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Erdogan juega con fuego

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La Turquía de Recep Tayyip Erdogan no ha hecho mucho por frenar al Estado Islámico (ISIS). No lo consideraba una amenaza directa para su seguridad. La frontera con Siria es la vía de entrada de armas y voluntarios islamistas que se suman a la lucha y la de salida para guerreros en periodo de descanso y petróleo, el que está bajo control del ISIS en Irak, y que tantos beneficios reporta a ambos lados de la linde. Pese a tanto cuidado, parece que el ISIS le ha declarado la guerra.

Esta Turquía neutral ha lanzado este verano algunas acciones contra el ISIS. Se trata de una cortina de humo porque su objetivo real son las posiciones del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda. Estos ataques han roto un alto el fuego que llevaba en vigor dos años; por primera vez tras 40 años de guerra y 40.000 muertos había esperanzas de alcanzar algún tipo de acuerdo de paz que pusiera fin a un conflicto que comenzó a finales de los años setenta. La solución sería un Kurdistán autónomo, algo que rechazan los militares y los nacionalistas turcos.

¿Se ha producido alguna provocación por parte del PKK que justifique estos ataques y el aumento de la represión de las zonas kurdas dentro de Turquía?  

Estas acciones militares contra las bases del PKK en Irak se producen, sospechosamente, después del revés electoral del partido de Erdogan, Justicia y Desarrollo (AKP), que el 7 de junio perdió su mayoría absoluta por primera vez en 13 años, algo dificulta sus planes de reformar la Constitución. En esa reforma estarían en riesgo los últimos vestigios del Estado laico fundado por Atatürk.

Estos fueron los resultados y las posibles combinaciones según Alberto Nardelli, experto en datos del diario The Guardian.

En este gráfico de The Wall Street Journal se explica qué mayorías son necesarias para las reformas constitucionales que ambiciona Erdogan. 

El próximo domingo se cumplen los 45 días que exige la ley para formar Gobierno. De no alcanzarse un acuerdo habrá elecciones anticipadas. El problema del partido islamista de Erdogan es que los votos kurdos y de la izquierda se han concentrado en el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), pro kurdo, que ha pasado de ser un modesta fuerza con 29 escaños a la tercera fuerza del país con 80 y el 13,12% de los votos, empatados con el ultraderechista Movimiento de Acción Nacionalista (MHP). En segundo lugar quedó el Partido Republicano del Pueblo (CHP), laico y socialdemócrata). El pacto de gobierno es imposible.

Antes de seguir, una aclaración. Para Occidente hay kurdos buenos: los de Irak que lucharon contra Sadam Husein y que ahora controlan el norte petrolero del país. Hay kurdos regulares aún en observación: los de Siria que defendieron con furia y éxito el enclave de Kobane frente a las acometidas del ISIS. Y hay kurdos malos: los del PKK, marxistas-leninistas. Para los diferentes gobiernos de Ankara, el panorama es más sencillo: todos son malos.

Los kurdos, sean iraquíes, sirios o turcos son, junto a los chiíes, la única fuerza militar local capaz de enfrentarse al Estado Islámico. Entre las fuerzas kurdas tiene un papel esencial las mujeres guerreras.

La (in)cultura del gatillo fácil

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El bombardeo contra el PKK sería parte de la precampaña electoral; así Erdogan pretende mejorar sus posiciones e intentar la mayoría absoluta. Según las encuestas, la realidad no acompaña al presidente. Su partido bajaría de la barrera del 40%, mientras que los socialdemócratas del CHP mejorarían ligeramente. No hay datos del HDP. Pero lo más probable es que los resultados sean similares y la gobernación imposible .

La revista británica The Economist tituló a primeros de mes: El peligroso juego de Erdogan. Nadie parece comprarle el truco, manos libres para atacar al PKK, a cambio de un poco más de acción contra el ISIS. Turquía es un país de la OTAN con sus propios intereses.

Este conflicto doméstico beneficia al Estado Islámico y dificulta la posibilidad de utilizar territorio turco para lanzar ataques, como es el plan de EEUU y algunos países europeos más allá de ataques concretos. Es posible que tampoco le sirva para evitar lo inevitable: el enfrentamiento con el Estado Islámico.

La Turquía de Recep Tayyip Erdogan no ha hecho mucho por frenar al Estado Islámico (ISIS). No lo consideraba una amenaza directa para su seguridad. La frontera con Siria es la vía de entrada de armas y voluntarios islamistas que se suman a la lucha y la de salida para guerreros en periodo de descanso y petróleo, el que está bajo control del ISIS en Irak, y que tantos beneficios reporta a ambos lados de la linde. Pese a tanto cuidado, parece que el ISIS le ha declarado la guerra.

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