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El Irreal Madrid

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Miguel Ríos

"Dios, qué buen vasallo si tuviera un buen señor".

Cantar de Mio Cid.

Qué solo te vi, mi querido Iker, en tu postrer despedida camino del exilio portugués. Qué daño me hizo ver el trato tan mezquino, tan indigno de tu talla, con el que se te reconocen los servicios prestados a la corona Real de este Madrid irreal que nos ha tocado vivir. En este Irreal Madrid gobernado con florentina mano, no se respeta el pasado, la herencia de gloria, aunque se lo ensalce de continuo. Dicen que nada sobrevive a la megalomanía presidencial. Con su política de usar y tirar, se contratan nombres exóticos a precio de oro y tufo a pelotazo, y se abandona la versión clásica en la que se mezclaban los más grandes jugadores con los héroes locales. Iker, no te quieren por ser el testigo incómodo que habla el lenguaje de la fidelidad con que defiendes al club de tus amores desde la cantera. Se prefiere la chequera, y tú, icónico y cercano, eres el paradigma de que en el fútbol, como en el arte, lo local es universal. Aquello de "Zidanes y Pavones" duró lo que duran la urgencia y los caprichos, amparados en la falacia de que "en el Madrid solo se puede ganar, porque está en nuestro ADN".

Pero, por más neocon que se sea, por más pasta ajena que se le eche al invento, por más Goliat que te creas, siempre habrá un David-Alcorcón que te haga un roto. El monarca constructor, que confunde la palabra "socio" con "súbdito", ha autorizado una nota de despedida donde se te ensalza. Una gacetilla para cubrir el expediente. Sólo que con la enumeración de tus logros, de tu gloria planetaria, donde se te canta y se te incluye en la historia de los que habéis fabricado un legado imbatible, esa nota, digo, no hace otra cosa que testificar el fracaso de una política errática y prepotente. Tienes el honor y la dignidad de ser el último mohicano. ¡Pobre Irreal Madrid!

Cuentan los que de esto saben, que este presidente intermitente, florete del disidente, midas de cuatro torres, que ha logrado que la línea sucesoria esté reservada solo a los futuros ricos del cementerio, ha orquestado, o consentido, un ominoso y solitario funeral en lugar de la más gloriosa fiesta de despedida a un campeón de todos los tiempos. Más solo que a dios te han dejado, a ti, que hasta hace un par de años eras dios (¿o solo eras santo? Ah sí, “¡apareció el santo!”, gritaban los comentaristas en todas las lenguas de Babel) hasta que la escopeta nacional te escogió para su pim pam púm como fuente de todos los males. Este Madrid se porta mal con quien más le quiere y honra. ¡Y eso que es un club señor! Hay muchos precedentes de prácticas inquisitoriales que acaban con el señalado en la hoguera y el señorío bailando por peteneras. Parece que desde aquel malvado de opereta llamado Mourinho, campeón por estos lares, existe un miedo cerval a criticar el poder omnímodo, la arbitrariedad medieval, que instauró tan soez capataz.

Pero la última escena de este Irreal folletín sin sentido, tu aparición en la escena del crimen en el palco del Estadio Santiago Bernabéu, como colofón de tu despido disfrazado, a modo de autodespido en diferido, junto al más que melifluo ex concejal devenido en suave orador de acero y rico riquísimo de la muerte, me ha descolocado un poco. Entiendo que las presiones que has tenido que soportar durante estos tiempos serán del tenor de las que se dan en la Presa de las Tres Gargantas. No te preocupes, hoy día todos somos Grecia y sabemos que no hay cuartel para el rebelde, aunque tenga causa. Qué difícil es mantener la dignidad en el mejor club del siglo XX.

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Querido Iker, la jauría mediática de las redes y de los medios afines te ha querido sacar de tus casillas y casi lo consigue. Pero no han podido contigo, ¡enhorabuena! En este país, en el que mantener el tipo y la coherencia en la cima del éxito resulta más difícil que buscar la cuadratura del círculo, te atreviste a intentar normalizar unas relaciones entre compañeros que contribuyeron a que conquistarais la Copa de Europa. Ser un tipo honrado, ese fue tu pecado. Suerte, campeón, te la deseamos muchos de los que amamos al Real Madrid con la inocencia de los amores de la infancia.

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Miguel Ríos, cantante y compositor español.

"Dios, qué buen vasallo si tuviera un buen señor".

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