Carrefour se ha marcado la campaña del año. Su principal directivo en España, el francés Alexandre de Palmas, a diferencia de otros ejecutivos de grandes compañías, entra sin miedo en las comunicaciones de marketing de la empresa: hace vídeos, anuncia cosas, tuitea, va de acá para allá repartiendo donaciones o compartiendo iniciativas sociales, se alinea así con una ambiciosa estrategia de marketing social. Un día pide que la gente traiga de su casa el tupper para llevarse el pescado del Carrefour sin tener que comprar bolsas. Otro se une a la campaña de recogida de material escolar junto a la Cruz Roja. O a la conservación de los bosques. Otro día, anteayer sin ir más lejos, entrega el maillot rojo al ganador de La Vuelta a España, que la marca gala patrocina. Alabamos la sensibilidad cívica del consejero delegado De Palmas y la responsabilidad social corporativa de Carrefour.
Siempre pendiente del sentir de los españoles y las españolas, y con el olfato bien entrenado para el marketing de oportunidad, Alexandre de Palmas invitó el pasado martes a Yolanda Díaz (y también indirectamente a la vicepresidenta Calviño y a los ministros de Agricultura y de Industria) a que fueran a Carrefour a comprar 30 productos a 30 euros, la reacción de la compañía ante la idea (que anda por ahí flotando en los despachos de algunas autoridades) de limitar los precios de algunos productos básicos.
Muchos críticos han señalado el peligro cierto de que esas acciones voluntarias de las empresas se utilicen para inhibir una más contundente acción por parte de las autoridades a través de las leyes
“En Carrefour tenemos ya 30 productos de la cesta básica a 30 euros, Yolanda Díaz. ¿Vienes?”, decía el tuit, que citaba también a los otros ministros. Magistral. Primero porque la empresa se une al sentir popular, que reclama gestos de solidaridad en momentos críticos. Y segundo, porque tomando la iniciativa, Carrefour evita que lleguen las autoridades con medidas coercitivas, como podrían ser un impuesto especial a las grandes superficies, o una efectiva limitación de precios en productos básicos. Desde que hace 20 años se fue implantando la Responsabilidad Social Corporativa (las acciones voluntarias que las empresas realizan en defensa de los derechos humanos y sociales, del medio ambiente o de la cultura), muchos críticos han señalado el peligro cierto de que esas acciones voluntarias de las empresas se utilicen para inhibir una más contundente acción por parte de las autoridades a través de las leyes.
Hoy y aquí, con Carrefour y su “30x30”, tenemos un ejemplo de manual. Y la vicepresidenta Díaz (que es ministra de Trabajo y no tiene competencias en la materia, pero también podría ser candidata a la Presidencia del Gobierno, y ahí sí…), puede haber caído ingenuamente en la trampa al aceptar la invitación de Carrefour y recibir a la empresa ayer en una solemne reunión en el Ministerio, junto con el ministro de Consumo, Alberto Garzón. Imagino a los ejecutivos y empleados de Carrefour encargados del marketing salivando al ver la enorme repercusión de la noticia: “Carrefour anuncia una cesta básica de 30 productos a 30 euros tras la propuesta de Yolanda Díaz”, proclaman los medios a todo volumen. Y la vicepresidenta le regala al consejero delegado el tesoro de unas imágenes que valen su duración en oro. Para la vicepresidenta la operación también tiene sus ventajas: el público percibe su preocupación por el coste de la vida, confraterniza con los “poderes ocultos” tan referidos últimamente y aleja el fantasma de un supuesto intervencionismo, de un “racionamiento” que ya denuncia la derecha para identificar al Gobierno “socialcomunista” con el castrismo. Así de increíble es la narrativa, pero así de cierto el intento de expandirla. Yolanda Díaz ocupa de este modo el centro del que parece haberse alejado Pedro Sánchez en las últimas semanas.
Benditos sean los bienintencionados ejecutivos que fomentan el bienestar de sus clientes actuales y potenciales bajando los precios y benditos sean los ministros que se lo agradecen. Pero que venga también quien ponga pie en pared a los codiciosos que en tiempos de penuria social se enriquecen sin mesura. Carrefour ganó en España 383 millones netos en 2021. Y según un informe de la OCU, es la cadena, junto con Mercadona, que más ha subido los precios en los últimos meses. Tiene margen para bajar sus propios precios (lo que a su vez contribuirá a reducir la inflación general del país). Hacer unos cartelitos que junten 30 productos por 30 euros está muy bien. Gracias. Pero puestos a reconocer esfuerzos, mejor sería que Carrefour y los demás pudieran renunciar a los beneficios millonarios que obtienen cada año a cuenta del esfuerzo de los ciudadanos de a pie. Lamentablemente, eso es imposible en la sociedad actual. Porque esos ejecutivos, que trabajan para sociedades controladas en última instancia por fondos y bancos anónimos, que son meros jugadores de casino, no pueden detener el crecimiento de su portfolio bajo ningún concepto. En la economía de mierda que hemos ido construyendo durante las últimas décadas manda la especulación. Y con ella el sacrosanto crecimiento. El mismo que está destrozando el planeta entero a ritmo de vértigo. Entre tanto, al menos tenemos el consuelo de poder comprar treinta por treinta.
Carrefour se ha marcado la campaña del año. Su principal directivo en España, el francés Alexandre de Palmas, a diferencia de otros ejecutivos de grandes compañías, entra sin miedo en las comunicaciones de marketing de la empresa: hace vídeos, anuncia cosas, tuitea, va de acá para allá repartiendo donaciones o compartiendo iniciativas sociales, se alinea así con una ambiciosa estrategia de marketing social. Un día pide que la gente traiga de su casa el tupper para llevarse el pescado del Carrefour sin tener que comprar bolsas. Otro se une a la campaña de recogida de material escolar junto a la Cruz Roja. O a la conservación de los bosques. Otro día, anteayer sin ir más lejos, entrega el maillot rojo al ganador de La Vuelta a España, que la marca gala patrocina. Alabamos la sensibilidad cívica del consejero delegado De Palmas y la responsabilidad social corporativa de Carrefour.