La educación 'Trivial'

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Es muy llamativo que el debate sobre la educación en España, en el que se ha invertido bastante tiempo, apenas haya abordado la cuestión de cómo se estudia en nuestro país. Hay reflexiones sobre si nuestro sistema educativo requiere más dinero público; sobre si el profesorado debe mejorar su formación; sobre si se exige lo suficiente en las aulas; sobre las materias que se deben incluir; sobre si se debe unificar contenidos en los distintos territorios; sobre si hay que ampliar el espacio dedicado a tal o cual disciplina; o sobre si es bueno que haya controles de evaluación externos. Sin embargo, con alguna excepción, como Fernández-Villaverde y Garicano que consideran, con razón, que nuestro sistema educativo es excesivamente memorístico, no hay prácticamente opiniones sobre lo que para todos, no sólo padres y madres, debería constituir el asunto nuclear: ¿aprenden nuestros niños y jóvenes del modo adecuado?

Mi respuesta, no sé si compartida, es que no lo hacen. El sistema educativo español peca de dos grandes males: sustentarse en la premisa de que cuanto más, mejor, y Trivializar el aprendizaje,cuanto más, mejorTrivializar es decir, transformar la educación en el juego del Trivial Pursuit. Los dos males están concatenados. Por un lado, el sistema español tiene verdadera obsesión por convertir a los estudiantes en enciclopedias vivientes. Los programas educativos para cada materia pretenden abarcar el conocimiento universal: si son ríos, todos los de Europa; si son capitales, todas las del mundo; si es historia, de la edad de piedra a nuestros días; si es literatura, las fechas, lugar de nacimiento y muerte de los grandes escritores (se hayan leído o no); sin olvidar la exhaustividad en el conocimiento de minerales, plantas, flores, etc.

Si el planteamiento del sistema educativo es cuanto más, mejor, la forma de aprender del estudiante se asemeja forzosamente al juego depregunta-respuesta sobre fechas, nombres o hechos del Trivial Pursuit. El proceso de aprendizaje tiende a ser mecánico, en vez de reflexivo. Al fin y al cabo, las capitales del mundo o los ríos de Europa sólo pueden aprenderse de memoria.

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Otros modelos educativos, como el británico o el francés, son mucho más selectivos en los contenidos de las distintas materias. Son sistemas en los que aprenderlo todo es secundario porque lo fundamental es aprender a aprender. Por ello, mientras una niña española de 12 años memoriza todas las capitales del mundo para poder responder correctamente en el examen, un inglés de la misma edad elige un país e investiga sobre su historia, su geografía y su cultura. Y mientras un adolescente en España estudia la historia de la filosofía, desde Platón a Hegel, un joven francés razona, por ejemplo, sobre si ‘las ciencias sociales son o no una ciencia’. Por supuesto, el estudiante inglés o el francés sabrá menos que el español, es decir, tendrá menos conocimiento enciclopédico (también, eso sí, menos memoria), pero habrá aprendido a investigar y, sobre todo, a pensar por sí mismo.

¿Por qué, en mi opinión, es peor el modelo educativo español que el británico o el francés, en cuanto a la forma de estudio? Por un lado, porque nuestro sistema es excesivamente tortuoso para el alumno. Hay que ser muy disciplinado o tener mucho amor propio para memorizar con 12 años todos los ríos de Europa. No todos los niños son capaces, pero no porque les falte inteligencia; quizás simplemente les sobre rebeldía. El proceso de aprender contiene siempre un lado arduo, pero cuanto más estimulante sea, más pasión por el conocimiento se inculcará al alumno. En este sentido, el verdadero fracaso del sistema educativo español podría estar más en lo soporífera que a veces resulta la manera de estudiar que en otro tipo de factores. A este respecto conviene leer las tesis de José Saturnino Martínez, en Estructura Social y Desigualdad en España, publicado por la Fundación Alternativas y Catarata, donde argumenta precisamente que una de las causas del alto fracaso escolar en nuestro país podría estar en las excesivas exigencias del sistema educativo.

Por otro lado, en la era tecnológica en la que vivimos, tiene mucho menos sentido que antes el aprendizaje memorístico. En pocos años, el porcentaje de personas con acceso a Internet alcanzará a la practica totalidad de la población de nuestro país. Esto significa que todos tendremos siempre a mano una enciclopedia. Saberse todo de memoria ya no nos hará más competitivos. Ahora más que nunca debería importarnos que los niños y los jóvenes españoles sean capaces de pensar por sí mismos, de tener iniciativa, de arriesgar y de inventar. Quizás no sea casualidad que los ámbitos en los que más despunta España en creatividad sean precisamente aquellos que no forman parte de los programas de estudio de los colegios o institutos, como es el caso del cine o la alta cocina. Los españoles podemos ser tan creativos como los demás. Pero el sistema educativo no nos ayuda. Permitamos que las nuevas generaciones dejen de aprenderlo todo y empiecen por fin a aprender a aprender. DesTrivialicemos, por favor, la educación.

Es muy llamativo que el debate sobre la educación en España, en el que se ha invertido bastante tiempo, apenas haya abordado la cuestión de cómo se estudia en nuestro país. Hay reflexiones sobre si nuestro sistema educativo requiere más dinero público; sobre si el profesorado debe mejorar su formación; sobre si se exige lo suficiente en las aulas; sobre las materias que se deben incluir; sobre si se debe unificar contenidos en los distintos territorios; sobre si hay que ampliar el espacio dedicado a tal o cual disciplina; o sobre si es bueno que haya controles de evaluación externos. Sin embargo, con alguna excepción, como Fernández-Villaverde y Garicano que consideran, con razón, que nuestro sistema educativo es excesivamente memorístico, no hay prácticamente opiniones sobre lo que para todos, no sólo padres y madres, debería constituir el asunto nuclear: ¿aprenden nuestros niños y jóvenes del modo adecuado?

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