El Podemos más incómodo

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Víctor Rey

El miércoles de la semana pasada Cebrián y Cifuentes decidieron entrar de lleno en las primarias de Podemos en la Comunidad de Madrid. Ni uno ni otra estaban inscritos y necesitaron, por ello, acudir a los recursos clásicos de las élites para intervenir en política: el hostigamiento mediático y las cloacas de la administración. Cebrián se encargó de la primera parte, lanzando a Prisa a por su presa. Lo han reconocido ellos mismos. Tenían la información desde hacía meses aunque esperaron a publicarla al día después de la presentación de la candidatura de Espinar a la Secretaría General. La razón de este cálculo parece evidente: intervenir el proceso y tratar de descabalgar al candidato, igual que se hizo con Sánchez. La segunda parte del plan era cosa de Cifuentes que, en una instrumentalización vergonzante de la administración, filtró a los medios documentos que no son públicos y a los que apenas tienen acceso la Comunidad y el propio Espinar, como la solicitud de autorización de venta del inmueble. La máquina del fango, bien engrasada, se activó. A partir de ahí las explicaciones ante los medios, en tiempo récord y día tras día, han resultado más que solventes. No hay caso, muy a pesar del intrusivo deseo de Cebrián y Cifuentes. Pero, ¿por qué Espinar? Porque el proyecto Juntas Podemos, que él encabeza, representa el Podemos incómodo para las élites.

Juntas Podemos es una apuesta decidida por la construcción de un verdadero movimiento popular con un pie en las instituciones y miles en las calles, con los círculos y la militancia asumiendo un papel central de nuestro proyecto. Las élites quieren a Podemos encerrado en las instituciones, ahora más que nunca tras el abstencionazo y la consolidación de la triple alianza conservadora. Los reglamentos de las propias instituciones, diseñados para primar la iniciativa del Gobierno y limitar la capacidad de acción de la oposición, así como la nueva correlación de fuerzas, nos deja un escaso margen para la acción parlamentaria. Ya sea en el Congreso de los Diputados o en los parlamentos autonómicos querrán pasarnos el rodillo. Ese margen sólo se ampliará si la sociedad civil y los movimientos sociales amplían y fortalecen nuestra iniciativa, amalgamados con nuestra militancia y convirtiendo el clamor popular en propuestas concretas. En ese marco ganamos. Cifuentes es consciente de ello y nos quiere normalizados, institucionalizados y domesticados en el parlamentarismo clásico. Quiere que seamos un partido de cargos y no de militantes pero ahí, lo sabe, no encontrará al Juntas Podemos de Espinar. Por eso le resultamos incómodos.

Cebrián y Cifuentes conocen de sobra la posición de Espinar y la de las personas que componemos esta candidatura en algunos de los debates internos más recientes. Nos opusimos frontalmente al pacto Rivera-Sánchez en un compromiso con el proyecto político que Podemos ha defendido desde sus orígenes: primero la gente. Hay quien creyó, en el seno de Podemos, que una abstención estratégica sería ventajosa a medio plazo y que investir a Sánchez como presidente del Gobierno, con el programa económico de Ciudadanos, era un mal menor que debíamos asumir frente a la campaña orquestada contra Podemos, señalándonos como fuerza de bloqueo de un supuesto gobierno progresista y responsables de una tercera convocatoria electoral. Otros mantuvimos una postura diferente. Podemos no había venido a estar en las instituciones, sino a cambiarlas y a ponerlas al servicio de la gente. El pacto Rivera-Sánchez, continuista de las políticas del PP, era, por ello, inasumible para Podemos y para la gente que había confiado en nosotros. Consultamos a nuestras inscritas e inscritos y su respuesta, su voto, fue no. Las élites golpearon duro, nos señalaron como fuerza de bloqueo y responsables de las nuevas elecciones. Tras el 26J, tras el destape definitivo de Ciudadanos como bastón naranja del PP y la implosión de un PSOE tensionado por las contradicciones que Podemos le generaba, sabemos que las inscritas e inscritos no se equivocaban. Cebrián y Cifuentes nos quieren sumidos en el cálculo político, nos quieren domesticados, pero ahí no nos encontrarán. Para nosotras, para Ramón Espinar y Juntas Podemos, lo primero es la gente y la defensa del proyecto político de Podemos. Por eso resultamos aún más incómodos.

Juntas Podemos es un candidatura plural que reconoce las distintas sensibilidades dentro de Podemos (también de quien estaba ya aquí mucho antes de llegar nosotros) y ha trabajado por integrarlas en fraternidad. Apostamos por el municipalismo y la participación en las Candidaturas de Unidad Popular (CUPs), que han puesto cientos de ayuntamientos al servicio de la gente. Queremos, respecto a Unidos Podemos, mantener la confluencia de las fuerzas del cambio en el conjunto del país y replicarla en las distintas comunidades autónomas. Necesitamos a Izquierda Unida y Equo para ser más transversales y fuertes, para ganar. Cebrián y Cifuentes son conscientes de ello, nos necesitan divididos internamente, no integrados en las CUPs y enfrentados a otras fuerzas del cambio. Tampoco ahí encontrarán a Espinar y a Juntas Podemos.

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¿A qué suena este Podemos del que hablamos? Pues ni a Coldplay ni a Bruce Springsteen. A nada, desde luego, del gusto de Cebrián y Cifuentes. Quizás a algo incómodo en el que se verán retratados, a aquella canción de La Polla Records en la que suena una Radio Crimen "que te ladra sin parar, tú no eres, tú no existes". Por desgracia para ellos sí existimos. No somos una mala pesadilla. Nunca volverán a despertar en 2013, porque Juntas Podemos está aquí: un proyecto político llamado a liderar el Podemos-Comunidad de Madrid que desalojará a la mafia de la Púnica y a Cifuentes de la Asamblea. No mandan en nosotras, ni les debemos nada ni les tenemos miedo. Porque en Podemos manda Podemos. Manda la gente, las inscritas y los inscritos que estos días votarán qué proyecto político quieren para Podemos-Comunidad de Madrid. Porque sólo juntas y juntos podemos.

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Víctor Rey es candidato por Juntas Podemos-Equipo Ramón Espinar.

El miércoles de la semana pasada Cebrián y Cifuentes decidieron entrar de lleno en las primarias de Podemos en la Comunidad de Madrid. Ni uno ni otra estaban inscritos y necesitaron, por ello, acudir a los recursos clásicos de las élites para intervenir en política: el hostigamiento mediático y las cloacas de la administración. Cebrián se encargó de la primera parte, lanzando a Prisa a por su presa. Lo han reconocido ellos mismos. Tenían la información desde hacía meses aunque esperaron a publicarla al día después de la presentación de la candidatura de Espinar a la Secretaría General. La razón de este cálculo parece evidente: intervenir el proceso y tratar de descabalgar al candidato, igual que se hizo con Sánchez. La segunda parte del plan era cosa de Cifuentes que, en una instrumentalización vergonzante de la administración, filtró a los medios documentos que no son públicos y a los que apenas tienen acceso la Comunidad y el propio Espinar, como la solicitud de autorización de venta del inmueble. La máquina del fango, bien engrasada, se activó. A partir de ahí las explicaciones ante los medios, en tiempo récord y día tras día, han resultado más que solventes. No hay caso, muy a pesar del intrusivo deseo de Cebrián y Cifuentes. Pero, ¿por qué Espinar? Porque el proyecto Juntas Podemos, que él encabeza, representa el Podemos incómodo para las élites.

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