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Sánchez y su discurso 'flashback'

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El 40º Congreso del PSOE tenía como fin primordial acabar con los años de pugnas, división y broncas internas del partido, y lo ha conseguido. El abrazo de Sánchez a González sella el final definitivo de la travesía por el desierto que emprendieron los socialistas hace ya una década y que tuvo su máxima expresión en aquel Comité Ejecutivo del 1 de octubre de 2016, donde el secretario general dimitió minutos antes de que lo dimitieran. Cinco años después, el mismo que cogió el coche para patear el territorio y ganar las primarias se ha consolidado como líder indiscutible y hacedor de la paz interna. Hay quien dice que Sánchez ha conseguido acabar con el sanchismo. Hacer esto desde Moncloa es, sin duda, más sencillo que abordar semejante tarea desde la oposición, pero no por eso debe restársele importancia a semejante logro.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? En diferentes etapas. Tras volver a ser elegido secretario general en aquellas convulsas primarias, Sánchez acertó presentando la moción de censura que le llevaría a la Presidencia del Gobierno dando un golpe en la mesa ante la corrupción galopante que asfixiaba al Partido Popular. Segunda etapa: tocaba gobernar y, aunque costó volver a las urnas por la imposibilidad de conseguir un acuerdo suficiente, Sánchez organizó la estructura que le permitía gestionar un Gobierno de coalición, inédito hasta ese momento. En esto llegó la pandemia y el sufrimiento que acarreó generó el famoso efecto Rally round the flag (todos detrás del líder) no en el país, pero sí en el partido. Cierre de filas y a gestionar con una derecha progresivamente más echada al monte. En julio, con Iglesias fuera del Ejecutivo, la pandemia ya en fase de verse superada y Sánchez afirmado como líder de la izquierda, el número uno del PSOE consideró que era el momento de abrir una nueva etapa y recuperar el partido. Eso explicó la remodelación del Gobierno y explica este congreso.

Al mediodía del pasado domingo, en su discurso final tras ser reelegido secretario general, Sánchez aplicó la técnica del flashback, dibujando la identidad socialista con continuas alusiones a sus predecesores. Ningún asunto sin su guiño a González, a Zapatero, a Almunia, a Rubalcaba. Soslayó así una explicación en profundidad sobre los desafíos del presente y sobre sus aspiraciones y propuestas futuras. “Continuar el trabajo realizado”, “proteger el modelo de sociedad y las condiciones naturales que hacen posible la vida en el planeta” ... Todo el discurso desprendió la sensación de que las cosas van bien, están como tienen que estar, y por tanto “avanzamos”.

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La socialdemocracia, que no hace tanto tiempo estuvo a punto de ser enterrada por muchos, vive momentos dulces en el conjunto de Europa, donde se suceden los éxitos electorales y se recuperan gobiernos que antes estaban en manos conservadoras. La forma en que la Unión Europea ha afrontado la crisis del covid con medidas opuestas al austericidio impuesto ante la crisis financiera de 2008 ha insuflado a los partidos socialistas la energía para revivir. Pero harían mal si pensaran que la Historia acaba aquí. Ni la socialdemocracia tiene la hegemonía que tuvo décadas atrás ni posee un programa acabado y perfeccionado para abordar los retos pendientes.

El PSOE sale de Valencia enfatizando su dimensión feminista y ecologista, como lo han hecho buena parte de sus homólogos europeos; pero en su seno se sabe que los debates de fondo pendientes de abordar en relación con ambos temas constituyen una piedra de toque que abre caminos diferentes a distintos modelos de socialdemocracia. Nada mencionó el secretario general en su discurso al respecto, pero socialistas de toda Europa debaten cómo hacer posible la sostenibilidad ambiental con el bienestar social o cómo abordar los debates sobre la transexualidad o la prostitución superando las contradicciones que genera en el movimiento feminista.

El discurso de Sánchez que cierra el 40º Congreso socialista no ha situado al PSOE ni más a la derecha ni más a la izquierda, sino en un presente que pone en valor todo el acervo del pasado. Si el lema del 39º Congreso fue “Somos la izquierda”, el del 40º ha sido “Avanzamos”. Lo demás, está por ver. Veremos si, conforme se acerquen las próximas elecciones, el PSOE quiere capitalizar esa identidad progresista u opta por intentar pescar algo por el centro y dejar espacio a lo que finalmente exista a su izquierda. Quizá, como todo ello no acaba de estar claro, el líder triunfante ha preferido reivindicar el presente mediante un continuo flashback.

El 40º Congreso del PSOE tenía como fin primordial acabar con los años de pugnas, división y broncas internas del partido, y lo ha conseguido. El abrazo de Sánchez a González sella el final definitivo de la travesía por el desierto que emprendieron los socialistas hace ya una década y que tuvo su máxima expresión en aquel Comité Ejecutivo del 1 de octubre de 2016, donde el secretario general dimitió minutos antes de que lo dimitieran. Cinco años después, el mismo que cogió el coche para patear el territorio y ganar las primarias se ha consolidado como líder indiscutible y hacedor de la paz interna. Hay quien dice que Sánchez ha conseguido acabar con el sanchismo. Hacer esto desde Moncloa es, sin duda, más sencillo que abordar semejante tarea desde la oposición, pero no por eso debe restársele importancia a semejante logro.

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