a decidir; pues muy bien, pero entonces, ¿cualquier colectividad tendrá a derecho a decidir lo que sea al margen del resto?, ¿los ciudadanos podrán pronunciarse sobre cualquier cosa que les afecte, o solo sobre la independencia?

¿Desde cuándo romper las reglas del juego es democracia? 

Cualquier persona puede desear legítimamente que Cataluña sea un país, una nación, un estado independiente, o un imperio intergaláctico, pero eso no constituye un argumento a favor, ni mucho menos lo convierte en una realidad”.

Pero los nacionalistas amenazan, si no se atienden sus deseos: harán la consulta por las buenas o las malas, saltándose la ley y lo que haga falta. Toma más democracia.

Los independentistas están tan acostumbrados a tergiversar, adoctrinar y manipular, que nada se le pone por delante, ni siquiera la verdad.

"Si hemos sacado a dos millones de personas a la calle, ¿quién dice que no podemos parar la economía catalana durante una semana?”, fanfarroneó en Bruselas el señor Junqueras, a lo que el señor Sardá le replicó irónicamente … “ah, ¿pero la gente no se movía sola?”…

Naturalmente que no. A la gente la mueven ellos. Quien tiene los medios tiene las conciencias. Y precisamente lo que caracteriza a los nacionalismos es la pluralidad. La distinción entre los de “dentro” y los de “fuera”.

Las identidades nacionales, al igual que las fronteras, son construcciones artificiales hechas desde el poder. Y después de 35 años de ininterrumpido lavado de cerebro colectivo, con un gobierno autonómico apostando desde el primer día por la independencia y creando las condiciones y el clima social adecuado para ello, la consulta está más viciada que la prima de riesgo.

“Paralizaremos la economía y el país e iniciaremos una campaña de desobediencia civil”. Adelante mis valientes, Junqueras y cierra Cataluña.

La fiebre independentista le hace desvariar. Las acciones de desobediencia civil que ha habido en el mundo han sido para luchar contra desigualdades flagrantes de derechos, entre blancos y negros, colonizados y opresores, etc., como hicieron Gandhi en la India o Martin Luther King en EEUU… pero nuestro líder de masas necesita otro simposio como mínimo para enterarse.

Porque cuándo hay igualdad de derechos, ¿cómo se justifica la independencia?, ¿cómo que algunos quieren ser más iguales que otros?

El hecho de ser diferentes no impide vivir juntos. No solo el estado español, sino la mayoría de estados europeos, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, etc., son plurinacionales, igual que antes fueron pluritribales. La humanidad evolucionó de la horda al clan, del parentesco familiar al étnico y así sucesivamente, integrándose en colectivos más grandes a medida que aumentaba el número de sus miembros, excepto la Cataluña de los independentistas, donde ese proceso, por lo visto, se detuvo en seco.

Declaran los nacionalistas que desean ser europeos pero no españoles, es decir que se sienten más cerca de los alemanes, los escandinavos o los húngaros, que de sus vecinos y compatriotas españoles, por aquello de las tradicionales relaciones de amistad y lazos fraternales que unen a los catalanes con los finlandeses.

En cambiar el modelo de estado, la izquierda ha encontrado la excusa perfecta para subirse al carro de la independencia, como si no se pudiera cambiarlo sin recurrir a ésta. Pero situar la patria por delante de las clases sociales constituye un contrasentido absoluto... ¿desde cuándo son de los suyos Pujol, Más y Durán?... ¿es yendo con ellos como van a liberar a los trabajadores?

Que nadie se engañe. Lo único que se plantea aquí es independencia sí o sí. Y lo que se ventilan, intereses, no identidades. Hasta el propio señor Oriol Junqueras líder actual de Esquerra Republicana en Cataluña (ERC), reconoció abiertamente en televisión que "no estamos debatiendo sobre sentimientos, ni sobre emociones ni sobre identidades, sino sobre una cuestión racional, como es el futuro de nuestra economía, de nuestros impuestos, de nuestras infraestructuras, de nuestras escuelas, de nuestros hospitales".

La solidaridad no tiene cabida en este negocio desde el momento que “el nacionalismo es uno de los motivos por los que la pobreza está tan concentrada en algunos lugares del mundo… ¿por qué la mayoría de los etíopes son pobres?... ¿porque son todos tontos?... ¿porque son todos vagos?... ¿o porque nacieron en Etiopía?... El nacionalismo establece que nuestras obligaciones para con otros seres humanos son diferentes dependiendo del lugar donde han nacido”.

Que hay personas de primera y de segunda clase. Así que para liberarlas mejor, a la clase social, le añadimos la nacional.

Sostiene el profesor Vicenc Navarro que “dejar el terreno nacional a las derechas y centrarse solo en lo social, es perder terreno político y electoral”, pero sí la izquierda no debe dejar el nacionalismo en manos de la derecha para no cederle bazas gratuitas, ¿tendrá que hacer lo mismo con la religión?, ¿y con el fútbol?

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¿Para triunfar la izquierda ha de apuntarse a un bombardeo? Pues mucho me temo que por esa vía no llegará muy lejos.

Por desgracia, España siempre ha estado en contra de sí misma y de favorecer una convivencia armoniosa entre sus ciudadanos, siendo el independentismo la última y más reciente demostración de ese cainismo suicida.

Pero la izquierda juntándose con la derecha me parece un sueño monstruoso que terminará en pesadilla.

A pesar del simposio “España contra Cataluña” y del “España nos roba”, los catalanes no son precisamente los negros de Sudáfrica reclamando la libertad y el fin del apartheid.

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