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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

El jazz que veremos el lunes

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Un debate, dice Bill Clinton, es como el jazz. No puede ser todo improvisado, porque resultaría caótico y disonante. Pero tampoco puede ser la interpretación mecánica de una melodía, porque sonaría artificial. Saldrá reforzado del debate entre Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, aquel que sea capaz de interpretar una melodía más interesante, pero con esos toques de naturalidad que se exige a los buenos jazzistas.

En este momento, los cuatro preparan sus partituras. A fin de cuentas son cinco bloques, y por tanto unos pocos minutos por cada uno de ellos. Puede parecer largo, pero en realidad a cada uno de los candidatos tan solo le hacen falta tres o cuatro “fichas” para cada uno de los temas, y unas cuantas desactivaciones de las previsibles críticas del adversario. Cualquier cosa puede pasar, pero ateniéndonos a la estrategia que a cada cual le interesa más, las melodías que tocarán los músicos son previsibles.

Mariano Rajoy lanzará constantemente el mensaje de estabilidad, crecimiento y seriedad que lleva contando desde hace un lustro. No perderá probablemente mucho tiempo contestando a Sánchez ni a Rivera. Se centrará en Pablo Iglesias. Aunque el PP afirma que es necesario un PSOE fuerte, lo cierto es que está ninguneándole desde hace semanas, trasladando la idea de que la única alternativa al actual Gobierno son “los radicales”. El PP vive mejor contra Podemos que contra el PSOE.

Pablo Iglesias –con corbata presidencial y camisa como de Massimo Dutti– aceptará encantado el baile con Rajoy, y, de algún modo, abundará en la misma narrativa: en efecto, la única alternativa al PP, dirá Iglesias, es Unidos Podemos. Esos halagos tácticos al PSOE de sus abuelos, el partido que necesitará para gobernar, etc. etc., son en realidad cumplidos electorales medidos para parecer amable y moderado, y cumplir con el sueño de Pablo Iglesias, que es ocupar el espacio del PSOE, el de la socialdemocracia.

Pedro Sánchez buscará el cuerpo a cuerpo con Rajoy, y tratará de desvelar las imposturas y las mentiras de Iglesias como quien no quiere la cosa. Será duro con Rajoy y muy suave con Rivera, porque con este último se entiende bien y porque con él fue capaz de ponerse de acuerdo hace unos meses. Con Albert Rivera intentará desmentir la idea de que solo Rajoy e Iglesias marcan el ritmo del debate.

Y Rivera –con la aquiescencia de Sánchez– se presentará como el líder moderado y limpio que huye de los extremos. Alguien que puede ofrecer su apoyo tanto a la derecha como a la izquierda moderada. El peligro para él puede ser que, como ya hemos dicho aquí, “nadie compra camisetas del árbitro”: los espectadores disfrutan y se emocionan con los colores de los equipos que juegan, no con el negro del colegiado.

No va a ser un debate pacífico. Los candidatos están luchando a cara de perro por su espacio desde hace meses. Las enemistades entre ellos son evidentes y la frustración por no haberse entendido en los últimos seis meses, no habrá hecho sino abrir más la brecha personal. Aunque los cuatro se han conjurado para intentar ser positivos y simpáticos durante esta extraña campaña, me da que el jazz puede volverse por ratos música punk. Estaremos atentos.

Un debate, dice Bill Clinton, es como el jazz. No puede ser todo improvisado, porque resultaría caótico y disonante. Pero tampoco puede ser la interpretación mecánica de una melodía, porque sonaría artificial. Saldrá reforzado del debate entre Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, aquel que sea capaz de interpretar una melodía más interesante, pero con esos toques de naturalidad que se exige a los buenos jazzistas.

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