Lo vivido la semana pasada en España da para escribir todo un tratado de ciencia política del siglo XXI. Un repaso a las crónicas, los comentarios, los gestos y las imágenes nos dan las claves para entender la sociedad en que vivimos. Conviene ir releyéndolos y subrayando, como quien estudia un manual, para que nos ayuden a manejarnos en el mundo actual. Quizá por eso no pocos analistas están sacando sus lecciones, como José Fernández Albertos y Alberto Penadés en este artículo o, desde otra perspectiva, el director de La Vanguardia Marius Carol en este editorial de hace unos días. Como el tema da para mucho y las lecturas tendremos que ir construyéndolas colectivamente, aquí van las que para mí son las principales lecciones que nos ha dejado esta moción de censura, y que conviene no olvidar.
Primera lección: Queda espacio para la política. Y mucho. Frente a los que llevan años diciendo que los políticos están atados de pies y manos, que son los grandes poderes en la sombra los que manejan los hilos y que no hay alternativa que se pueda presentar, el resultado de la moción de censura a Rajoy demuestra justo lo contrario. Pese a los intereses de un Partido Popular que había conseguido controlar buena parte de las principales instancias de poder, pese a las presiones de poderes económicos que trabajaron hasta última hora para que el PNV no apoyara la moción de censura, o pese a las líneas editoriales de los principales periódicos, fue posible cambiar el rumbo de una historia más impredecible y menos escrita que nunca. Estos handicaps van a seguir estando –ya lo estamos viendo–, pero igual que la política consiguió vencerlos llegando a un acuerdo sobre la moción de censura, puede seguir haciéndolo para sacar adelante las principales reformas que necesita el país.
¿Cómo fue posible? Esta es la segunda enseñanza. Vivimos en una sociedad cada vez más compleja, que vota sobre cleavages cada vez más numerosos y que se refleja en un parlamento cada vez más fragmentado. Este escenario hace que las políticas de alianzas adquieran mayor relevancia, y que el aislamiento político se pague cada vez más caro. Si la moción de censura consiguió el apoyo de grupos tan distintos fue, sin duda, porque Mariano Rajoy se había empleado a fondo en quedarse sin aliados, más allá de acuerdos tácticos como el del PNV en los Presupuestos Generales del Estado. Esto facilitó que nacionalistas catalanes y vascos vieran una oportunidad de tener un interlocutor con el que empezar a dibujar una hoja de ruta que lleve a un debate sobre el modelo territorial del Estado, o que Podemos, habiendo aprendido que no se puede ser alternativa de izquierdas contra el PSOE, antepusiera lo importante a lo urgente. Es curioso, pero el “sí, se puede” que coreaban los representantes de Podemos saltó de su bancada y se convirtió en un grito que –lo expresaran o no– hicieron suyos otros diputados. Conviene no olvidarlo, para lo que viene por delante.
Estas políticas de alianzas, para que sean exitosas, requieren de varios elementos, y aquí llega la tercera lección. Destaca, desde mi punto de vista, la audacia, saber con quién puedes caminar cada trecho para llegar a tu objetivo. Son tiempos de geometría variable, de acuerdos con un lado y otro del tablero, avanzando juntos en lo que se comparte sin ocultar el conflicto ni la discrepancia. Saber acordar los puntos comunes sin renunciar a mostrar los desacuerdos es la base de la inteligencia política en sociedades complejas. El PSOE de Sánchez tuvo la audacia y la inteligencia de entender que la salida de Rajoy posibilitaba que todos los que apoyaron la moción de censura tuvieran el camino más despejado para alcanzar sus objetivos, y el resto de los que votaron "sí" supieron ver una oportunidad y la conveniencia de ser generosos. Ahora el PSOE se ha colocado en el medio del tablero y puede repartir juego.
Aquellos que no supieron encontrar un punto de interés común y pusieron por delante la táctica, presos de la ansiedad, quedaron descabalgados, y esta es la cuarta enseñanza. Ciudadanos, único partido interesado en un adelanto de elecciones, no supo ver la necesidad de encontrar un punto de acuerdo. La intrahistoria la conoceremos más adelante, pero cuentan que fue el miedo del PNV a una inmediata convocatoria electoral, con la incertidumbre que esto acarreaba sobre los Presupuestos Generales del Estado, y la posible victoria de un Ciudadanos que sólo ve españoles, los que le llevaron a optar por apoyar la moción de censura. Si esto se confirma, habrá que concluir que fue la actitud de Rivera y los suyos lo que llevó a Rajoy a salir de la Moncloa.
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Pero si alguna enseñanza, a mi juicio, destaca sobre las demás, es una que debemos tener especialmente presente para el futuro y a la que sitúo en quinto lugar, no por menos importante, sino porque recoge todas las anteriores: los grandes temas, esos en los que nos jugamos los valores, deben ser objeto de acuerdos lo más plurales y amplios posibles. Las principales reformas que ha ido haciendo el Partido Popular en estos últimos seis años pueden evaporarse en apenas unos meses si se es capaz de encontrar puntos de encuentro amplios. Aquí unas ideas:
La reforma laboral y la política fiscal deben dar un giro copernicano para convertirse en instrumentos de lucha contra la desigualdad, la gran herencia que nos ha dejado la última crisis y que ya retrata incluso el Banco de España en este informe. Las reivindicaciones feministas deben teñir de morado todas las políticas públicas, presumiendo del término. La política energética y la lucha contra el cambio climático deben acabar con el impuesto al sol y otras tropelías, dando un vuelco a la tibieza con la que hasta ahora España ha abordado el que sin duda es el principal desafío que tiene la humanidad, lo que ha provocado que el año pasado en España se incrementaran las emisiones de CO2 un 4,5% según este informe de CCOO. Bastaría con que los líderes políticos hicieran suya, con la debida ambición, la Agenda 2030 de Naciones Unidas que recoge 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, para encontrar un camino que recorrer juntos, acordando lo fundamental sin renunciar a las discrepancias.
Se respira un aire de ilusión contenida. Ilusión que hizo que muchos no pudieran contener la emoción al ver cómo, al fin, empezaban a cambiar las cosas. Contenida por la dificultad y por recuerdos agridulces. Quienes han sido capaces de echar del poder a un partido condenado por corrupción, tienen ahora la oportunidad histórica de volver a representarnos. Eso significaría que, al fin, unos y otros, han comprendido lo que millones de gargantas gritaban en las plazas aquel 15 de mayo del 2011.
Lo vivido la semana pasada en España da para escribir todo un tratado de ciencia política del siglo XXI. Un repaso a las crónicas, los comentarios, los gestos y las imágenes nos dan las claves para entender la sociedad en que vivimos. Conviene ir releyéndolos y subrayando, como quien estudia un manual, para que nos ayuden a manejarnos en el mundo actual. Quizá por eso no pocos analistas están sacando sus lecciones, como José Fernández Albertos y Alberto Penadés en este artículo o, desde otra perspectiva, el director de La Vanguardia Marius Carol en este editorial de hace unos días. Como el tema da para mucho y las lecturas tendremos que ir construyéndolas colectivamente, aquí van las que para mí son las principales lecciones que nos ha dejado esta moción de censura, y que conviene no olvidar.