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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Un fascismo discreto

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“El camino más largo para salir del desierto es preguntar a un vendedor de espejismos”.

Hay que tener cuidado con lo que se dice, porque lo que defiendas hoy, te atacará mañana. Quién sabe si eso, recordar de qué había acusado cada uno de ellos a los otros durante la última campaña electoral, fue lo que hizo que la reunión del PSOE y Ciudadanos contra Podemos, oficialmente destinada a lograr un pacto de gobierno, hiciese aguas en cuanto fue evidente a quién le habían dado el papel de Don Juan, a quién el de Doña Inés y a quién el de convidado de piedra en aquella obra. Ahora, los que no han sabido cómo entenderse entre sí, tratan de explicárselo a todos los demás: ha sido él, no he sido yo, nos ha engañado, os han mentido, y tú más, y tú menos… Pedro Sánchez y Albert Rivera dicen que el que se levantó de la mesa fue Pablo Iglesias, que por otra parte era el único que podía hacerlo, ya que ellos dos no estaban allí, sin duda porque consideraron que la cita no era lo suficientemente trascendental como para ir a negociar en persona, y mandaron a los suplentes. ¿Así que culpan de negarse a dialogar al único que acudió al encuentro? Suena raro, como mínimo, y sostener que en sus formaciones se trabaja en equipo y por lo tanto es igual quién dé la cara, no parece que encaje con la forma en que pelean de puertas hacia dentro por ser los jefes de sus partidos. ¿O de aquí a junio Rajoy y Sánchez les cederán deportivamente su sitio a Susana Díaz y Soraya Sáenz de Santamaría, por ejemplo, para que luchen en su lugar por la presidencia?

El dos contra uno quizá funcione en el baloncesto, pero en la política a Sánchez y Rivera no les ha salido la jugada. La pose de lanzadores que adoptaron fue muy resultona, pero el balón ni ha tocado el aro. Igual es que no saben jugar a esto, sólo imitar a los profesionales, ya que ambos se han presentado como herederos del famoso espíritu de la transición, pero la realidad es que el PSOE quería llegar a La Moncloa con noventa escaños y la orden de su Comité Federal de no pactar con el PP, con Podemos o con los grupos nacionalistas e independentistas; y Ciudadanos hablaba de diálogo y de flexibilidad al mismo tiempo que advertía a su socio que si tocaba una coma de su acuerdo, lo rompían. Por otra parte, a estas alturas ¿qué es el espíritu de la transición: que Juan Carlos I haya acumulado una fortuna que The New York Times estima que se acerca a los dos mil millones de euros y nadie pregunte de dónde ha salido, dónde la tiene y por qué no está en España?

Las urnas están otra vez a punto de abrirse y eso, por algún motivo que la mayoría no alcanzamos a comprender ni subiéndonos a una escalera, a algunos les parece una hecatombe, en lugar de una celebración de la democracia. Será porque se temen lo peor y no se fían ni de su sombra ni de los votantes, no vaya a ser que nos acordemos de lo distinto que fue lo que nos prometían a nosotros de lo que se prometieron entre ellos y resulte que las hemerotecas les vuelvan a poner la cara colorada. Porque la pregunta es qué dirán en sus próximos mítines. Si la gran coalición por la que aún claman determinados periódicos y analistas no termina de salir adelante, ¿se volverán a llamar unos a otros el mismo perro con distinto collar, la derecha de siempre con otro traje, corrupto, obsoleto, percha, “cómplice de los copagos sanitarios y la reforma laboral”, trilero, “líder roto y hundido”, correveidile, cara guapa de las nuevas generaciones del PP o “soldado Sánchez”…?

Una espiral de violencia

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La duda, naturalmente, sólo llega hasta el PP, Ciudadanos y el PSOE, a Podemos ya se sabe que lo acusarán de querer destruir la convivencia, de ser estalinistas y de recibir un dinero de Irán o Venezuela que, en cualquier caso, nos haría menos daño que el que ellos le han robado a nuestro país, moneda a moneda, con sus Rato, Mato, Matas, Fabra, Blesa, Granados, Bárcenas y demás, saqueando cada caja fuerte que encontraban en el camino, hasta lograr que de nuevo existan dos Españas: la que blanquea y la que está sin blanca. La primera es la de los neoliberales, esa gente que ha montado en Europa lo que el premio Nobel de literatura húngaro Imre Kertész, recién fallecido, llama en su libro póstumo La última posada, “un fascismo discreto”. La segunda es la de los ciudadanos mordidos por la crisis, que es verdad que hasta ahora han salido más a la calle por Semana Santa que para luchar por sus derechos, menos a montar el Cristo que a sacarlo en procesión, pero que a fuerza de golpes y desahucios, al fin han despertado. Ya no somos tan fáciles de engañar, al menos no todos: hoy sabemos que mientras los cínicos desacreditan a sus enemigos tachándolos de “bolivarianos”, por las calles de Caracas patrullan antidisturbios equipados con material que el Gobierno del PP autorizó que se le vendiese a Nicolás Maduro y por las aguas del mar Caribe navegan las patrulleras construidas en Puerto Real, Cádiz, que le compró el comandante Chávez, calificado entonces en el Congreso de los Diputados por el ministro de Defensa como “un gran amigo de España.”

Los que nos lo han quitado casi todo, ya no nos la dan, pero aún hay quienes se ofrecen ni más ni menos que como “garantes del sistema.” ¿Qué sistema? ¿El que se lee entre líneas en los papeles de Panamá, donde hay personajes como el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, que escondió miles de libras en las Bahamas mientras impulsaba en Londres medidas contra la evasión fiscal, o como nuestro titular de Industria en funciones, José Manuel Soria, que tanto habló de patriotismo y de veranear en nuestras costas para producir riqueza, sólo que lo dijo desde Santo Domingo? ¿El sistema que permite, de hecho fomenta y en cualquier caso no sanciona que 365 bancos de todo el mundo, incluyendo Santander, BBVA y Sabadell, hayan creado más de quince mil empresas offshore para que sus clientes ricos evadan sus fortunasoffshore a paraísos fiscales y no coticen? ¿El sistema que maneja con mano de hierro el FMI, cuyos tres últimos directores son Rodrigo Rato, que va camino de la cárcel por fraude, alzamiento de bienes, lavado de capitales o, entre otros delitos, apropiación indebida; Christine Lagarde, que vive al borde del banquillo y es sospechosa de malversación y estafa; y Dominique Strauss-Kahn, uno de los clientes defraudadores del bufete Mossack Fonseca?

De aquí a junio, si nadie se vende a nadie por muchas vicepresidencias que le pongan en bandeja o por muchas reformas de la Constitución que se rifen en el mercado, tendrá gracia oír cómo las cañas se tornan lanzas y los cantos de sirena se vuelven himnos de combate. Ellos confían en que no nos acordemos de lo que dicen en estos momentos, porque lo van a negar de forma categórica pasado mañana. Nosotros debemos recordar que la primera vez que alguien te engaña eres su víctima, pero la segunda eres su cómplice.

“El camino más largo para salir del desierto es preguntar a un vendedor de espejismos”.

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