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Desde la tramoya

Cinco apuntes sobre los debates electorales

1. Lo de antes ya no vale. Es improbable que volvamos a ver ese formato encorsetado de los únicos cinco debates electorales de 1993, 2004 y 2008, que enfrentaron a Felipe González contra Aznar, y a Zapatero y Rubalcaba contra Rajoy. Es probable que el último debate antes del 20-D, que con seguridad pondrá cara a cara a Sánchez con Rajoy, sí siga esas pautas, porque será fruto de la negociación, siempre conservadora, entre sus dos partidos. Pero lo cierto es que la audiencia millonaria (cinco millones de personas) que tuvo Jordi Évole con su “debate” entre Rivera e Iglesias, sin minutaje, sin limitación de temas e intervenciones y sobre la mesa de un modesto bar, haya constatado definitivamente que se pueden hacer las cosas de otra manera. Sin embargo, conviene aclarar que aquel encuentro entre los dos líderes de los partidos “nuevos” tuvo un total grabado de tres horas, que luego editaron los realizadores de Salvados. Un debate electoral no debe emitirse en diferido y menos aún cortado y editado.

2. Rajoy se equivoca. Rajoy ya ha dicho que no estará en el primer debate “a cuatro” que han aceptado Sánchez, Rivera e Iglesias, y que ofrecerá en streaming el diario El País el día 30. Se equivoca, porque su ausencia va a remachar ese arquetipo que le persigue según el cual huye por la puerta de atrás, no se enfrenta a los problemas y sólo da la cara a través de un plasma. En un último giro de los acontecimientos sucedido en las últimas cuatro o cinco semanas, el PP ha decidido incorporar al PSOE a su estrategia, y abrazar a su viejo enemigo para sugerir que, en efecto, sólo los dos grandes partidos tienen solvencia y capacidad para afrontar los problemas graves de España, Cataluña en especial. Por eso Rajoy aceptará un debate con Sánchez, pero sólo con él. La sensación que va a dejar entre los indecisos va a resultar penosa, en mi opinión.

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3. ¿Por qué “a cuatro”? Es alucinante la frescura con la que Podemos se ha merendado a Izquierda Unida (y su alianza Unidad Popular). De manera que ya nadie habla de debates “a cinco” o, por qué no, “a seis”, incluyendo a UPyD, que también parece haber desaparecido de la faz de la tierra. En buena lógica, Izquierda Unida, como mínimo, debería incorporarse a los debates electorales. No tiene ningún sentido dejarla fuera.

4. Sánchez no tiene motivos para debatir sólo con Pablo Iglesias. Un cara a cara entre Pedro y Pablo tendría mucho interés para Salvados, que está azuzando para que se celebre. Pero, ¿por qué tendría que aceptar Pedro Sánchez? ¿Cuál es la lógica democrática para que Pedro Sánchez tenga que enfrentarse con él y no con los otros cinco candidatos unos a uno? Un cara a cara con Rajoy tiene todo el sentido porque sólo uno de los dos puede ser presidente según los datos de encuesta disponibles, y a la gente le gusta ver a los dos posibles presidentes a solas. Desde el punto de vista estratégico, es acertado poner ese debate al final para que la gente finalmente decante su voto por uno de ambos. Por otro lado, Pablo Iglesias ya tuvo un revolcón importante en su encuentro con Rivera. Además, Podemos baja en las encuestas y ahora no tiene unas expectativas muy superiores a las que tuvo IU en su mejor momento, con Anguita. Enfrentarse con él en un cara a cara es darle la oportunidad de la resurrección y elevarle a la categoría de presidenciable.

5. Los medios no pueden imponer sus criterios sin control. He preparado debates presidenciales en media docena de países de América Latina y hay algo que a estas alturas tengo muy claro. Si cedes a las pretensiones de los medios de comunicación te pasarás la campaña entera de plató en plató debatiendo según la apetencia de las televisiones. Los debates así planteados trastocan de continuo la agenda del candidato o la candidata, se devalúan, pierden interés y se convierten en un lío. Por eso, desde hace medio siglo, en Estados Unidos existe una comisión, formada por expertos procedentes de los medios de comunicación, que organiza los formatos, las fechas y los temas de los debates presidenciales y vicepresidenciales. Generalmente tres entre los candidatos a presidente y uno entre los candidatos a la vicepresidencia. España debería tener pronto una comisión como esa, en la que unos cuantos periodistas prestigiosos organizarían los debates de forma ecuánime y neutral. Esa sería la manera de garantizar que nunca deje de haber debates electorales, pero también que éstos se hagan con orden y concierto.

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