Borgen fue una serie manoseada hasta la pornografía por políticos y periodistas en aquellos lejanos tiempos en los que Pablo Iglesias y Albert Rivera hicieron saltar por los aires el tablero político español. En la producción danesa, la lideresa del Partido Moderado, Birgitte Nyborg, protagonizaba una frenética carrera de pactos por el poder en la que todo valía hasta convertirse en primera ministra a pesar de haber sido la menos votada. La serie ofrecía una imagen positiva de la política, a pesar de transitar muchas veces por el fango. Tras haber presenciado cómo se fabrican las salchichas en la parte trasera de la carnicería, el espectador comprobaba que, pasadas por la plancha y cubiertas de kétchup, no sabían tan mal. Desde 1909, ningún partido ha obtenido en Dinamarca mayoría absoluta y en las últimas décadas sus ocho grandes formaciones han protagonizado un baile de sillones repartidos en dos bloques, el azul (derecha) y el rojo (izquierda). En noviembre de 2022, la líder socialdemócrata y primera ministra, esta vez la real Mette Frederiksen, rompía esa blindada política de bloques y formaba una coalición junto a la principal fuerza de la oposición, el Partido Liberal, y los Moderados, un partido creado en junio. Era el primer gabinete formado por los socialdemócratas y la derecha en 40 años.
El Palau de la Generalitat no es Borgen ni Salvador Illa es Birbitte Nyborg, pero cada vez que se convocan elecciones en Cataluña los todólogos giran la mirada hacia la serie danesa. Tras cuatro legislaturas de hegemonía imbatible en el Parlament, el bloque independentista —ERC, Junts y CUP— llega por primera vez a las urnas, según los sondeos, sin garantías de las mayoría absolutas del procés: 68 diputados. El barómetro de abril del CEO es el que mejor resultado da a ese bloque, entre 63 y 79 escaños, es decir, una mayoría absoluta solo en la parte alta de la horquilla. Se encadenan así 24 meses en los que, según el CIS catalán, la mayoría en el Parlament no está muy clara. En las ultimas elecciones, el bloque independentista sumó 74 escaños. Y una pérdida de esa mayoría abriría ahora la puerta matemática a alianzas inconcebibles durante el procés.
“Ahora díganme, ¿quién va a bloquear mi investidura?”, lanzó Salvador Illa en el debate de RTVE. Los otros siete candidatos dibujaron en sus respuestas un escenario sin salida
En el primer gran debate electoral del 12M, emitido por RTVE en la noche del miércoles, Salvador Illa se presentó como 133 president de la Generalitat y exigió a sus contrincantes que dejaran claro qué van a votar en su investidura. “Ahora díganme –preguntó– ¿quién va a bloquearla?”. Los otros siete candidatos dibujaron en sus respuestas un escenario sin salida. Pere Aragonès planteó una exigencia que los socialistas no están en condiciones de ofrecer: un acuerdo para un referéndum. Y Josep Rull, en ausencia de Carles Puigdemont, le dejó claro que no sueñe ni remotamente con los votos de Junts. Este viernes, en una conferencia en la que fue presentado por Miquel Roca, el socialista llegó a reivindicar a Jordi Pujol y los pactos que cerró con Felipe González en educación, sanidad o infraestructuras. “La democracia es una superstición basada en la estadística”, declaró a El País en 1976 Jorge Luis Borges a su llegada a Barajas procedente de Buenos Aires. Desde que Zapatero publicó No voy a traicionar a Borges, uno puede declararse sin complejos fan del autor de El Aleph, amigo de Videla o Pinochet y gran aficionado a las matemáticas.
Borgen fue una serie manoseada hasta la pornografía por políticos y periodistas en aquellos lejanos tiempos en los que Pablo Iglesias y Albert Rivera hicieron saltar por los aires el tablero político español. En la producción danesa, la lideresa del Partido Moderado, Birgitte Nyborg, protagonizaba una frenética carrera de pactos por el poder en la que todo valía hasta convertirse en primera ministra a pesar de haber sido la menos votada. La serie ofrecía una imagen positiva de la política, a pesar de transitar muchas veces por el fango. Tras haber presenciado cómo se fabrican las salchichas en la parte trasera de la carnicería, el espectador comprobaba que, pasadas por la plancha y cubiertas de kétchup, no sabían tan mal. Desde 1909, ningún partido ha obtenido en Dinamarca mayoría absoluta y en las últimas décadas sus ocho grandes formaciones han protagonizado un baile de sillones repartidos en dos bloques, el azul (derecha) y el rojo (izquierda). En noviembre de 2022, la líder socialdemócrata y primera ministra, esta vez la real Mette Frederiksen, rompía esa blindada política de bloques y formaba una coalición junto a la principal fuerza de la oposición, el Partido Liberal, y los Moderados, un partido creado en junio. Era el primer gabinete formado por los socialdemócratas y la derecha en 40 años.