Aquí estamos, mirando a Andalucía por simpatía, por empatía y porque este año todo lo que huele a elecciones nos incumbe. En esta larga temporada que vamos a pasar a pie de urna, como si fuéramos encuestas israelitas, lo que suceda el día 22 de marzo, tiene gran interés también para los que vivimos más arriba de Despeñaperros.
Y es tan entretenido veros en el previo a la decisión popular, es sin duda cuando más graciosos estáis. Vendiendo de mitin en mitin la futura felicidad, como estrellas del mercadillo, mientras os peleáis con el del puesto de al lado por llevaros el cliente al huerto. Hasta la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se contagia del argot: Gobierno“¡Susana… menuda campaña te espera, bonita!” “¡Vamos, bonita, llévate las últimas cinco bragas a 3 euros, que me las quitan de las manos!”. Muy fan.
Muy fan también de ese primer debate a tres televisado. Susana y Juanma enfrascados en el eterno “y tú más” de la corrupción, enseñándonos portadas de prensa y fotos como una pareja en pleno intercambio de malos rollos. Y Antonio Maíllo, como el hijo de los divorciados que mientras discuten se olvidan de su presencia. Cuando Maíllo dijo aquello de: “De verdad, a ustedes dos, yo los mandaba a…” pensé por un momento que iba a oír un exabrupto. Falsa alarma. Maíllo continuó: “…los mandaba a un empleo fuera de la política durante un año, para que se enteraran de lo que es la vida y la gente, como está de indignada con la corrupción”. Y os pidió que pidierais perdón, en plan petición del oyente.
Mientras las encuestas se afanan en medir la intención de voto, yo me dedico a medir los detalles. Por ejemplo, en cuestión de decibelios, tú, Susana, vas la primera. Empiezas suave, como si estuvieras recitando a Alberti, pero poco a poco te vas embalando y, al tiempo que coges velocidad, gritas las soflamas de ese cambio casi revolucionario que conllevará seguir bajo el mandato del partido que lleva gobernando más de treinta años. Ajá. Te confieso que más de una vez he tenido que bajar el volumen de la tele por miedo a que el vecino me reprendiera con golpes en la pared, atufado por tal escandalera.
En cuestión de vestuario, ganas tú, Juanma, sin duda. Me quedé embelesada cuando te vi visitar el campo, cargado de promesas de inversiones y mejoras para el sector agroalimentario, ataviado con tejanos, camisa y zapatos castellanos. Rodeado por un grupo de hombres uniformados como tú, se diría que, más que para visitar un sembrado, habíais quedado para tomar el aperitivo en la Plaza El Salvador de Sevilla.
Atravesaste como pudiste la hierba alta y húmeda del mundo rural y hasta te agachaste un momento para que quedara constancia en la foto de que tú te mojas por tus paisanos. No había visto nada igual desde que una amiga mía apareció en una comida campera con unos zapatazos con plataforma y tacón que ni Madonna en los Grammy. Ella decía: “Para presumir hay que sufrir, nena” pues para conseguir unos votos, no te digo na’, Juanma.
Mientras os empleáis a fondo en esa gymkana de achuchar abuelos y coger en brazos bebés ajenos, sin dejar de mirar de reojo la amenaza de la irrupción de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, Ciudadanos corren en paralelo vuestras respectivas relaciones de partido.
Tú, Juanma, arropado por un Rajoy que ha bajado durante esta campaña a Andalucía más veces que en toda su vida. Si me dicen que Mariano está aprendiendo a bailar sevillanas en la intimidad, me lo creo. Con tal de que tu cara, Juanma, pase de ser la de un desconocido, al rostro de la alternativa clara al sempiterno –hasta hoy al menos– Gobierno socialista, cualquier día de estos le oiremos gritar ¡Viva el fino!
Y tú, Susana, independizada del jefe. Por libre. Como verso suelto del martinete. "Yo solo me debo a los andaluces, No me van a afectar estrategias de partido ni voy a dejar que nadie le diga a los andaluces lo que tenemos que hacer".
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Pedro, a diferencia de Mariano, baja lo justito: un mitin, el del pasado viernes en Almería, y el cierre de campaña, que lo poco gusta y lo mucho cansa. Fue en ese mitin almeriense cuando te dejó el recado de amor: “Yo a Moncloa y tú a San Telmo”, como queriendo decir… Magnífico título para esta comedia romántica que protagonizáis los dos y que no sabemos si acabará en drama o en boda, como diría mi amiga Carmela.
Queda una semana para que conozcamos la decisión final de los andaluces, los primeros en hacer oír su voz en el año electoral más interesante de los últimos tiempos. Atrás quedará el recuerdo de la campaña con sus imágenes, sus anécdotas y esas frases que piden mármol, como la de Antonio Sanz, delegado de gobierno en Andalucía: “No quiero que en Andalucía mande un partido que se llama Ciutadans, que tiene un presidente que se llama Albert”.
Ay, la importancia de llamarse Ernesto, la importancia de llamarse Albert, en un país donde durante cuarenta años mandó un señor llamado “Paco” no debería preocuparnos demasiado el origen de un nombre, don Antonio.
Aquí estamos, mirando a Andalucía por simpatía, por empatía y porque este año todo lo que huele a elecciones nos incumbe. En esta larga temporada que vamos a pasar a pie de urna, como si fuéramos encuestas israelitas, lo que suceda el día 22 de marzo, tiene gran interés también para los que vivimos más arriba de Despeñaperros.