De entre todas las formas que existen de hacer política, la más discreta, la que no genera escándalos y se ejecuta como hecho consumado, suele ser la más eficaz. Sin necesidad de salir oficialmente de la Constitución, ni de expulsar a los delegados del Gobierno, cualquiera que haya visitado los últimos años Euskadi se habrá dado cuenta de que apenas hay rastro del Estado español ni de conflicto alguno entre ambos espacios. Si pensaba que era un efecto óptico, esta campaña está dando muestras de que no.
Recordemos la campaña de elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. Claramente protagonizada por temas de ámbito nacional –la presencia de condenados de ETA en las listas de Bildu, las alianzas del Gobierno de España con nacionalistas vascos y catalanes, los efectos de la ley del Sí es Sí, la reforma de la malversación y la sedición…–, protagonizada por los líderes nacionales de cada formación, y con efectos a nivel nacional, nada menos que el adelanto electoral de las generales el 23J. Si nos fijamos en las gallegas, veremos que fue una campaña de Feijóo –personado en su tierra día a día– contra todos, con la amnistía como tema estrella. El resultado, un balón de oxígeno en lo interno para Alberto Núñez Feijóo, y un repunte para el PP en toda España.
En Euskadi se está produciendo el efecto contrario. En una comunidad que confía masivamente en las instituciones, como reflejaba hace unos días aquí –”una isla de institucionalidad” en palabras de Eduardo Madina–, no se entendería una campaña a base de exabruptos. En efecto, cualquiera que haya podido seguir los debates habrá visto que no está siendo así.
Quizá lo haya facilitado el hecho de que es la única campaña del último ciclo electoral centrada en los asuntos del territorio y no alrededor de los conflictos que se dirimen en el Congreso de los Diputados. Con apariciones discretas de los líderes nacionales, el peso de estas semanas lo están llevando los candidatos y candidatas de las tres provincias vascas. Es normal, por tanto, que los asuntos de debate se centren en el deteriorado –según perciben los ciudadanos– sistema de salud, los discretos resultados en educación pese al esfuerzo inversor, la asignatura pendiente de la memoria, el papel de las empresas, etc.
Ni siquiera la campaña catalana, con todos los ingredientes para entremezclarse con la vasca, está interfiriendo en el debate en Euskadi
Ni siquiera la campaña catalana, con todos los ingredientes para entremezclarse con la vasca, está interfiriendo en el debate en Euskadi. Ni la propuesta de referéndum lanzada por ERC, ni su reivindicación de un cupo propio similar al vasco y al navarro, han generado más allá de unos comentarios.
Tampoco se prevé –en principio– que los resultados puedan alterar las alianzas, y por tanto, los apoyos con los que el gobierno de coalición del PSOE y Sumar cuenta en el norte. Ni PNV ni EH Bildu han planteado la posibilidad de romper su compromiso, sea cual sea el resultado electoral y pese a que el PSE ya ha manifestado públicamente su voluntad de apoyar a un lehendakari jetzale.
Una campaña vasca, protagonizada por los líderes vascos y centrada en los temas del territorio, facilita sobremanera los dos aspectos básicos de las citas electorales: la rendición de cuentas y las propuestas de futuro. Todo esto, además, en un marco de relevo generacional y con una sociedad que ha decidido pasar página –cosa distinta es cuándo decidirán leerla– y que mira al futuro.
Podría pensarse que el hecho de que la pugna sea entre fuerzas nacionalistas, de izquierda y de derecha, aleja la disputa y por tanto el interés que puedan tener el resto de fuerzas. Sin embargo, es conocido, como pasó en Galicia, que los resultados de estos partidos en las elecciones autonómicas tienen también efectos en el conjunto del territorio. ¿Será un resultado positivo para el PSE que le permita insuflar ánimo en sus filas? ¿Veremos a un Feijóo creciendo y, por tanto, reforzándose dentro del partido? ¿Mantendrá Vox su escaño o seguirá su fase descendente? ¿Cómo se dirimirá la pugna entre Podemos y Sumar? Y finalmente, ¿cómo quedarán las posiciones para encarar elecciones catalanas y europeas?
En este escenario, vascos y vascas decidirán quién o quiénes quieren que les gobiernen. Será responsabilidad de cada formación, tanto de las vascas como del resto de España, saber leer los resultados correctamente y entender el mandato de las urnas. Si EH Bildu fuera la fuerza más votada, como apuntan algunas encuestas, incluido el CIS, ¿habrá quien seguirá pidiendo su ilegalización, como acaba de hacer Abascal (véase aquí)? ¿Y habrá quien le secundará, como hacía unos meses, de forma reiterada, Díaz Ayuso ?
De entre todas las formas que existen de hacer política, la más discreta, la que no genera escándalos y se ejecuta como hecho consumado, suele ser la más eficaz. Sin necesidad de salir oficialmente de la Constitución, ni de expulsar a los delegados del Gobierno, cualquiera que haya visitado los últimos años Euskadi se habrá dado cuenta de que apenas hay rastro del Estado español ni de conflicto alguno entre ambos espacios. Si pensaba que era un efecto óptico, esta campaña está dando muestras de que no.