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Hemos descubierto que Zuckerberg, el millonario creador de Facebook y propietario también de Instagram, sabe lo que sabemos todos: que la archiusada red de exhibición de fotografías y vídeos es perjudicial para la salud psíquica de millones de jóvenes. The Wall Street Journal ha publicado detalles de un informe de la propia compañía según el cual los chavales (de modo especialmente grave las mujeres adolescentes) sienten angustia y depresión por utilizar la fotocéntrica aplicación. La noticia sugiere que la compañía ocultó deliberadamente el informe. Lo cierto es que los directivos de Instagram salieron enseguida a defender sus prácticas y luego anunciaron, por enésima vez, una mayor precaución en el control de los contenidos.
Instagram es un paraíso para los fotógrafos, para los comerciantes y para la gente madura, pero puede efectivamente ser un infierno para los adolescentes. Nadie expresa el problema con tanta gracia como lo hace El Mundo Today con sus esporádicos titulares satíricos sobre la red: “Más de la mitad de los españoles son multimillonarios, según un estudio de Instagram”. “Dos de cada tres españoles son incapaces de reconocer a su pareja sin filtros de Instagram”. “Decide abortar después de subir la ecografía a Instagram y obtener solo tres ‘me gusta’”. “Las funerarias empiezan a vestir a los fallecidos pensando más en las fotos de Instagram que en el resultado”. “Los filtros de Instagram se declaran cansados de ocultar tanta miseria”. “Instagram sabe que estás en Cuenca y no en Punta Cana, pero no dirá nada”.
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Pero el asunto no es solo motivo de chanza, sino también preocupación de terapeutas y científicos sociales. Un estudio realizado con 129 mujeres de entre 18 y 35 años demostró que el uso de Instagram estaba relacionado directamente con la depresión, la baja autoestima, la ansiedad y la insatisfacción con el propio cuerpo y que todos esos efectos se producían por un fenómeno tan corriente como multiplicado por la red: la comparación social.
Otro describe la adicción a Instagram y constata su estrecha relación con el mal resultado escolar y con la timidez y la soledad de los adictos. Resulta curioso que la insatisfacción y la depresión no esté relacionada con la popularidad de quien es objeto de comparación. En otro experimento hecho con mujeres de entre 17 y 40 años, éstas se sentían peor al observar las imágenes idealizadas de las influencerscon independencia de lo populares que fueran.
La literatura científica es muy amplia y también implacable: el uso extendido de Instagram es un generador de inseguridades, depresiones y frustraciones, singularmente entre las mujeres adolescentes y jóvenes, porque invita a la comparación con un mundo idealizado, manipulado, exagerado, engañoso, que la propia red favorece. Que los directivos de Facebook e Instagram no supieran de tales efectos es tan absurdo como pensar que no estén tratando de favorecerlos. Recuerda todo esto a aquellos tiempos en los que las tabaqueras ocultaban sus propias investigaciones sobre el efecto nocivo de los cigarrillos. E invita a pensar que quizá en un futuro algunos tendrán que dar cuenta de sus ocultaciones.
Hemos descubierto que Zuckerberg, el millonario creador de Facebook y propietario también de Instagram, sabe lo que sabemos todos: que la archiusada red de exhibición de fotografías y vídeos es perjudicial para la salud psíquica de millones de jóvenes. The Wall Street Journal ha publicado detalles de un informe de la propia compañía según el cual los chavales (de modo especialmente grave las mujeres adolescentes) sienten angustia y depresión por utilizar la fotocéntrica aplicación. La noticia sugiere que la compañía ocultó deliberadamente el informe. Lo cierto es que los directivos de Instagram salieron enseguida a defender sus prácticas y luego anunciaron, por enésima vez, una mayor precaución en el control de los contenidos.
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